Por Alcides Castagno - Cuando Mario y María Giuliani llegaron de San Lorenzo In Banale, Trento, para establecerse en Rafaela, sabían más de sacrificios y dolores que de vida placentera. Dieron vuelta la página y pusieron manos a la obra para construir el futuro que habían venido a buscar. El mayor de los varones, Agustín, heredó la inquietud por la superación y el ingenio. Escuela, aprendizaje en el torno y taller propio fueron marcando pasos que repasamos en la nota anterior. Tanto Agustín, como otros empresarios que hicieron de Rafaela una fuerza industrial creciente, no dejan de destacar una mención especial por Antonio Poupeau, director durante muchos años de la Escuela Técnica. Su iniciativa intensa logró un par de generaciones de técnicos formados en la teoría y la práctica. Los primeros amortiguadores reparados, la primera moledora de granos, la mezcladora, la embolsadora y así la fábrica completa. Llave en mano fueron desafiando, asumiendo errores y multiplicando aciertos.
Doris
Una costumbre de la "barra" era visitar pueblos vecinos en ocasión de bailes y fiestas. En una de esas escapadas, Agustín se cruzó con una bella muchacha de Santa Clara de Saguier: Doris Mezzadri. Ella se convertiría en un vínculo esencial entre la sociedad rafaelina y los más necesitados. Cuando se conocieron en un baile del Club Sportivo, Giuliani tenía 18 años. Se enamoró de tal modo que iba a visitarla transitando 45 kilómetros en bicicleta, hasta que "inventó" su propio automóvil. El noviazgo duró siete años. Apenas pudo llegar el día de su casamiento, entre pantanos y árboles caídos, por una tormenta de la noche anterior. En cambio, su familia no llegó a tiempo para la ceremonia, aunque no faltó oportunidad de celebrar. El 30 de marzo de 1961 nació el primogénito, Fernando, un mes después de que hubieron terminado su casa en lo alto del taller. Cuando, tiempo después, Doris volvió a quedar embarazada, el primer diagnóstico del Dr. Miguel Orlandi fue de mellizos. En una segunda observación, se alcanzaban a ver tres columnas y -efectivamente- la conmoción fue grande en la familia y en la ciudad cuando llegaron los trillizos Giuliani. Agustín había encargado un cochecito doble, que debió modificar por uno triple. Mario, Alejandro y Enrique nacieron el 18 de marzo de 1964.
Crecimiento
El galpón de General Paz y O'Higgins quedó chico, más aún teniendo en cuenta las aspiraciones de Agustín y su gente. Las miradas se volvieron hacia la Ruta 34. Compró varios lotes frente a la papelera de Chatelet y Sola y se puso a pensar en su antigua idea de industrializar lo que los demás dejan y devolverlo al mercado con valor agregado. Para experimentar con harina de carne compró a un conocido de Roca un caballo viejo y moribundo. Su faena, cocción en cal viva, sal y estacionamiento en el patio de su casa, ocasionaron un olor nauseabundo que provocó la protesta de propios y extraños. El proyecto quedó trunco, pero sólo postergado. Años después la producción y venta de harina de carne y alimentos balanceados significó un hallazgo no sólo por el producto terminado, sino además por las máquinas para lograrlo. Muy cerca, levantó la fábrica metalúrgica con ocho naves más una administración de cuatro plantas, cuyo reloj luminoso ha sido y es una referencia ineludible para los que transitan por la 34.
Confiado en su capacidad y en la de su empresa, Agustín salió a vender máquinas para alimentos balanceados por el mundo. Sin saber idiomas, con un portafolios, planos, lápiz, papel y coraje, hizo clientes en Turquía, Ucrania, Nigeria, Moldavia, México y varios países europeos. Creció con la aplicación de ingenio y servicio.
Servicio
El ingreso de Agustín al Rotary se produjo por invitación de sus amigos, los hermanos Orlandi. A pesar del compromiso que significaba la dirección exclusiva de su fábrica, se hizo lugar para el servicio a la comunidad. Durante más de 40 años integró la institución, que lo tuvo también como presidente. Aportó una parte del dinero necesario para la compra y remodelación de la sede en calle Alem. La actitud de servicio se potenciaba en su propia familia, con la presencia de su esposa Doris que fundó el voluntariado del Hospital "Dr. Jaime Ferré" y dedicó su vida a la atención de los más necesitados. Rafaela ha reconocido en parte su acción, dándole su nombre a una calle en el Sureste de la ciudad.
Quilmes
Su primera camiseta fue la de Sportivo Norte, pero pronto se integró a Quilmes por el fútbol. Aunque jugando no era de los mejores, fue sumando su presencia y su amor por el Club. Con el paso de los años, integró la Directiva en compañía de su amigo David y fue presidente durante 14 años. El cargo no le impidió arremangarse para adecuar la cancha, los arcos, los cercos, obras complementarias y la enorme tribuna. Puso sudor y dinero, con la compañía del inseparable "Ruso" Norberto Frenquelli. Estando de viaje, la CD decidió ponerle su nombre al estadio, a lo que Agustín se había opuesto. Al volver, se encontró con el hecho consumado y ya fue inútil oponerse a un acto de justicia de esa naturaleza.
Política
El intendente Rodolfo Muriel lo incorporó a su movimiento vecinalista, con el que salió electo Concejal junto a Hugo Marzioni, Juan Carlos Grana y Carlos Rosso. En oportunidad de ser presidente del cuerpo, se inauguró la sede actual, en el sexto piso del palacio municipal. Evidentemente Agustín no persiguió un afán de lucro personal, ya que donó sus sueldos íntegramente para destinarlos a entidades de bien público.
Todos estos datos, aportados por su hijo Fernando y su primo Eduardo Donati, reflejaron voluntad de ser y hacer. Gracias a sus testimonios y al libro autobiográfico "Simplemente Agustín", pudimos entrar al universo de ideas de un empresario múltiple y su entorno familiar que lo mantienen vivo.
Comentarios