09.34 Por Martín Lehmann. Si hay algo que se luce mucho en la ciudad de Rafaela es la enorme bandera argentina frente a la Jefatura de Policía. Imposible no admirar una y otra vez cómo la luz directa del sol la hace ver aún más linda de lo que ya es.
Lo que muy pocos saben es que esta clásica postal rafaelina está hoy en peligro.
La bandera de nuestra nación tiene entre sus virtudes representar a todo el pueblo argentino por encima de las diferencias naturales de sus individuos. Un argentino sea rico, pobre, alto, bajo, gordo, le guste el fútbol o el automovilismo, siempre va a poder tomar como propia la celeste y blanca, encontrando en ella un denominador común con los demás connacionales.
Sin embargo hace ya unos años que por intenciones políticas disfrazadas con palabras biensonantes como tolerancia, empatía o inclusión, ese protagonismo ya ha sido atacado en otras ciudades del país.
Esto ocurre con acciones burdas como reemplazar directamente la bandera nacional, hasta otras más sutiles como compartir el mismo mástil con ella. Para peor, estas embestidas contra el símbolo patrio suelen estar promovidas por entes gubernamentales que deberían ser los primeros en defenderlo, pero no dudan en echar mano a la corrección política para ganarse la simpatía entre cierta gente.
Ninguna otra bandera puede ni debe tomar el lugar de la celeste y blanca, por más loables que parezcan las intenciones. Izar otra que solamente represente a un grupo determinado de personas, resulta instantáneamente en la exclusión de los demás y la imposición de una igualdad forzosa y totalitaria “mediante la ley”.
No importa si se trata de la bandera de las personas gordas, de las flacas, de las que les gusta la pizza de anchoas o de aquellas comparten ciertas preferencias sexuales, e incluso un origen étnico común. Está muy bien que existan símbolos para distinguir a equipos de fútbol, partidos políticos o agrupaciones de activismo social. ¡Son muy necesarios! Lo que no está bien es que ocupen el lugar supremo que pertenece a nuestra bandera nacional argentina. Aquella bajo la cual todos los argentinos, sin importar su condición, son cobijados por igual.
Es muy necesaria la participación de cada habitante de Rafaela para velar por el respeto a la celeste y blanca en esta ciudad. La tentación de los funcionarios de caer en la corrección política y las ideologías de moda está más fuerte que nunca, trayendo el riesgo de traicionar a la patria. No les perdamos pisada.
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