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Opinión

Armando Romitelli, mecánico de la velocidad

Armando llegó a la Argentina en 1913, cumplidos los jóvenes 15 años, con sus padres y hermanos, cuando los rumores de una inminente guerra mundial se hacían escuchar con fuerza de certeza. En Rafaela, comenzó su actividad arreglando bicicletas; luego se empleó en un taller mecánico.
Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Nació en Recanati, una ciudad de la provincia de Macerata, en la región de Las Marcas, sobre la costa del Adriático. Esta ciudad, además de ser la cuna de Armando Romitelli el 28 de febrero de 1898, vio nacer al poeta Giacomo Leopardi, al cantante Beniamino Gigli y a los ancestros de Leonel Messi.

Armando llegó a la Argentina en 1913, cumplidos los jóvenes 15 años, con sus padres y hermanos, cuando los rumores de una inminente guerra mundial se hacían escuchar con fuerza de certeza.

En Rafaela, comenzó su actividad arreglando bicicletas; luego se empleó en un taller mecánico. Cuando comprobó que su capacidad le permitía correr el riesgo, en 1925, se instaló por cuenta propia, con un taller en calle Urquiza 97. Conoció a Teresa Barberis, una joven argentina con la que, noviazgo mediante, contrajo matrimonio. Tuvieron dos hijos: Manlio, nacido en 1929 y Aldo, nacido un año después, en 1930.

Desarrolló su actividad especializada en tornería mecánica con voluntad, fuerza e inventiva, virtudes que transmitió a sus hijos. También amó la velocidad. Comenzó preparando una moto, con la que compitió en carreras locales y regionales, sin descuidar su oficio en el taller. Además de sus intervenciones sobre dos ruedas, se volcó a la preparación de coches de competición. Su primera aparición fue cuando intentó participar en la primera competencia de baquets en 1919; no alcanzó a terminar su coche, pero continuó en las que siguieron. Así encaró el armado y pilotaje del coche con que participó en las primeras 500 Millas de 1926. Su adhesión incluyó la promoción del evento mediante un viaje de ida y vuelta a Buenos Aires, para demostrar que podía hacerse en el día; empleó 22 horas manejando un automóvil prestado. Esa pasión la contagió a sus hijos, especialmente al mayor, Manlio, a quien asistió en su exitosa trayectoria en el motociclismo. Esa relación de padre a hijos era afectuosa, pero no exenta de rigor para el cumplimiento de compromisos y la excelencia en el trabajo.

En los días previos a las carreras, el taller de Armando se llenaba con los sonidos propios de los preparadores de motores de competición. En el lugar de trabajo y en su propia casa, hospedaba a corredores como Raúl Riganti, los hermanos Zatusek, los Brosutti, Chiossa con su bimotor V8 y el brasileño Chico Landi. Su esposa, Teresa, no había triunfado en los intentos de calmar los impulsos de Armando, de modo que convivió con ellos atendiendo a los ocasionales visitantes y compartiendo sus anécdotas.

Armando Romitelli, el adolescente que emigró de Recanati, quedó en nuestra historia por contribuir de la mejor manera a la imagen de Rafaela como centro de atracción para el automovilismo, desde sus comienzos.

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