11.03 Hay malestar en la central obrera por la indiferencia de Alberto Fernández y la estrategia rupturista de Cristina Kirchner. Las charlas sindicales ante la perspectiva de una derrota electoral en 2023 y la agenda autónoma de Pablo Moyano.
Entre el malestar actual y la incertidumbre sobre el futuro, la Confederación General del Trabajo (CGT) tomó una decisión que apunta a recuperar el poder perdido: los principales sectores gremiales que la integran impulsarán una Mesa Político Sindical para formar parte de las discusiones de las candidaturas para 2023 y del armado del peronismo que viene.
La idea, analizada la semana pasada en dos reuniones de la mesa chica cegetista, no es nueva: en los años 90, los dirigentes que apoyaron a Carlos Menem formaron la Mesa Sindical Menem Presidente y y luego una Mesa de Enlace. Ahora, los sectores que controlan la CGT (“Gordos”, independientes y barrionuevistas) quieren tener las manos libres (es decir, sin el contrapeso del moyanismo ni del kirchnerismo sindical) para incidir en el armado político del peronismo del año próximo.
La dirigencia cegetista avanzó con esta decisión sin Pablo Moyano, uno de sus cotitulares, ni otros gremialistas alineados con Hugo Moyano. Y por eso llegaron a una definición clave: no prevén apoyar la reelección de Alberto Fernández ni a un candidato presidencial ultra-K. Sí, en cambio, se mostraron más entusiasmados con la postulación de algún gobernador del PJ como Juan Manzur, jefe de Gabinete y mandatario de Tucumán en uso de licencia, o Sergio Uñac, gobernador de San Juan.
En sus últimas reuniones, la alianza que maneja la CGT despotricó contra el Presidente por las fallas en la gestión, la ausencia de un plan antiinflacionario y la falta de cumplimiento de las promesas sobre una solución a la crisis de las obras sociales. Y, además, también se quejaron de la estrategia para desgastar al primer mandatario por parte de Cristina Kirchner, una antigua adversaria, a quien le atribuyen impulsar la reforma del sistema de salud para apropiarse de los fondos de las obras sociales.
La futura Mesa Político Sindical, que se lanzaría en un acto ante 5.000 militantes, permitirá al sindicalismo volver a convertirse en un factor de presión: sospechan que el Frente de Todos lo marginará otra vez en las listas de candidatos y en el futuro esquema de poder. Sus impulsores aseguraron a Infobae que “será un pronunciamiento de liderazgo territorial que tiene la CGT con sus militantes en la representación política” y que implicará “crear agrupaciones sindicales peronistas en todo el país”.
Unir fuerzas con una estructura similar a la de las 62 Organizaciones, el viejo brazo político del gremialismo peronista, hoy dividido y debilitado, les permitirá a los dirigentes de la CGT negociar y condicionar para que no lo vuelvan a marginar del poder, sobre todo porque, como se habló en la mesa chica cegetista, es probable que el Frente de Todos pierda las elecciones de 2023 y hace falta imponer la voz del sindicalismo antes de que lo dejen afuera de las principales decisiones políticas.
El sindicalismo que maneja la CGT quiere más lugares en las listas (el año pasado fue marginado por Cristina Kirchner y Alberto Fernández no peleó por más lugares para el sector) y una posición de privilegio para decidir la próxima candidatura presidencial. “Lo primero es tener una base operativa territorial en lo político y ganar bancas en cada distrito para el debate político. La segunda etapa será para definir quiénes serán candidatos a intendente, a gobernador y a presidente”, anticipó un dirigente.
En este esquema, buscarán más fuerza para incidir en las propuestas y en los planes que tienen que ver con la salud, las obras sociales, la producción y el Ministerio de Trabajo. Hasta las elecciones de 2023, como se insinuó en las últimas charlas, se atrincherarán en defensa de Alberto Fernández como dique de contención para frenar el avance de Cristina Kirchner, pero también procurarán blindar a un funcionario como Claudio Moroni en el Ministerio de Trabajo, a quien consideran un aliado.
En este sector sindical, de todas formas, hubo alivio por la designación de Daniel Scioli en el Ministerio de la Producción: mantenían buena relación con Matías Kulfas, pero hay más afinidad con el ex motonauta y, sobre todo, una expectativa de diálogo que no hubieran tenido si a esa cartera llegaba algún exponente del kirchnerismo, como se temía luego de la actitud de Alberto Fernández de retroceder ante la nueva ofensiva de Cristina Kirchner en el acto de YPF, en donde le pidió que “usara la lapicera” (lo mismo que le insinuó el líder de la UOCRA, Gerardo Martínez, en su acto del 20 de mayo).
Los detalles del lanzamiento de la Mesa Político Sindical serán resueltos la semana próxima, una vez que vuelvan de Europa algunos dirigentes de la CGT que viajaron a Ginebra, Suiza, para participar de la conferencia anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Allí están Martínez, secretario de Relaciones Internacionales de la CGT y miembro del Consejo de Administración de la OIT, quien debe esperar al cierre del encuentro que se hará este sábado, y también el cotitular cegetista Héctor Daer (Sanidad) y el secretario adjunto de la central obrera, Andrés Rodríguez (UPCN).
Pero la Mesa Político Sindical no será el único tema que deberá abordar la CGT en los próximos días. Quedó pendiente el debate sobre una movilización callejera para protestar contra la inflación (reclamo que roza directamente a Alberto Fernández) o contra “los formadores de precios”, que es la variante que promueven los moyanistas y los dirigentes K de la central obrera para responsabilizar a los empresarios). “Algo tiene que hacer la CGT, no podemos ver cómo los empresarios se nos cagan de risa”, dijo Pablo Moyano en declaraciones radiales, en alusión a la broma del dueño de supermercados La Anónima, Federico Braun, acerca de que lo que hacen en su empresa con la inflación es “remarcar precios todos los días”.
Hay otro reclamo que se sumará a una posible marcha de la CGT: la situación crítica de las obras sociales. El sistema sindical de salud terminará este año con un déficit financiero de 50.000 millones de pesos, como anticipó Infobae, y están trabadas las soluciones que negocia el gremialismo con la Casa Rosada para revertir esa crisis que amenaza la salud de los trabajadores.
La ministra de Salud, Carla Vizzotti, no contesta los llamados de los dirigentes de la CGT y así no se puede avanzar en la instrumentación de una serie de medidas para aliviar el déficit del sector. Entre ellas, la fusión de obras sociales deficitarias, el descuento del 15% de quienes derivan sus aportes de obra social para las prepagas, el financiamiento por parte del Estado de las prestaciones por discapacidad en los rubros de transporte y educación, la reconversión del Programa Médico Obligatorio (PMO) en una canasta de servicios de salud y el pago de las prestaciones del monotributo social desde el Ministerio de Salud.
Para colmo, Carlos Acuña (estaciones de servicio), otro de los cotitulares de la CGT, se cruzó con el Presidente en el acto en la Casa Rosada para anunciar el proyecto de renta inesperada y le recordó los problemas de las obras sociales. Alberto Fernández volvió a prometer que se ocupará del tema. Es lo mismo que había hecho en septiembre pasado, cuando se comprometió a enviar a las obras sociales unos 4.700 millones de pesos que faltaban transferir de un total de 11.000 millones para los gastos de transporte y educación en el rubro discapacidad. Ese dinero sigue sin llegar a sus destinatarios.
La CGT atraviesa la indiferencia oficial en medio del recrudecimiento de su interna. El moyanismo se maneja dentro de la central obrera con una agenda propia que ni siquiera informa al resto de sus colegas. En los últimos días, Pablo Moyano visitó a Milagro Sala en Jujuy y uno de sus aliados, Omar Plaini (canillitas), recibió en la sede cegetista a los piqueteros duros, que, como se preveía, desacomodaron a toda la central obrera al reclamarle “un paro activo nacional inmediato contra el ajuste”.
“Gordos”, independientes y barrionuevistas piensan en una protesta, pero no contra ningún ajuste. Se vuelve a confirmar que conviven dos CGT en la misma estructura. Sólo una derrota electoral del Frente de Todos provocaría el milagro de que la central obrera supere el estado de fractura permanente. Por las dudas, una parte del sindicalismo se prepara para ese escenario. Con presiones para asegurarse más bancas y más poder. Y con diálogos reservados con referentes de la oposición. (Infobae)
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