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Opinión

La UCR, ante una de sus peores crisis

Editorial

Por Editorial

Con la asunción por parte de Martín Ocampo de la presidencia del comité de la ciudad de Buenos Aires de la Unión Cívica Radical (UCR), el viejo partido de Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Arturo Frondizi, Crisólogo Larralde, Ricardo Balbín, Arturo Illia y Raúl Alfonsín ha descendido un escalón más en la representatividad política que tantas veces lo llevó al poder en el distrito. Es un declive de décadas, acelerado en los últimos tiempos.

Ocampo ha llegado a aquella posición de la mano de Daniel Angelici. "El Tano" es un personaje del juego en la provincia de Buenos Aires y en los ámbitos cada vez más controvertidos del fútbol profesional en la Argentina. Pero con la buena voluntad de "El Tano" no hubiera sido suficiente para instalar a Ocampo en la conducción local de la UCR; era necesario un acuerdo con el presidente del partido en el orden nacional, Martín Lousteau, y la gente que ayudó a este a empinarse a esa posición.

Angelici lo logró. Ahora, las influencias que provienen del juego se aúnan a las que regentean desde hace muchos años la Universidad de Buenos Aires en curiosa coexistencia entre facciones del radicalismo y el peronismo.

Son las facciones aliadas para impulsar a troche y moche nuevas universidades nacionales, de modo entusiasta en el Gran Buenos Aires, y asegurar a los amigos conchabos en sus claustros en épocas fluctuantes de la política. Es como si no hubiera pocas universidades en ese entorno, y como si no hubiera otras urgencias mayores para la sociedad, y menos demagógicas que las de tener abiertas gratuitamente las puertas de casas de altos estudios para que se eternicen allí porcentajes insólitos de estudiantes crónicos.

El shock de sinceramiento, brutal, sin duda, que se está produciendo al fin en el país indica de un tiempo a esta parte, tímidamente si se quiere, que comienza a hablarse de la sin razón de que la sociedad deba pagar por los estudios de quienes por sí o por sus familias están en condiciones de costearse los gastos. Esa ligereza que cuesta a la Nación centenares de millones de pesos no se percibe con tal grado en Cuba, tan estricta para el ingreso de aspirantes a entrar en sus universidades; tampoco en Rusia, que sigue las tradiciones heredadas de las rígidas políticas educativas de la ex Unión Soviética.

En su tan meteórica como inexplicable carrera en el radicalismo, Lousteau ya lleva registradas algunas rupturas con ocasionales aliados, como Rodrigo de Loredo, jefe del bloque de diputados nacionales. Hoy ha establecido un acuerdo con Angelici para la gobernanza del distrito porteño. Lo han hecho a través del abogado especializado en Derecho Administrativo y de las Comunicaciones que era Ministro de Seguridad de CABA hasta que se vio impelido a renunciar. No pudo resistir las consecuencias del fracaso de la contención de barrabravas "riverplatenses" que atacaron, poco antes del comienzo de un superclásico con Boca, el vehículo que trasladaba a los jugadores del equipo "Xeneize". El asunto terminó en un escándalo de dimensión internacional.

Después de convertirse en el caso único de un jefe de bloque que se pronuncia contra la aceptación de una iniciativa oficial -la concerniente al DNU propuesto por Javier Milei- y es sólo acompañado por dos de sus 12 pares, Lousteau abrió una ronda de entrevistas periodísticas para explicar lo inexplicable. Cualquier liderazgo partidario habría quedado gravemente desautorizado después de un episodio de aquella naturaleza, pero por su terquedad masoquista Lousteau fue por más castigo.

Quien ha demostrado como él el grosor de su piel política al entreverarse en la vida interna de un partido de tradiciones democráticas después de haber sido en un período crítico ministro de Economía de la nefasta presidencia de Cristina Kirchner, demostró también que hasta carece del sentido de orientación respecto de la musicalidad de las palabras. Le ocurrió cuando de apuro trató de formular aclaraciones sobre lo primero.

¿A quién se refería en su fallida ironía? ¿A radicales como Arturo Illia? ¿A radicales como Fernando de la Rúa? ¿O a otros dirigentes a quienes en el pasado se zahería por supuestas vacilaciones y ausencia suficiente de reflejos para actuar con rapidez? Lousteau se comió -nunca más apropiada la expresión- un pedido inmediato de explicaciones y disculpas públicas de la vicepresidente de la UCR, Pamela Verasay, su segunda en la dirección partidaria. Fue lo menos que ella pudo haber hecho.

Sobre Angelici se dice que tiene relaciones personales tan directas con este juez como para pasar por alto las descalificaciones que han caído sobre él desde asociaciones de magistrados y funcionarios de la Justicia, colegios de abogados y entidades empresariales. Por si fuera poco, se han sumado a tan inusual crítica figuras de larga trayectoria en la UCR: Raúl Galván, Juan A. Portesi, Juan Manuel Casella, Elva Roulet, Antonio Hernández, Guillermo Moreno Hueyo, Elsa Kelly y Jorge Lapeña, entre otros.

Queda, entretanto, el interrogante, más filoso que nunca, sobre hasta cuándo podrá conservar su identidad en esta ciudad un partido de tantas glorias si no cambia drásticamente un rumbo que desde la segunda parte de los años ochenta comenzó a llevarlo a su perdición. En el primer paso hacia su reconstrucción, debería sacarse de encima la constelación de "buenos muchachos" que lo han llevado a la grave situación actual.

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