Máximo Thomsen, el más complicado de los rugbiers que mataron a golpes a Fernando Báez Sosa, rompió el silencio este lunes en la decimoprimera jornada del juicio oral por el crimen a la salida del boliche Le Brique de Villa Gesell.
El sindicado líder del grupo de rugbiers tomó la palabra justo después de que su madre, Rosalía Zárate, declarara como testigo. Durante el testimonio de la mujer, que dijo que tiene cáncer, madre e hijo se quebraron.
Thomsen llegó a la silla para hablar frente a los jueces todavía con lágrimas. Primero pidió disculpas y aseguró que nunca tuvo la intención de matar a nadie. Contó que antes de ir al boliche ya estaban "medio mamados" y que adentro de Le Brique había mucha gente y empujones.
Todo es parte de una estrategia. La defensa de los rugbiers, a cargo del abogado Hugo Tomei, sabe que es imposible que los más comprometidos zafen de una condena por homicidio. Pero una cosa es una condena a perpetua (35 años) por la imputación con la que llegaron al juicio (homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas) y otra una por homicidio en riña o agresión, que tiene un máximo de 6.
Thomsen quiso venderle a los jueces dos cosas. Una es su costado humano. El hijo que se quiebra ante el llanto de su madre. El joven que estaba de vacaciones, había salido a bailar con sus amigos, mató a golpes y patadas en la cabeza a otro chico en el piso pero en realidad no quería hacerlo. Un intento por mostrar lo que en tres años ni en diez audiencias del juicio oral hicieron.
Lo segundo que salió a vender Thomsen es la estrategia de Tomei. Que en el juicio en el que sólo se confirmó todo lo que se sabía sobre la brutal paliza a Fernando se empiece a hablar de pelea y de una defensa ante una agresión. Y poner en duda el "plan para matar".
"Veo que uno de mis amigos se estaba por meter en una ronda de gente desconocida. Salgo corriendo detrás de él y digo 'se van a pelear'. Y me pegan una piña en la cara. Lo primero que hago es defenderme tirando patadas. Pero jamás en la vida con la intención de matar a alguien", dijo el ex CASI.
Thomsen reconoce el homicidio. Admite que la zapatilla ensangrentada, la que le marcó la cara a Fernando, es la de él. Pero que no sabía a quién le pegó.
Las palabras "pelea" y "pegar" se repitieron durante varios pasajes de su relato. "Siento que alguien me pone la mano en el pecho, me doy vuelta pensando que me iba a pegar y era un amigo, me dice 'basta'. Miré para el costado y nadie estaba pegando, me vuelvo a dar vuelta a ver si veo a todos mis amigos y me voy yendo", señaló Thomsen sobre cómo terminó el ataque a Fernando.
Y el mismo concepto aparece ya en la casa: "Cuando llegan los demás comenzaron a comentar la pelea. Otro de los chicos dice 'creo que terminó mal' y yo digo 'no, cómo, si fueron segundos'. Para mí había sido una pelea, fue un abrir y cerrar de ojos".
Esta es la segunda vez que uno de ellos sale a hablar inesperadamente. El jueves lo hizo Luciano Pertossi. "Quiero aclarar algo: yo no estaba ahí", dijo cuando pasaban un video e intentó poner en duda de que era él el de las imágenes.
Dos patrones se repiten en las intervenciones de Pertossi y Thomsen. El factor sorpresa y la actitud de sólo hablar de ellos mismos y no sobre los demás. Esos son los recursos de la defensa para intentar complicar un juicio que, al menos para la opinión pública, la acusación y la querella se encaminaba fácil a una condena a perpetua.
Thomsen no eligió cualquier momento para hablar. Buscó capitalizar el drama que relató su mamá y tal vez de esa manera conmover al tribunal.
Y la próxima ronda de testigos que ahora se pospuso un día por todo lo que pasó este lunes, promete volver a ponerlo como protagonista con la declaración de José María Ventura, el papá de Pablo Ventura, el remero al que Thomsen quiso ensuciar y no tenía nada que ver.
La declaración de Guarino y Colazzo
Además, ayer declararon Juan Pedro Guarino y Tomás Colazzo, dos amigos de los rugbiers, que estaban con ellos pero que la Justicia no los considera totalmente implicados.
Eran testigos propuestos por la defensa y la querella pero de antemano se especulaba con la información que tenían y que iban a aportar al declarar.
Juan Pedro Guarino y Tomás Colazzo, el primero que estuvo imputado inicialmente en el caso y el segundo es amigo de uno de los imputados, se refirieron el episodio como "pelea", aunque ninguno dio precisiones sobre los golpes que le dieron a Fernando Báez Sosa.
Juan Pedro Guarino dijo que, ni bien salió de Le Brique porque sus amigos habían sido echados por la seguridad, escuchó "gritos", vio a su amigo Luciano Pertossi "peleando con otro", y luego se inició otro disturbio: "Imaginé que iban a pelearse de vuelta y por lo que yo miro veo a (Máximo) Thomsen y a un chico tirado en el piso que después me entero quién era".
"Me imaginé que estaban peleando y me fui", precisó Guarino, y ante la pregunta de las partes aseguró que no vio ninguno de los golpes que el grupo dio a la víctima.
Más tarde, Tomas Colazzo, amigo de Luciano Pertossi, dijo que también lo vio "pelearse" con otra persona y que al salir a la puerta del boliche vio a la víctima, de la cual estaba cerca Máximo Thomsen y aquel.
"En un momento vi a alguien en el piso y ahí le pongo el brazo a Máximo en el pecho y lo tiro para atrás, yo no soy de pelearme, lo hice con la intención de que no se pelee más. Hice eso y me miró, pero no puedo recordar si continuó. No recuerdo si pegaron, no estoy seguro, no vi bien", agregó.
"Para mí son buenos chicos", concluyó cuando el abogado querellante Burlando le preguntó de forma conceptual sobre los acusados.
Sin embargo, ambos cuando la fiscalía o la querella les preguntó por separado sobre lo que vieron, Guarino se excusó con que se fue rápido del lugar "enojado" por la situación que estaban protagonizando sus amigos; y Colazzo tampoco dio precisiones sobre cómo golpearon a Fernando Báez Sosa.
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