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Opinión

No es la interna del Gobierno; es el colapso del modelo "K"

El fracaso de Alberto Fernández está modelando a la oposición y al oficialismo. En el caso de los opositores ha hecho crecer la figura de Mauricio Macri como efecto de los incontables desaciertos de gestión de los dos últimos años y medio.
Hay imágenes que valen más que mil encuestas. Macri paseándose por Monte Chingolo, en el corazón de la pobreza, o por Soldati y saludado por los vecinos era una experiencia impensable cuando abandonó la Casa Rosada. Fernández lo hizo posible.
El envión recibido ha hecho pensar a Macri en abandonar su plan de convertirse en una suerte de "ordenador" de la interna del PRO para construir su propia candidatura. Su entorno sigue asegurando que no será candidato, pero que el ex presidente declare sin filtro que el gobierno es una combinación de "ineptitud bestial, ideas equivocadas y maldad" debe estar queriendo decir algo.
En sentido contrario Horacio Rodríguez Larreta, después de oír la andanada de Cristina Kirchner contra Fernández del último lunes, opinó que la vice había hecho "autocrítica" y que esperaba que empezase con el cambio. El alcalde porteño sigue creyendo en que la tibieza paga electoralmente, aunque últimamente contacta con consultores que podrían introducirles cambios a ese guión (ver Visto y Oído).
En el campo oficialista, en tanto, Fernández ya fue desahuciado por Cristina Kirchner. En las últimas semanas las críticas han sido constantes y la relación entre ambos no se recompondrá con el actual nivel de mala praxis del Presidente, algo difícil de cambiar.
Es que Fernández parece condenado a no hacer nada bien. El "affaire" del avión cargado de iraníes y venezolanos se fue complicando hasta obligar a sus funcionarios a desviar todas las preguntas hacia la Justicia, porque lo que habían dicho los encargados de seguridad e inteligencia resultó desmentido en el cortísimo plazo. En pocas palabras el gobierno fue tomado por sorpresa, no tenía información e improvisó.
Sin embargo, no se trata sólo de la seguridad. Fernández tampoco demostró los reflejos adecuados para resolver la falta de gasoil, ni la huelga de camioneros, ni la merma de embarques de cereales en la temporada alta de la actividad. Sólo los tuvo y tardíos para responderle a Cristina Kirchner que no hay un festival de importaciones que dejan sin dólares al Banco Central. Una refutación débil e intempestiva, para una vice alarmada seriamente por la posibilidad de una corrida cambiaria.
En realidad el oficialismo se entretiene en esas peleas internas que dan pasto a la prensa, porque no tiene solución para la crisis.
En sentido estricto el fracaso no es de Fernández, sino del modelo "K". A él le tocó administrar la etapa de liquidación del esquema montado por Néstor Kirchner en 2003 sobre la base de un clientelismo insostenible. El Tesoro no puede tener a sueldo a un ejército de millones de votantes con una economía estancada, sin inversiones, ni moneda. Tan obvia es la raíz de la crisis que hasta CFK intentó mostrarse ecuménica consultando a un ex economista del PRO y encargándose de que todo el mundo se enterara.
Resulta obvio también que en el largo plazo no se puede financiar a los votantes de clase media con subsidios a las tarifas que destruyeron tanto el balance energético como la moneda. El clientelismo no es sólo una práctica espuria que corroe la democracia, también destruye la economía.
Así, el problema no es la interna del Gobierno, sino que el modelo colapsó. No hay reformismo, ni gradualismo posible. Lo que apareció es la necesidad de desmontar el modelo de los últimos 20 años. La visita del Melconian a la vice es una admisión tácita de ese hecho. Que sea un gesto "pour la galerie" no invalida su sentido.
La vicepresidente no duda en aparentar que revisa su libreto. Exactamente lo contrario de Rodríguez Larreta.
Otro fenómeno político derivado de la alta inflación es la importancia adquirida por las organizaciones piqueteras alimentadas con planes para mantener una "calma administrada" en las calles. A esa calma los kirchneristas dejaron de llamarla militancia o trabajo social para pasar a llamarla "extorsión".
Con la economía de las clases medias golpeada por la inflación, la supervivencia electoral de la vice depende de los sectores pobres del conurbano. Por eso Fernández empezó a desviar planes hacia los intendentes, provocando la ira de los piqueteros contra su mentora. Pero estas escaramuzas son irrelevantes. Lo central es la crisis para la que el oficialismo carece de solución y la oposición, de orientación definida. Hay una tensión entre el ex presidente y el jefe de gobierno porteño que excede la disputa de poder. Es sobre la magnitud y velocidad del cambio necesario, cuestión en que la que residirá la clave de la próxima campaña.
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Alberto Fernández editorial gobierno K
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