La enorme dispersión de precios que genera el propio proceso inflacionario ascendente no es una novedad. Un mismo producto puede tener una diferencia de 40% o más en negocios ubicados a apenas tres cuadras de diferencia entre sí. Pero lo que sucedió durante agosto es que esa brecha que existe habitualmente en varios productos entre los grandes supermercados, mayoristas y otros canales de venta, volvió a ampliarse tras el impacto de la devaluación del 14 de agosto.
Si bien las grandes compañías de consumo masivo intentaron trasladar a sus listas de precios las subas de costos que registraron a partir del salto del 22% del dólar oficial, finalmente tuvieron que retrotraerlas para enviar apenas 5% de incremento el mes pasado, a partir de las negociaciones que tuvieron con el Gobierno, para algunos artículos controlados. Y para el caso de los productos que están fuera de la canasta de Precios Justos -hoy compuesta, en el AMBA, por 1.700 ítems-, ese porcentaje de aumento se replicará en septiembre y octubre.
Los supermercados adheridos a la Cámara Argentina de Distribuidores y Autoservicios Mayoristas (Cadam) tampoco aceptaron los primeros listados de las grandes firmas, por lo que también en estos casos hubo una marcha atrás de las subas iniciales, que oscilaban entre 15% y 25%, según la empresa y el producto. Pero no ocurrió lo mismo con otros canales, que están menos controlados y donde los dueños buscan recomponer los márgenes que pierden respecto del resto del mercado.
Tampoco siguieron las pautas oficiales empresas medianas y chicas que no tienen compromiso alguno con el Gobierno ni participan del programa Precios Justos. En estos casos, los aumentos promediaron el 25 por ciento.
“Hoy tengo segundas y terceras marcas que están más caras que las primeras, por ejemplo, en la categoría de fideos”, contó a este medio el dueño de un supermercado mayorista que recibe no sólo las listas topeadas de empresas líderes, sino que también las de otras compañías que incrementaron mucho más sus precios.
Las empresas sí pasaron aumentos mayores a los distribuidores y a los comercios en los casos en los que tienen llegada directa. Aunque también hubo reclamos a la industria por parte de los intermediarios para negociar mejores condiciones, ya que las ventas vienen cayendo fuerte desde el último año.
De todos modos, ya el hecho de que el almacén de barrio o autoservicio no compre de forma directa (salvo excepciones como las marcas de Mastellone, Quilmes o Danone) hace que no puedan competir de igual a igual con las grandes cadenas. Partiendo de esa realidad, la ya acalorada inflación sumada a la reciente devaluación generó una mayor distorsión en los precios y una necesidad de empresas y comerciantes de trasladar fuertes subas de costos y, de paso, también cubrirse frente al actual contexto de incertidumbre.
“Hay una distorsión enorme, no sólo entre canales, sino entre zonas y entre negocios de la misma zona. Los traslados de precios están teniendo una variabilidad gigantesca. Con apenas cuadras de diferencia, un mismo producto se puede encontrar 30 o 40% más caro o más barato. Los que pudieron trasladar la devaluación lo hicieron y eso hizo que crezca aún más la brecha entre canales”, afirmó a Infobae Facundo Aragón, socio y responsable comercial de Compass La Business Analytics.
La consultora Scentia mide la brecha a partir del relevamiento sobre 2.100 productos y la evolución de sus precios entre canales a lo largo del tiempo. En todos los casos se toma el precio pagado por el consumidor, es decir que incluye una promoción que realiza una cadena, por ejemplo. Lo que no incorpora son los descuentos bancarios. Hasta julio, esa diferencia promedio entre los precios del canal moderno y el tradicional llegaba al 26% -en junio el dato era igual-, pero la devaluación de mediados de agosto, pos PASO, habría hecho subir ese porcentaje.
Los cálculos de Scentia revelaban que la brecha llegaría al 30% hacia fin de año, aunque podría mostrar una importante suba cuando se cierren los datos de agosto. Todavía no están los oficiales.
Por su parte, el director comercial de Nielsen, Javier González, aseguró que entre junio y julio, previo a la devaluación, la brecha de precios entre canales ya había crecido versus el bimestre abril-mayo, por lo que luego de la suba del dólar la diferencia podría ser mayor.
“En los autoservicios versus los supermercados los precios se encarecieron 15 puntos, mientras que en los almacenes, 10 puntos más. Hoy los autoservicios y los almacenes tienen los precios 48% y 55% más caros, respectivamente, que las cadenas”, aseguró el directivo.
Los traslados de la devaluación a las góndolas se hicieron sentir y ya lo reflejaron varias consultoras que relevan precios. En el caso de EcoGo, la tercera y la cuarta semana de agosto mostraron subas de entre 4,8% y 5,8%, respectivamente, respecto de la semana previa, y para el mes entero se proyectó una suba de 13 puntos en el rubro. “Si consideramos además la evolución de los alimentos consumidos fuera del hogar (12,2%), la inflación en alimentos alcanzaría el 12,9%. En cuanto a la inflación general, se ubicaría en 11,6% mensual, marcando un salto de 5,3 puntos respecto al dato de julio (6,3%)”, informó la consultora.
Para Orlando & Ferreres, la cifra de suba en alimentos de agosto rondó 12%, mientras que para LCG la suba promedio de las últimas cuatro semanas fue del 9,4%. Pero esta última consultora mide precios solamente en cadenas, que moderaron sus subas a partir de los acuerdos con el Gobierno. (Infobae)
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