En todas sus redes sociales Juan Matias Guerrero Aguilar publicó una foto en la que se lo ve cubierto de engrudo y témpera azul. Una típica postal de egresados. Pero en su caso el diploma de Técnico en Desarrollo de Aplicaciones Móviles de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) tiene una connotación distinta.
“La carrera me costó un poco más que al resto ya que nací con hipoacusia profunda bilateral”, contó en diciembre en su perfil de Linkedin con el objetivo de llegar a las personas que padecen esa dificultad u otras para asegurarles que “con perseverancia se logran todos los objetivos que uno se propone”.
Pero su búsqueda de ayudar a los demás no se limitó a un posteo. Junto a un grupo de compañeros de carrera Juan diseñó Comuseñas, una aplicación que enseña el lenguaje de señas a través del juego. Ese que quienes padecen dificultades de audición como él, necesitan para comunicarse.
“Tengo hipoacusia bilateral profunda desde nacimiento, lo cual quiere decir pérdida de audición total en ambos lados”, precisa el joven que tiene 29 años y vive en el barrio porteño de Floresta. “Esto afectó la comunicación, a mis cinco años de edad me implantaron de un solo oído, el izquierdo. Gracias a eso y al estímulo que recibí de mis familiares y fundamentalmente de las fonoaudiólogas que me acompañaron, pude desarrollar mi lenguaje”, agrega y cuenta que, de todos modos, aprendió el lenguaje de señas para comunicarse con otras personas que padecen hipoacusia.
Cuenta el flamante técnico que trabaja en la Inspección General de Justicia que durante toda su escolaridad buscó aprender a comunicarse. “En la primaria tuve docentes que tomaban diariamente dictados y también corregían las faltas ortográficas, en base a eso mejoré en el transcurso del tiempo con la escritura. En la secundaria me llevé la materia Lengua y terminé memorizando las faltas de ortografía posibles para no equivocarme y otros temas que me costaban mucho. En esa época todavía no comprendía ciertas palabras que se usan diariamente”.
Cuando empezó a estudiar Actuación, Guerrero buscó ampliar su vocabulario y buscaba sinónimos y antónimos o el significado de las palabras que decían sus personajes: “Subrayé, busqué sinónimos, antónimos, conectores para no repetir en las improvisaciones y entender qué querían decir”.
En busca de insertarse laboralmente eligió una carrera que lo capacitarse para hacer aplicaciones mobile. “Tuve que hacer tres veces el curso de ingreso y cuando logré entrar abandoné por mi problema de audición ya que no escuchaba las clases. Pero los docentes me contactaron. Me insistieron para que no bajara los brazos y empezaron a ayudarme y a preocuparse porque pudiese participar de las clases”, recuerda y transforma su logro en una gesta colectiva.
Fue durante la pandemia, cuando Juan Matias notó la falta de accesibilidad en las aplicaciones existentes para la comunicación virtual, especialmente para personas que utilizan lengua de señas. “Entonces decidí dedicar mi proyecto final de la carrera a enseñar lengua de señas para abordar esta brecha y mejorar la comunicación en entornos académicos y laborales, como los que yo transitaba”, argumenta.
La hipoacusia en la Argentina
Según los datos de la Sociedad Argentina de Pediatría, la hipoacusia afecta a entre 700 y 2,100 niños al año, constituyendo el 18% de las discapacidades en el país, con un 86.6% de dificultad auditiva y un 13.4% de sordera. La detección temprana es crucial ya que la pérdida de la audición afecta, además del desarrollo del lenguaje oral del individuo, su desarrollo intelectual, emocional y social.
Para desarrollar su idea, Guerrero contó con el apoyo incondicional de sus compañeros de estudios: Fernando Benítez, Javier Carballo, Víctor Orué y Fabián Zárate. Además de su equipo, Guerrero Aguilar apeló al asesoramiento de algunos grupos de profesionales que saben lengua de señas en diversos grupos para hipoacúsicos.
“Somos compañeros de la Tecnicatura en Desarrollo de Aplicaciones Móviles y coincidimos en la última materia de la carrera, que consistía en crear una aplicación utilizando los conocimientos adquiridos durante nuestro recorrido académico. Entre varias ideas que surgieron, la propuesta de Juan nos pareció la más significativa y con mayor potencial para contribuir a la comunidad”, apunta Benítez. Carballo agrega: “Consideramos que esta iniciativa es una forma de devolver a la universidad pública lo que ha hecho por nosotros, al tiempo que nos permite poner en práctica nuestras habilidades y conocimientos para el beneficio de todos”.
El primer testeo de la aplicación Comuseñas fue en la Expo UNLaM que la universidad organizó a fines del año pasado, donde los estudiantes le muestran sus proyectos a la comunidad. “Las reacciones superaron nuestras expectativas. Inicialmente, creamos la aplicación con el propósito específico de beneficiar a la comunidad sorda o con hipoacusia. Sin embargo, durante los tres días que duró la exposición, nos dimos cuenta de que la aplicación generó un impacto positivo en personas de todos los ámbitos que, simplemente deseaban aprender la Lengua de Señas Argentina”, se enorgullece Orué.
En tanto Zárate completa: “La diversidad de usuarios y las respuestas positivas que recibimos nos motivaron a seguir desarrollando la aplicación y a ampliar su alcance para beneficiar a un público aún más amplio. En eso trabajamos ahora”.
A la hora de describir su aplicación cuenta Guerrero Aguilar que la incorporación de inteligencia artificial permite que quien la use tenga un feedback. “Primero quien la utiliza tiene que identificar cuál es la seña que corresponde y luego, prendiendo la cámara, debe repetirla y la aplicación lo corrige o lo deja avanzar niveles en el juego. Hasta los chicos pueden usarla”, describe el creador.
“Por el momento no tenemos una fecha exacta, estamos puliendo detalles de la app, en base a lo que vimos en la ExpoUnlam para poder subirla a Playstore lo antes posible”, asegura el equipo. Mientras tanto, quienes quieran saber más sobre su creación o ver el demo pueden visitar la página Comuseñas. (Télam)
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