Los líderes de la Unión Europea y otras 17 naciones definen una nueva alianza contra la política belicista de Vladimir Putin.
La Guerra Fría partió Europa en dos bloques de similar tamaño. Tras la caída del Muro de Berlín, la Unión Europea y la OTAN se fueron ampliando al centro y el este de continente cuando los países que habían estado en la órbita del Kremlin pudieron decidir su futuro.
Tras dos décadas, quedó claro que Rusia, heredera de la URSS, había conservado una zona de influencia pero que esos países, salvo Bielorrusia, no querían quedar bajo el paraguas de la nación. Las tensiones duraron años hasta que las costuras reventaron la noche del 24 de febrero pasado, cuando los tanques rusos cruzaron la frontera ucraniana.
La guerra grande, la de los movimientos masivos de materiales y hombres, volvió a Europa. Tras ella empieza a surgir un nuevo orden europeo para el que las costuras de la Unión Europea son insuficientes.
La idea surgió en mayo del presidente francés Emmanuel Macron y la invitación oficial partió en julio del presidente del Consejo Europeo Charles Michel, en representación de los 27 Estados miembro de la Unión Europea. La diplomacia europea no las tenía todas consigo.
Defendiendo su idea, en la cumbre europea de junio, Macron llegó a decir, para justificar su criatura y no abrir la puerta de la Unión Europea a esos países, que "no tenemos vocación de vivir todos en la misma casa pero compartimos la misma calle".
Macron resucitaba una idea del ex presidente francés François Mitterrand, quien en 1991 y también en Praga, junto al nuevo presidente y antiguo disidente Vaclav Havel, intentó lanzar una organización similar pero que entonces hubiera incluido a Rusia.
Nueva creación política
Este jueves llegó la primera función. En el Castillo de Praga, en la capital de la revolución de terciopelo europea de 1968 contra los tanques rusos, se reunieron los jefes de Estado o de Gobierno de 44 países europeos, los 27 de la UE y otros 17.
La lista es larga, la organización compleja y la diplomacia europea tuvo que esforzarse, pero en el Castillo de Praga aparecieron desde el turco Recep Tayyip Erdogan hasta la británica Liz Truss. Islandia, Albania, Armenia, Georgia se sumaron. Países vecinos de Rusia y países en los confines occidentales de Europa. Todos para una foto que será la de aquellos contrarios a la Rusia belicista. Sólo faltan Moscú y su vasalla Bielorrusia, un Estado títere dominado por el Kremlin. La asistencia es de tal calibre que participan incluso dos países alineados en principio con Rusia, como Serbia y, en parte, Armenia.
La cumbre es, sobre todo, un ejercicio de alineamiento diplomático del continente y la primera reunión de una nueva creación política, la Comunidad Política Europea.
El objetivo de la Unión Europea es amarrar a su vecindario en su órbita sin por ello tener que abrirle las puertas del bloque porque no hay apetito para ampliaciones, pero sí para más coordinación europea y para aislar lo máximo posible a Rusia.
Además de discursos sobre geopolítica y contra la guerra, habrá decisiones prácticas porque los 27 de la UE llegan a la reunión con un nuevo paquete de sanciones contra Moscú. Entre ellas, un límite máximo a lo que se paga por el petróleo ruso para reducir los ingresos de Rusia.
Los líderes se sentarán en mesas de debate que tratarán asuntos como la paz y la estabilidad del continente o las políticas de energía y crisis climática. Habrá discusiones sobre migración y una cena de trabajo antes de que esta noche se publique un comunicado que firmarán los 44.
Fuentes diplomáticas contaban esta semana que el éxito de esta nueva formación se verá en los próximos meses y años, si sirve para que la UE alinee a su vera a su vecindario. La idea es que estas cumbres se sucedan cada seis meses. Las próximas tres serán en Moldavia, España y Reino Unido.
La concentración seguirá el viernes como cónclave de la UE. El documento que preparó la diplomacia europea para esa segunda asamblea, y al que los dirigentes darán el visto bueno, asegura que los europeos "ayudarán a Ucrania a ganar la guerra" y que ese apoyo "durará todo el tiempo que sea necesario" y será militar, político y económico.
Europa además acoge ya a más de cuatro millones de refugiados ucranianos. El sostén a Kiev seguirá, prometen los europeos, a pesar de la crisis energética, de la inflación o de la probable recesión en 2023.
Sobre todo al este del bloque, muchos piensan que la caída de Ucrania podría ser sólo una primera pieza de un ajedrez, pero que si Ucrania resiste Rusia se lo pensará mucho mejor antes de disparar.
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