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Barrilete cósmico


Cada 22 de junio se recuerda la maravillosa jugada de Diego Armando Maradona durante el encuentro ante Inglaterra, por los cuartos de final del Mundial de 1986, que determinó el 2 a 0 parcial. Un momento sublime de nuestra historia deportiva. Revivirlo es la manera de reencontrarnos con el D10S de la pelota.





Por Oscar Martínez. "En el fútbol hay un momento exclusivamente poético: el gol. Cada gol es siempre una invención, una perturbación del código. El gol es ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente, como la palabra poética". Pier Paolo Pasolini (1922-1975); de un ensayo sobre fútbol publicado en "Il Giorno", el 3 de enero de 1971.
Sentíamos que 1986 era un gran año para ser argentino. Seguro nos parecía el mejor de la historia reciente. El país resurgía de su noche más oscura. La Argentina era el país donde los militares habían sido juzgados en lugar de negociar su impunidad, y a pesar que el Plan Austral se resquebrajaba y la inflación no daba tregua, la inminente Ley de Divorcio presagiaba que caminábamos hacia la modernidad y la libertad.
Estábamos en pleno junio, en el Año Internacional de la Paz, tal lo que había anunciado la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, el desastre de Chernobyl, del que habían pasado dos meses, aún nos partía el alma. Aquella tarde de domingo 22, sentado a la mesa del comedor de la casa de calle Garibaldi, yo miraba hipnotizado el televisor Grundig negro de control insostenible. Repetían una interminable nota a Luis Puenzo, director y guionista de La historia Oficial, que había sido elegida como mejor película extranjera en la entrega de los premios Oscar. La hora del comienzo del encuentro por los cuartos de final del Mundial de México se acercaba y las calles de la ciudad estaban desiertas. Nuestra selección no había llegado bien al inicio del torneo. No mostraba un rendimiento esperanzador y su entrenador, Carlos Salvador Bilardo, se mantuvo angustiosamente en el cargo a pesar de la presión política que exigía a la AFA que lo cambie. Pero un mago morocho, petiso y regordete que no se adaptaba a los pedidos de la FIFA para que sea políticamente correcto, hacía de las suyas. Y Argentina crecía en cada partido.
Pasamos el debut ante Corea del Sur con victoria por tres a uno, un empate a puro nervio con Italia en la segunda presentación y una victoria por dos a cero sobre Bulgaria en el cierre del grupo, que nos dejó frente a Uruguay en octavos de final. Un clásico rioplatense desparejo según el análisis previo, donde nos sentíamos claramente superiores. Pero ganado a pura angustia tal como marca la historia. Entonces se venía Inglaterra, y ya se sabe, entre estos tipos y nosotros hay algo personal, en el decir de Serrat. Rivalidad futbolística tras la polémica expulsión de Rattín en el Mundial del 66, cuando los ingleses nos ganaron en su casa por 1 a 0. Y rivalidad social tras la guerra de Malvinas.
Por fin apareció la presentación del encuentro. Gary Lineker arenga y la televisión se va con él. Contesta Diego y gana el centro de la escena. Pasa todo como en cámara lenta hasta el gol de la Mano de Dios en el minuto 51, y el comedor explota como todo un país que no se detiene un segundo en discutir si era válido o no. Un tanto tramposo contra ellos valía doble, tenía cien años de perdón. Entonces todo comenzó a temblar. Como tiembla el mundo en el segundo posterior a la certeza de una catástrofe o como tiembla un hombre en el segundo anterior a perder un gran amor. Tiembla porque el fútbol da señales inequívocas cuando algo grande está por ocurrir. Tiembla porque venía el gol, pero no un gol más. Y la radio se asocia en el tono del relator. En el minuto 54, Maradona recibe un balón de Héctor Enrique en campo argentino a diez metros de la línea del centro del campo. Pegadito a la banda, inicia la jugada. Con el balón soldado al pie, Diego va dejando desparramados por el suelo a todo inglés que intenta cortar su avance. Hoddle, Reid, Sansom, Butcher y Fenwick besan el césped del estadio azteca. Al entrar en el área, desaíra al arquero Peter Shilton y, volcado hacia su derecha, cruza el balón con su pierna izquierda para hacer delirar a quienes aman el juego más maravilloso del planeta.
El periodista y escritor Ariel Scher recordó la jugada y aseguró que "Maradona en esa jugada tuvo toda la voluntad de tirar paredes con distintos jugadores, pero los ingleses se empecinaban en restringírselo, así que tiró la pared con Víctor Hugo. Pasa con la obra de los dos, el futbolista y el relator, lo que con frecuencia pasa en el cine. Ves tramas que parecen paralelas, la relación de la persona 1 y la persona 2 y la capacidad del director y el guionista para amalgamarlos. Cuando lo veo, siento lo mismo. Son tramas superpuestas que desembocan en toda la belleza posible. Maradona sigue siendo un relámpago que, a diferencia de los de la atmósfera, se quedó. Cuando Diego agarró lo imposible y lo volvió posible se desdibujaron cada una de las coordenadas que sostienen la cuadrícula sobre la que se estructura la realidad, el tiempo y el espacio".
En esos tiempos en los que no existía el delay, esa diferencia entre el tiempo en que ocurren las cosas y cuando las percibimos, la moda maravillosa era escuchar el partido por radio y verlo por la tele. Entonces, mientras las imágenes en el Grundig parecen de ciencia ficción, Víctor Hugo Morales confirma por radio que no se trataba de un sueño. "...La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tendal y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta... Goooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme... Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... barrilete cósmico... ¿de qué planeta viniste? ¡Para dejar en el camino a tanto inglés! ¡Para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina!... Argentina 2 - Inglaterra 0... Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0".
La historia posterior ya se sabe. La hemos revivido decenas de veces, como esas películas que nos llenan el corazón. Anteriormente, se celebraba el Día del Futbolista el 14 de mayo por ser la fecha del gol marcado por Ernesto Grillo a Inglaterra, en 1953, pero Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) y la AFA impulsaron una iniciativa para modificarlo y cambiarlo para el 22 de junio. Esta modificación fue aprobada en agosto de 2020. "¿Dónde estaba yo?", le preguntaron a Diego en un video donde varias personas cuentan que les pasó en ese instante, "Yo en ese momento estaba…caído entre dos ingleses, levantando a un pueblo". Eran las 16.09 hs del 22 de junio de 1986. Y el mundo se conmovía.
El artista británico Richard Swarbrick se inspiró en ese gol para realizar un impresionante corto animado. Se trata de una animación realizada con recortes de revistas y diarios deportivos de la época, y le puso como fondo el clásico relato de Víctor Hugo. Aquel gol, reconocido como el más hermoso de todos los tiempos, por el desarrollo de la jugada y la importancia del encuentro, no solo selló el pase de Argentina a semifinales, sino que certificó a Diego, hasta ese momento, como el futbolista más grande de la historia. Una suerte de Michelangelo del fútbol. El corto animado se denomina "Fantasista: el arte del número diez".
Cada tanto, como ahora, miro la foto de Diego gritando el gol. El salto con las piernas encogidas, el cabello negro al viento, los puños apretados, la cara desmesurada, los ojos con el alma escapándose, la boca bien abierta. Como si se tragara al mundo. Un grito bien futbolero. No hay un solo grito en la historia de los goles del universo, en el anonimato de un barrio o en el gigantismo de un Mundial, que impacte como el del Diego de la foto. Pelusa grita allí los días que avanzó en su infancia en Villa Fiorito con una pelota en los pies, y las noches en que durmió goles que parecían solo sueños, y las tardes en que transpiró entrenamientos tediosos. Cuando estoy solo grito frente a la foto, y me siento como Diego, libre. Porque gritar un gol es eso, la libertad de un ratito. Todo eso nos regalaba aquel Diego. El mismo que extrañamos hoy.


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