«Antes de Maradona y Messi (o de Federer y Nadal), mucho antes de internet y las redes sociales, cuando no existían esas comitivas en las que el deportista viaja rodeado de un séquito XXL, un hombre, solita su alma, recorrió el planeta ganando partidos y torneos y le dio a este país un regalo que no esperaba: un amor por el tenis que no se ha extinguido hasta hoy. De la mano de los recuerdos de un periodista que acompañó a Guillermo Vilas en sus años de gloria y sus mayores batallas, esta es la crónica de una vida de película, de una personalidad plena de aristas y del talento y la determinación que hicieron de El Gran Willy un ícono perfecto: el gran héroe deportivo nacional», dice la presentación de «Vilas, el número uno», libro de Luis Vinker.
Antes de 1972, el año en que Guillermo, que ya había debutado como profesional en 1968 a los 16 años, comenzó a ganar cosas importantes, el tenis era un deporte de elite del que casi no se hablaba en las radios y era poco menos de un renglón en los diarios. Su aparición fue tan extraordinariamente revolucionaria que la revista Gente dedicó cuatro páginas para explicar de qué se trataba ese deporte en donde brillaba un marplatense de boina y enorme brazo izquierdo. Y cuando algún periodista anunciaba una victoria suya, los taxis de Buenos Aires hacían sonar sus bocinas. Nunca antes había ocurrido. Él lo cambió todo.
Vilas fue un excéntrico para el ambiente deportivo. Lector, poeta y cantante se codeó con las más grandes figuras de la cultura popular de todo el mundo. Admirador de Krishnamurti, se inclinó a la vida espiritual. Seguía a Pappo y a Spinetta, de quién fue amigo al punto de ser el padrino de su hijo Dante. Y le gestionó la grabación de un disco en inglés, Only Love Can sustain. No le faltaron romances. Las revistas del corazón hacían tapas con él y sus mujeres de turno. Hasta que conoció a tailandesa Phiangphathu Khumueang, se enamoró y se casó a los 50 años. Fue el 16 de mayo de 2005 en la iglesia Nuestra Señora de las Mercedes. Tienen cuatro hijos: Andanin, que nació en París en noviembre de 2003, Lalindao en Miami en enero de 2010. Intila, en Buenos Aires en diciembre de 2010, y cerró la familia con el buscado Guillermo, nacido en Mónaco en abril de 2017.
En 1976, publicó su autobiografía «Quién soy y cómo juego», editada por El Gráfico, escrita en conjunto con el periodista Luis Hernández, quien lo acompañó en gran parte de su campaña. El primero tomo de la tetralogía «Historia del Tenis Argentino», obra de los periodistas e investigadores Roberto Andersen y Eduardo Puppo, quien es el biógrafo de Vilas, y editada hace once años, está en gran parte dedicada a su trayectoria tenística. Recientemente se editaron otros dos libros, el ya mencionado de Luis Vinker, y «El Gran Willy», de Alfredo Di Salvo.
Pero Vilas, por su parte, también incursionó en la poesía. Primero lo hizo con «Cientoveintincinco», un ciclo de poemas que se publicó en 1975. Y en 1981, Galerna editó «Cosecha de cuatro», con arte de tapa de Pérez Celis y el prólogo de Luis Spinetta. «Conozco a/†Vilas/†desde una templada noche de 1976. Yo diría que estas poesías/†tienen la enorme verdad de un guerrero de la derrota y del triunfo/†en serio, a quien celebro más apto para la discusión de la autenticidad que aquellos que se han reencontrado innumerables veces con su poeta de turno, al cual ni siquiera han oído en verdad, y de vez en cuando se lanzan, birome en mano, a la cremación del cuerpo de la poesía, sólo emulando la derrota de su tino», escribe Luis en el prólogo. «Cosecha de cuatro» tuvo su edición francesa, editado por Atelier Literario. Y algunos de los versos también fueron publicados en Francia por «Vagabondage», una revista poética, en un número que incluía textos de Françoise Sagan y Paul Verlaine. Además, fue lanzado en Rumania cuando Vilas llegó para participar en la serie de Copa Davis, en Timisoara.
Es importante remarcar el instinto de aprendizaje cultural y la curiosidad de Guillermo. En sus primeros viajes a Buenos Aires conoció el Bar Moderno, un lugar en donde se cruzaban las vanguardias políticas de izquierda con la presencia de artistas como Federico Manuel Peralta Ramos, pionero de los happenings en Argentina junto a Marta Minujín. En 1968, y con solo 18 años de edad, se transformó en el tenista número 1 de la Argentina. El año siguiente, presenció el masivo festival de Hyde Park encabezado por The Rolling Stones, y luego el mítico festival de Woodstock. Estos eventos marcaron su vida, como el mismo reconoció hace años. En mayo de 1990 se realizó la Warehouse Party en el Estadio Obras Sanitarias, la primera fiesta electrónica en la historia de nuestro país. Entre los artistas que se presentaron aquella noche se encontraba Guillermo, quien había convencido al productor de eventos Bernardo Bergeret (personaje clave en el futuro desarrollo de la escena electrónica nacional) para presentar su disco debut en el marco de un evento inspirado en lo que venía sucediendo en las raves europeas.
Ese LP, titulado «Mil nueve noventa», con el paso del tiempo se iba a transformar en la primera placa de larga duración de house editada por un artista argentino, junto al álbum «Te pido más respeto» de The Sacados. En canciones como «Tu eres para mí», «Ella es la obsesión» y «Si quieres amarla», se nota una clara influencia de las pistas de Chicago, Ibiza y Mánchester. Guillermo fue creciendo y escuchando a Jimi Hendrix, Luis Alberto Spinetta, Lou Reed y David Bowie, incluso confesó que cuando ganó Roland Garros escuchaba Kraftwerk antes de cada partido. Fanático de los Rolling Stones, fue testigo presencial de recitales memorables. Se hizo amigo de Richards. «A esta altura sos un Stone más», le dijo Keith en Buenos Aires tras invitarlo a sumarse a la banda en un recital en Chile. Su imagen y su modo de pensar, son el resultado de influencias directas producto de su relación con otros dos trotamundos de la raqueta: el brasileño Tomas Koch y el danés Torben Ulrich, papá del baterista de Metallica.
El aporte artístico y la visibilidad popular de Guillermo Vilas es un ejemplo de la fascinante interrelación que puede existir entre contracultura y deporte. Su legado se extiende mucho más allá de los límites de las canchas de tenis. Su curiosidad lo llevó a abrir distintas puertas, las de la música, la poesía y el cine. Se transformó en un coleccionista de libros, vinilos, películas y guitarras. Y, al mismo tiempo que revolucionaba el circuito con su talento y sus triunfos, se consolidó en una atracción para productores y cineastas. Por estos días, el realizador estadounidense Mike Marcus decidió darle vida a un corto inédito que atesoraba desde hace 47 años, en el que se zambulle en una porción artística de Guillermo. Y que se llama «El campeón con alma de artista». Un titulo que resume las múltiples vidas del hombre «que inventó el tenis argentino».