07.50 El funcionario nacional dice que la provincia se ha preparado para enfrentar inundaciones pero no ante el evento "más frecuente" del Paraná, sus pronunciadas bajantes. Un repaso por lo que pudo haberse hecho desde hace un año y medio, cuando el hidrómetro comenzó a ser noticia por sus números bajos y también por lo que no se hizo antes, al diseñarse los grandes acueductos.
El ingeniero Gustavo Villa Uría es secretario de Obras Hidráulicas del gobierno nacional y es santafesino. A ambas condiciones no puede escapar cuando se habla con él sobre la bajante del río Paraná y los problemas crecientes que tiene la provincia de Santa Fe, en sus sistemas de potabilización de agua para el consumo humano.
Dice con dolor que ya no existe la provincia que era capaz de planificar a largo plazo, y pone como ejemplos lo hitos del Túnel Subfluvial y la Autopista Santa Fe-Rosario, cuando además de recursos hubo una mirada de largo plazo. Se pregunta por qué no hay líneas de investigación en la UNL sobre qué hacer ante las bajantes del Paraná y describe como un "error de diseño" el plan de acueductos que acertó en dar una respuesta a la endemia del arsénico en el oeste, pero no previó lo que hoy ocurre.
También habló del año y medio que ha pasado ahora, sin que Santa Fe tome medidas serias o comience al menos a planificarlas.
Piensa que las sucesivas gestiones provinciales y la universidad deberían "volver a pensar en grande, dando pasos pequeños pero rápidos y en la dirección correcta".
Primer caso grave
La semana pasada el Enress ordenó sustituir con otras alternativas al Acueducto Centro Oeste. Provee a 13 localidades donde viven unas 80 mil personas, en una zona de hidroarsenicismo endémico. Tiene su toma de captación en el río Coronda, a la altura de Monje, donde su planta de tratamiento no puede abatir la alta salinidad inusual en ese curso. En la ciudad de Santa Fe se presenta un problema con el sabor del agua, no con sus características de potabilidad y aptitudes para consumo humano, pero otras áreas (como Santo Tomé) pueden enfrentar en poco tiempo problemas mayores.
Periodista: - Los santafesinos pensamos que sólo hay problemas graves cuando el río crece.
Gustavo Villa Uría: - Sin embargo, la historia muestra que han sido muchas las ocasiones en que la ciudad ha buscado maneras de superar el problema de la salinidad del agua. Pensemos en que el riacho Santa Fe fue hecho a mano, con herramientas muy precarias para traer agua del este y que lo mismo puede decirse del sistema Leyes-Setúbal o de la toma de agua en el Colastiné y el puente Colgante. Todos esos trabajos, en distintos momentos, se hicieron para que llegue agua del este, porque la del oeste recibe tenores salinos que la hacen una fuente de mala calidad.
Los sistemas como el Coronda, el San Javier, y en menor medida el Colastiné se desconectan del Paraná cuando este último está bajo. En otras palabras, los sistemas que llegan a nuestra región en la costa santafesina no reciben el aporte que habitualmente les llega del Paraná y por eso predomina la salinidad del oeste. En el caso del Colastiné esto se verifica en un grado menor..
¿Eso era posible de prever cuando se construyeron los acueductos, como el Centro Oeste que ahora no se puede usar? Ese sistema depende del Coronda.
Santa Fe armó un esquema en base a la construcción de grandes acueductos, que está bien hecho porque es la forma de llevar agua potable a la franja oeste, pero en el diseño de ese plan no se ha previsto qué hacer ante una bajante del río Paraná que hace esto: desconectar de sus caudales a los sistemas que están cerca de las tomas de agua y ahora se salinizan. Es un error de diseño del plan de grandes acueductos.
La franja oeste tiene arsénico y cada vez es mayor la contaminación por agroquímicos. No es gratis la rica producción agropecuaria, deja una huella un impacto fuerte.
¿Qué debería haber hecho y que debería hacer Santa Fe?
GVU: - Es necesario buscar fuentes adecuadas para la provisión de agua potable para cuando se producen las periódicas bajantes del Paraná.
Parecía imposible que nos ocurriera lo que pasa hoy. La ciudad se inundó en 2003 y en 2007.
Quienes planificamos obras y sistemas de provisión de agua potable, la ciudad, la provincia, la Nación, todos debemos pensar en términos de largo plazo. Las bajantes pronunciadas del Paraná no son eventos tan aislados o raros. En 1944 pasó algo parecido, pero los relatos históricos de Santa Fe, las cartas de los vecinos, las actas del Cabildo y otras fuentes muestran que es un suceso usual. Lo realmente grave es que la Provincia no tiene un plan de contingencia.
Imaginaron un rio Paraná infinito proveedor de un agua de optima calidad en abundancia, que hoy no llega a estas costas. No previeron que se iban a necesitar otras fuentes.
Creo que trabajaron sobre una nueva serie histórica de la última mitad del siglo y confiaron en las predicciones de cambio climático que hablaban de que no volvería a darse una bajante. La realidad está lejos de ser así.
-¿Esa realidad está en la historia de las mediciones del río?
-Las inundaciones han demostrado ser un suceso menos frecuente que las bajantes extraordinarias. Las inundaciones de 1905, del 66 y luego la del 82-83 son menos frecuentes que las bajantes anteriores a la década del '70. Fueron muchas.
-Hablamos de lo que se pudo haber hecho cuando se planificaron los acueductos. ¿Qué se debió hacer ahora, en este año y medio último, en el que el hidrómetro es noticia por sus valores bajos?
-Estamos ahora en condiciones ya muy críticas y lo ocurrido con el Acueducto Centro Oeste lo demuestra, pero pudo por ejemplo estudiarse seriamente cómo hacer una canalización que vincule a las aguas del Paraná con un tramo del Coronda. O, en una solución más sostenible, dragar el canal de acceso del Puerto de Santa Fe para que el Salado reciba más agua del Paraná.
Pero el canal de acceso ya se draga para su navegación.
No es lo mismo dragar para navegar que hacerlo para que ingrese agua del Paraná y por supuesto son usos compatibles. Aclaro que no es una cuestión que yo haya estudiado o que se haya conversado con la Provincia desde la Nación. Simplemente dejo mi opinión sobre qué obras pudieron haberse hecho ante estas circunstancias, haberlas planteado Santa Fe o al menos estudiado seriamente.
El canal de acceso es un vínculo que se hizo hace mucho tiempo, pero no se ha tenido en cuenta y podría mejorar la calidad del agua del Salado.
Santa Fe tiene la toma del Colastiné, pero Santo Tomé recibe del Salado.
Es parte de lo que digo. Santo Tome tiene que tener una solución. Se hicieron las tomas sin una planificación integral en su momento y luego tampoco se buscaron alternativas.
-¿Es una obra de un costo posible?
El Riacho Santa Fe es de la Colonia, cavado con herramientas rudimentarias, por buenos observadores del río. Ellos ya notaron que el sistema del Paraná está más alto que la costa santafesina y por eso sabían que con cualquier conexión el agua vendría sola. Lo vemos en el Leyes-Setúbal, en el riacho que está bastante obstruido y en el canal de acceso. Y por eso se hizo la toma al Colastiné.
Visto desde siglos después, claro, el impacto fue muy superior al previsto. Pero hay que estudiar esas posibilidades y hay condiciones en Santa Fe para hacerlo. Seguramente, la Facultad de Asuntos Hídricos de la Universidad Nacional del Litoral tiene cientos de proyectos con otras líneas de investigación, pero no he visto nada sobre este aspecto como tampoco hay un plan de contingencia en la provincia sobre qué hacer y qué no hacer ante esta situación que, insisto, no es extraordinaria.
Los sistemas de potabilización, de conducción de agua son costosos y en esos términos una obra de la que hablamos es parte de esos costos, altos pero no imposibles.
¿La Nación le planteó a la Provincia tomar medidas ante la contingencia?
-Y bueno sí, las hemos planteado. Hemos estado planteándolas a todas las provincias pero el Estado Nacional puede financiar, dar una mano en cuanto a los recursos… pero no es quien tiene que empujar del carro.
-¿Y las demás han afrontado con alguna planificación mejor esta situación?
-Es una situación común a todo el litoral. Y por eso la Nación previó en abril de 2020 un paquete de financiación para obras con motivo de la bajante por diez mil millones. Les pedimos entonces a las provincias que se pongan a trabajar para hacernos en esta región del país más resilientes a estos eventos. Que no sean más graves los problemas.
¿Qué podemos esperar en los próximos meses?
Tendremos un par de mese más en que la situación será cada vez más grave. Hasta finales de octubre por lo menos con aguas bajas. Y esperemos que para entonces Brasil tenga otro panorama.
Tuvimos la suerte de que hubo algunas lluvias en el Iguazú y eso nos ha dado una cierta estabilidad. Posiblemente no se repita el escenario del '44, pero vamos a ver al río más bajo que ahora. Es un panorama difícil.
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