Deportes

El alcohol de la fiesta Celeste

Atlético derrotó a Gimnasia de Jujuy.
Crédito: D. Camusso

«Las fiestas mexicanas suelen tener un curioso desarrollo. Lo primero que se acaba es el hielo, luego el agua mineral y después los refrescos. Lo último que se acaba es el alcohol. Lo mismo sucede en los estadios. Cuando el triunfo, la fama y la gloria ya se han ido de la cancha, nuestra pasión sigue intacta». Lo escribió Juan Villoro en «Balón dividido» (2014). Y tiene razón.
Tiempo loco, decimos cuando no sabemos que decir. Pero, en realidad, los que estamos locos somos nosotros que seguimos degradando el planeta. El clima responde a ello. Entonces, después de un sábado de verano, soportamos sin intermedios un domingo de invierno. Y aunque es invierno, el cambio y la falta de sol nos hizo sentir que la temperatura era más baja de lo que marcaba el termómetro. Cualquiera en su sano juicio se hubiese quedado en su casa viendo correr a Canapino en una caliente tarde de Iowa, el final del Abierto Británico de golf o Atlético Tucumán con Independiente, que pone a sus hinchas tan calientes como si hubiesen estado en Iowa. Pero los hinchas de fútbol somos apasionados y por ir a la cancha dejamos todo. En ningún otro lugar nos sentimos tan felices como en una tribuna. Aunque se juegue como se juega en el ascenso.
Durante todo este tiempo escribí sobre la importancia de defender los sentimientos, sobre el amor al juego, sobre pelear contra el exitismo, sobre el valor de no aplaudir al que expulsan por pegar una patada y si al que intenta un caño, una gambeta, un sombrerito, aunque no le salga. Y lo sostengo, aunque nunca tenga claro si me importa más que mi equipo gane como sea o que juegue a la pelota, aunque pierda. Claro que quiero que Atlético gane. Me pone feliz en ese momento y me prepara para encarar con optimismo la realidad. Pero cuando lo hace como en los dos últimos partidos, no me deja margen para la ilusión. Aunque si lo hagan la tabla de posiciones y el análisis sobre el resto de los equipos. Le preguntaron a Jorge Valdano, ¿De qué huye el futbolista que corre? Y el campeón mundial respondió, «De la crítica. El esfuerzo y el sacrifico es lo único que te hace inocente ante el aficionado, que pretende que el jugador sienta el escudo en la misma medida que él. Es más generoso con el esfuerzo que con el juego. Hemos pasado del ‘ole, ole, ole’ al ‘huevos, huevos, huevos’. Ha ido desapareciendo la pausa, uno de los elementos característicos de los grandes. Yo no he visto jugador más rápido que Riquelme, aquel gran lento. Manejaba las velocidades como nadie. Decían que tenía cambio de ritmo. Y era verdad. Sólo que era de lento a más lento».
El Flaco Menotti decía que «el esfuerzo emociona, pero el talento sensibiliza». Claro que cuando se trata de este fútbol del ascenso, sin lirismo y con exceso de exitismo, la frase puede invertir palabras. Como lo hace este Atlético de las últimas dos fechas, que tiene un material humano extremadamente generoso y dispuesto a todo por un sueño. Es que este equipo escaso en juego, más allá del resultado, termina sensibilizando con su esfuerzo. Aunque después del gol generado por Bieler y convertido por Fúnez, nos obligaron a mirar el partido con el corazón en la boca.
Como suelo decirles, el análisis puro y claro no va en esta columna, donde me enfoco más en las sensaciones. Después del sacudón que produjo una actuación triste con derrota ante Riestra como local, Atlético pareció curar sus heridas internas y mostrarse, al menos por fuera, sólido y pragmático. Con solo un par de brillos, que pueden leerse como goles. Que significaron sendos triunfos y seis puntos. No es poco. Y mientras mantengo mi propia discusión sobre jugar para disfrutar o ganar como sea, tengo claro que los mejores jugadores del Celeste estuvieron afuera. En las tribunas. Con sus trapos y su aliento. Son el alcohol de las fiestas de México, los que volvieron a casa cantando por la victoria. Se lo merecen.

Autor: 286726|
La Otra Mirada Atlético de Rafaela Oscar Martínez deportes

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