Con su guardapolvo blanco, entre las pipetas, los microscopios y sofisticados equipos digitales de laboratorio, El Litoral encontró al bioquímico Guillermo García Effron, docente e investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y Conicet, que fue seleccionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como parte de un selecto grupo de expertos de varios países en enfermedades fúngicas invasoras.
Los 19 profesionales que integran la lista a nivel mundial participarán de la redacción de un informe sobre protocolos y herramientas diagnósticas. El equipo está formado por seis especialistas europeos, cuatro de África, tres de Oceanía, tres representantes por EE.UU. y Canadá, uno de China y dos integrantes de Sudamérica (uno por Colombia y García Effron por Argentina).
La designación del investigador santafesino no salió de la nada. Detrás de su nombre hay una robusta trayectoria profesional de estudio y trabajo científico en la materia, que supuso especializaciones en España y Estados Unidos, y el regreso a Santa Fe para seguir trabajando en el Laboratorio de Micología y Diagnóstico Molecular de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas, del cual es director.
El investigador resaltó que eligió la carrera de Bioquímica y, dentro de ella, dedicarse a la ciencia, "para ayudar a la gente; y si este trabajo global sirve para llegar a más personas, mejor aún". Explicó de qué se tratan las enfermedades fúngicas invasoras, por qué es difícil prevenirlas y cómo es que los conocimientos están 60 años atrasados con relación a las infecciones bacterianas.
Trayectoria profesional
–¿Cómo es que llega usted y este laboratorio de Santa Fe, a ser convocados por la OMS para un proyecto global?
-Fui estudiante de la Facultad de Bioquímica y empecé trabajando en este laboratorio del '97 al 2000. Luego me fui a España donde hice un doctorado y un primer posdoctorado en el Instituto Carlos III de Madrid (que es como nuestro Malbrán), y después un segundo posdoctorado en Estados Unidos (en la Universidad Rutgers de Nueva Jersey). En el 2011, volvimos con mi señora, que es micóloga también, y se armó esta parte nueva del laboratorio de investigación en la Facultad de Bioquímica, que es de doble dependencia entre la UNL y el Conicet. Entonces, ya venimos con contactos de afuera por nuestra formación previa. Acá en el laboratorio, empezamos a desarrollar un estudio de resistencia a los antifúngicos y diagnóstico de micosis que hay más en Sudamérica y no hay en Europa, por ejemplo. Entonces, empezamos a publicar como Conicet entre 5 y 7 papers o trabajos científicos al año. De ahí también nos fueron conociendo a nosotros y a nuestro trabajo a nivel internacional.
-O sea, hay una importante trayectoria previa de trabajo en este tema.
-Sí. Y a partir del 2019, formo parte del Comité de Antifúngicos del CLSI, que es una institución norteamericana que hace estándares de laboratorio; o sea, protocolos que te dicen, por ejemplo, "hay que tomar tantos microlitros de esto y de aquello y ponerlo en tal solución". Hace unos años me invitaron a formar parte del comité de antifúngicos por nuestro trabajo de resistencia. La frutilla para llegar a este listado, fue que cuando en 2022 empezamos un proyecto internacional con la Fundación Jylag, de Suiza (y Gaffi), que es la única ONG en el mundo dedicada a potenciar la investigación en micología a nivel global. Por ese proyecto, nos financiaron la compra de dos equipos de biología molecular y la beca de Manuela Loaiza Oliva, una tesista colombiana que está trabajando con nosotros. Gaffi financió un laboratorio en Guatemala y el segundo en el mundo, que es el nuestro, acá en Santa Fe, Argentina.
Diagnóstico y resistencia
-¿Qué trabajo hacen en el laboratorio?
-Hay una tendencia mundial que en micología tiende a que el diagnóstico se concentre. Ahora, acá recibimos muestras para diagnóstico de 22 instituciones de la región, desde los hospitales Cullen, Iturraspe o Alassia hasta todos los sanatorios privados de Santa Fe, de Paraná y de Villa Libertador San Martín, con un alcance a un millón y medio de personas. Porque el problema con las micosis es que son graves, pero relativamente menos prevalentes, es decir, hay menor cantidad que las infecciones bacterianas. Una infección urinaria es de todos los días; con los hongos no es así pero cuando se dan, son enfermedades graves.
-¿Puede explicar qué es una enfermedad fúngica invasora (EFI)?
- El común de la gente asocia los hongos a una lesión en la uña, una manchita en el hombro. Pero en los pacientes inmunodeprimidos (con leucemias, oncohematológicos, trasplantados, con cáncer en órganos sólidos, diabéticos, con HIV positivo, lupus), son quienes pueden sufrir infecciones graves. Entonces, la levadura que provoca candidiasis vaginal en una mujer sana, a un paciente con HIV positivo lo puede matar, porque se le va por la sangre. Hay dos grandes grupos: uno de ellos, de enfermedades fúngicas invasoras causadas por hongos endémicos; y otro, de hongos oportunistas, que están por ejemplo en la frutilla, en el pan; esos son Aspergillus y Mucorales, que a personas normales a lo máximo les da una alergia, pero para un paciente inmunodeprimido es grave. La vía de ingreso es pulmonar y en aquel que no tiene defensas, se disemina por sangre a otros órganos.
Hongos de la región
-¿Cuáles son los hongos de esta zona? ¿Se pueden prevenir las EFI?
-En esta zona hay hongos endémicos -que son Histoplasmas y Paracoccidioides-, que nosotros los estamos inhalando continuamente. Están en cualquier lado, en la naturaleza, en la tierra. Quizá a una persona sana le produce una infección que se confunde con una gripe fuerte y se cura sola, pero para un paciente inmunodeprimido, es grave. Con la epidemia del Covid, por ejemplo, vimos que un 10% de las personas que entraban a terapia, tuvieron "aspergilosis", y de esa cantidad, el 80% moría, no por el Covid sino por este hongo o por otro que en las noticias se conoció como el "hongo negro". También el hongo puede quedar latente en la persona y a los 5 años recién aparecen síntomas porque se inmunodeprimió. No hay forma de prevenir porque estos hongos viven acá y no necesitan de nuestros cuerpos para su ciclo vital. La clave está en el diagnóstico rápido para al paciente lo antes posible, lo que mejora el pronóstico. También hay que considerar que hay resistencia.
-¿Puede ser que las EFI hayan aumentado en cantidad de casos en la región?
-Un centro de trasplante renal de Santa Fe hace 75 operaciones al año; hace una década atrás esto no se hacía. Esto quiere decir que sólo en esta ciudad hay 75 pacientes de riesgo más por año, si tomás esa sola patología. Si a eso se suma que hay más casos de HIV, que hay más leucemia, el grupo de riesgo de la enfermedad fúngica aumenta. Entonces, el problema con el diagnóstico es que, por ejemplo, el kit para el diagnóstico de aspergilosis es comercializable, lo podría comprar cualquier hospital, pero necesitás gente formada para usarlo y te venden 50 reacciones con vencimiento en 6 meses. Para un hospital que reporta 5 casos al año, no le compensa comprarlo. Por eso, la idea de Gaffi (Fondo de Acción Mundial para las Infecciones Fúngicas, en español) a nivel mundial es que el kit rinda económicamente y en cuanto a recursos humanos, a partir de la concentración. Nosotros estamos haciendo diagnóstico, dando clases, investigando sobre hongos todo el tiempo; mientras que un hospital se ocupe de las bacterias, virus y hongos.
-¿Por qué la OMS está especialmente preocupada por las EFI?
-Siempre la micología fue atrasada respecto a la bacteriología. La OMS recién en el 2022 sacó la lista de patógenos prioritarios, es decir, qué hongos hay que estudiar que son más problemáticos para la salud mundial. En bacteria eso se hizo en la década del '60. Entonces, estamos 60 años atrasados en conocimiento de micosis. Ahora surge de hacer lo mismo con la lista del diagnóstico prioritario, y pata eso me convocaron. Vamos a hacer una guía donde se van a describir todas las herramientas diagnósticas hoy disponibles, las que están en evaluación y se va a tratar de estratificarlas para ver cómo equiparar a los países ricos con aquellos de bajos ingresos, con un mínimo de estándares para el diagnóstico.
Hacer ciencia en el país
- En su experiencia ¿Es difícil hacer ciencia a nivel local o en el país?
- Sí, la financiación para ciencia en Argentina siempre fue un sube y baja, históricamente. El problema es que si no optamos por alguna ayuda internacional, nos es difícil competir o seguir a los que están afuera. Los proyectos más grandes de Argentina, cuando estábamos bien, tenían un financiamiento de entre 40 y 50 mil dólares para tres años de investigación. En Estados Unidos, en el postdoctoral que realicé, el proyecto era de 2 millones de dólares. Los proyectos te sirven para comprar reactivos, que son caros, pero hay un equipo que tenemos salió 35 mil dólares, y a eso hay que agregarle 5 mil dólares de una computadora. Publicar en una revista internacional sale 1.500 dólares de coste editorial. Entonces, los financiamientos de Argentina son competitivos local o regionalmente, pero si querés ir a las ligas mayores, resulta imposible, no hay forma. (El Litoral)
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