16.40 Columna "El varón linchado" por Carlos Balmaceda*.
Nestor Oroño, referente del Derecho de Santa Fe, que sin dudas trasciende la frontera provincial, entra al recinto, se dirige al fiscal, levanta su brazo y extiende su dedo, al grito de “¡Fiscal mentiroso!” “¡No voy a permitir que un mocoso me difame, hace treinta y cinco años que vivo en la misma casa!”La escena, propia de una película de juicio norteamericana, paraliza el corazón de “La cordial”, como se conoce a Santa Fe, cuna de la ley en Argentina, convertida hoy en capital nacional de la falsa denuncia.
¿Qué ocurrió? Que el fiscal acusó a esta eminencia del derecho litoraleño de haberse robado un video, prueba clave en el juicio que se lleva contra Darío Céspedes, docente acusado de abuso.
El caso Céspedes, por si no lo recuerdan, es conocido como el de los 45 “no sé”, que es el número de respuestas que da un niño presuntamente abusado cuando en cámara Gesell retuercen su memoria y sus palabras hasta que las psicólogas pueden armar una línea central en el relato: el profesor de Música lo llevó al baño con una compañerita y allí los abusó.
Para ratificar estas palabras arrancadas hasta disponerlas con cierta lógica, es central corroborar cómo el docente pasó de una dependencia escolar a otra, donde se encuentra la supuesta escena del crimen.
Hace algo más de una semana que el juicio empezó a girar sobre esa imagen, y poco a poco, cayó en la trampa de arena de esta circunstancia: ¿Dónde está ese dato?
El primer escándalo ocurrió cuando la fiscalía inició sus balbuceos: que no se encuentra el video, que el técnico encargado se lo dejó a tal, que quién sabe.
Pero lo que sucedió hoy no tiene antecedentes. Vayamos con los protagonistas del episodio para que el lector de otras latitudes lo pueda entender.
LOS PERSONAJES
Por un lado, Matías Broggi, fiscal que hace dupla con la cuestionadísima Del Río Ayala.
Por el otro, los Oroño, apellido que nos remite al boulevard rosarino, pero también a un linaje de abogados que es, como se ha dicho, sinónimo de solidez y honorabilidad en el ejercicio del Derecho santafesino.
Oroño padre es Néstor, que en su estudio jurídico ha cedido los casos de género a su hijo, Sebastián Oroño, defensor de Darío Céspedes junto al doctor Alfonso Garrone.
En el medio, los jueces Gustavo Urdiales, Pablo Ruiz Staiger y Rosana Carrara que en número y función parecen árbitros de un combate en Nevada, impactados por el golpe bajo propinado hoy por el fiscal Broggi, en el contexto de una disputa tan manoseada como las que suelen verse en la ciudad de los casinos que nunca cierran.
Volvamos al momento cinematográfico: Oroño padre ingresa, señala a Broggi, no solo lo trata de “mocoso”, sino también de mentiroso, con lo que delimita los términos de este combate; no estamos solo ante un joven petulante, sino también frente a un embrollero que ha pretendido calzarle lisa y llanamente al doctor Oroño el sambenito de delincuente, que tal es quien se roba impunemente la prueba de un crimen.
Todo se inicia anoche en las redes, cuando uno de estos personajes insinúa lo que finalmente ocurrirá: que se disparará fuego a discreción sobre el doctor Oroño padre. ¿Zoncera? ¿Manipulación? ¿Amenaza? Quién sabe. Pero eso sí, después de la jornada vivida, no cabe duda de que ha sido un tiro por la culata.
El caso es que Oroño hijo, con una audiencia pendiente en Rafaela, se lo comenta al padre, en ese tono familiar y al mismo tiempo profesional de dos que se conocen y que comprenden las zancadillas y grises de una disputa judicial.
-Yo que vos, iría, viejo, porque te van a acusar de algo que jamás hiciste.
REFLECTOR PARA UNA DIVA
Carolina Walker Torres es una abogada estrella del femirulismo santafesino, que es como decir, del país, porque no olvidemos que esta es la tierra del profe Juanchi Trigatti, de Emanuel S. de Rafaela, del kinesiólogo Mariano Scali, quien de alguna manera inicia la lista de varones linchados.
Este escriba de todas maneras puede remontarse a un antecedente bochornoso ocurrido hace casi doce años atrás, que en su momento revelaremos. Es decir, estamos en la provincia donde el dispositivo disciplinario del femirulismo hizo pata ancha, y personajes como Carolina Walker Torres o la fiscal Del Río Ayala, sienten que están cumpliendo una misión histórica.
¿Algo nuevo para nosotros que investigamos cada caso que nos llega desde una a otra punta del país? No. De hecho, son tan previsibles las inquisidoras, que emplean los mismos argumentos mediáticos para desacreditar a los varones acusados de abuso: aquí, en Santa Fe, Walker repite el latiguillo del “encubrimiento religioso” para estereotipar a Juanchi Trigatti, así como hace lo mismo Mónica Fernández Avello en aras de estigmatizar a Juan Matías Bongiovanni en Bahía Blanca.
Son como mundos paralelos que se repiten hasta en parejitas de fiscales: Del Río Ayala es entonces el equivalente a la fiscal Marina Lara, eso sí, un poco más bruta nomás.
Volvamos al caso de la mano del doctor Marcos Barceló, un abogado que infructuosamente el femirulismo santafesino ha intentado acallar: “Lo que ocurre aquí es la revalorización de la prueba subjetiva sobre la prueba objetiva: por ejemplo, lo que la psicóloga le hizo decir al nene, -que se dejó crecer las uñas para repeler los ataques del profe- es más importante que las cámaras que determinarían si Céspedes lo llevó o no al lugar que se indica como el del abuso”.
Es un patrón. A Trigatti lo acusan de abusos que debería haber cometido a la vista de muchísima gente, de manera que las cámaras se barrerán bajo una montaña de folios para resaltar el factor emocional, el que, como hace la estrella en ascenso Walker Torres, puede contarse en las redes para provocar una reacción inmediata.
Es tal el apego de estas referentes del femirulismo a la cuestión mediática, que, según mentideros judiciales, en Bahía Blanca la jueza Fortunatti fue más que severa con las ya nombradas Fernández Avello y Lara, al advertirles que no dejaría que el caso Bongiovanni se siga politizando y mediatizando.
Es que la doctora no solo aspira a un proceso aséptico, sino que malicia qué ocurriría con ella si un fallo de inocencia se asocia a su nombre.
En fin, devaneos de una justicia que tiene poco de tal, y que acentúa su carácter por un grupo de mujeres que quieren estar en el centro y ascender por el ascensor de las políticas de género. Sí, estar en el centro es su aspiración, por eso con sus acciones le dicen a todo el que quiera oírlas “divas nos queremos”.
DE VUELTA EN SANTA FE
Lo curioso de este asunto que fue la comidilla de toda Santa Fe, es que la fiscal Del Río Ayala ha tenido el tupé de afirmar que con estas acciones se ha querido “empiojar” la causa, cuando en verdad, la acusación de su co-equiper es bochornosa y claramente mendaz: ha dicho que en un pase de magia el doctor Oroño birló la memoria con las imágenes que pueden determinar el destino de Darío Céspedes.
Pero Oroño hijo la desmiente con sólida y serena convicción: “la información sobre el disco surge a partir de lo que un testigo cuenta al tribunal. La defensa no lo sabía, desconocía la existencia de esas imágenes. Pero ese testimonio permite identificar al técnico, quien lo ratifica”.
Por si no se ha comprendido, la defensa desconocía la existencia del disco, mal entonces podría haber operado para escamotearlo de entre las pruebas.
Pero lo que definitivamente caracteriza como una canallada los dichos de Broggi, es su afirmación de que el doctor Oroño los ocultó o los hizo desaparecer. Para probar este dislate, citamos el aporte del medio santafesino “Aire digital”: “solo bastaron dos consultas para establecer que la acusación fue por demás endeble. Es que según estableció la investigación interna (basada en dichos de una empleada) el disco externo fue recibido en la Fiscalía el 9 de agosto del 2019 a las 12, un año antes de que los Oroño asumieran la defensa del caso de Céspedes, el 20 de febrero del 2020”.
Sebastián Oroño señala entonces:
“Quiero creer que la prueba se perdió, pero a partir de lo que hizo hoy, empiezo a pensar que se trata de encubrir algún accionar”.
OTRA VEZ LAS LUCES DE FACEBOOK
Como ya sabemos, el femirulismo no puede dar marcha atrás. Así que la doctora Walker Torres no se priva de manotear pelotas en el aire después del escándalo. Una forma de remendar el desaguisado del que saldrá mal parada como veremos.
En su cuenta personal de Facebook dice con aire indignado: “ha sido lamentable lo ocurrido hoy. Yo fui informada ayer y hoy esperaba una respuesta institucional del fiscal regional y nada más lejos de eso”.
Detengámonos aquí. ¿Informada de qué? ¿De que al doctor Oroño lo acusarían por algo que no cometió cuando ni siquiera patrocinaba la causa?
¿Qué respuesta? ¿Que el registro fílmico desapareció? ¿Por qué entonces conociendo esa información no le evitó el papelón a Broggi? ¿O lo dejó hablar suponiendo que la opinión pública creería esa difamación y así el rumbo de la causa sería favorable a la querella?
Luego sigue: “Solo acusaciones cruzadas y nada claro”.
¿Cómo doctora? ¿Que el doctor Oroño se defienda de una imputación pérfida se encuadra en una lógica de “acusaciones cruzadas”?
Detengámonos aquí, lector, estamos ante un clásico del femirulismo, el último recurso, la jugada que se practica justo al cumplirse los noventa reglamentarios: todos al área a cabecear, y si no se alcanza el esférico, a tirarse en el área chica y rezarle al VAR.
Sí, con ustedes, damas y caballeros: ¡LA VICTIMIIZACIÓN!
“Nada está claro”, insiste.
No, doctora, todo está más que claro. Un video que demostraría la culpa o la inocencia de un imputado desaparece, y en medio de un juicio el fiscal Broggi señala al doctor Oroño y le dice “fue usted, aunque ingresó en la causa en febrero de 2020 y esto ocurrió antes, fue usted”.
Y luego, esta perla.
“El MPA sacrificó a 2 de sus mejores fiscales en este escándalo, los conminó a un escarnio inmerecido”
Si Broggi, -que ni siquiera sabe calcular una diferencia de meses-, y Del Río Ayala, -que refiriéndose a una testigo dice al mejor estilo China Zorrilla en “Esperando la carroza” “¿ustedes vieron a la testigo, la pueden comparar con la otra?”- son los alfiles de la justicia santafesina, estamos embromados.
Pero no se queda ahí, no señor, la abogadilla sigue un poco más:
“Entiendo los enojos (justificados o no, no lo sé)”
¡Ah! O sea, si un buen hombre se altera porque lo acusan de chorro, no está del todo justificado.
Aunque lo que sigue es mejor. Atento, lector:
“pero si yo me pongo a los gritos, me sacan de la sala por loca e irrespetuosa, cosa que no ocurrió con el respetado colega”.
Obvio, doc, porque lo que ha ocurrido, y usted no lo quiere ni lo puede ver, es que el incidente del video perdido está mucho más allá de las falsas imputaciones a Oroño, es una piedra de toque en estos amañados procesos dirigidos por el femirulismo.
Porque todos estos armados judiciales hacen agua por algún lado. La cuestión es hasta qué punto una justicia corrupta y colonizada por las políticas de género, podrán sostener estas causas.
Ya lo ve, cuando hay competencia y honestidad profesional enfrente, y cuando la sociedad comienza a movilizarse, como ha ocurrido con el caso del profe Trigatti, solo por mencionar un ejemplo local, se suceden extraños episodios como el que ocurrió ayer en los tribunales de Santa Fe.
La desesperación no es buena consejera, doctora. Que en su Facebook usted llame con absoluto cinismo “simpático profesor” a Trigatti para invalidar que la opinión pública ha virado al influjo de la verdad, no es una buena señal. Quién le dice, tal vez la equivocada sea usted.
A LA ORILLA DE LA SETÚBAL
Tiene la costumbre de caminar por allí; como bien dijo él, treinta y cinco años viviendo en la misma casa, sin custodios, recibiendo periodistas en su estudio jurídico, a los que no se los cachea en busca de micrófonos, y manejando un auto sin vidrios polarizados. ¿Quién puede juzgar así nomás a un reconocido profesional del Derecho, que a las siete de la mañana empieza su jornada para terminarla cuando cae el sol, cuando su honor está en juego?
Después de todo, hoy podrá seguir caminando a la vera de la Setúbal, con la cabeza bien alta.
Quizás, este sábado, con la cabeza un poco más alta.
Una del estribo, lector, o para decirlo en términos judiciales, adenda: Walker Torres Ranger acaba de bloquearme en Facebook, solo porque parangoné los casos de Trigatti y Bongiovanni en su muro. No sabe cuánto lo siento, doctora.
¿Escucha eso, lector? Ladran Sancho. Ya sabe señal de qué es.
*Carlos Balmaceda es dramaturgo, escritor y sociólogo.
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