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Massa y Milei: radiografías de dos estrategias con aciertos y errores

La irrupción del candidato oficialista rompió con los pronósticos: en medio de un escenario social muy sensible y todos los indicadores económicos en rojo, se apoyó el Plan "Platita" y la inoxidable estructura partidaria para remontar la derrota de las PASO. El libertario no pudo evitar la repetición conceptual y deberá rever su estrategia.

En una Argentina donde la resiliencia de sus habitantes pasó de ser un valor agregado, una cualidad a la cual apelar en momentos de angustia y desasosiego, a una herramienta más de supervivencia ante los constantes arrebatos de autodestrucción de quienes gobiernan -o dirigen- el país, cada día puede resultar una eternidad. La incertidumbre de irse a dormir cada noche con la sensación de que el amanecer puede traer, con idéntico grado de factibilidad, un nuevo universo de complejidades o la salvación momentánea por algún guiño del destino, nos quita como sociedad, cuanto menos, años de vida.

En este contexto, aquella victoria de Javier Milei en las Elecciones Primarias del 13 de agosto pasado quedó prácticamente en la prehistoria, porque dos meses en estas tierras son casi una eternidad en cualquier otra parte del planeta. Máxime cuando de política se trata, y todo puede cambiar.

El calendario sigue siendo lo único inalterable, y por mucho que parezcan por lo ajetreado de la cotidianeidad, entre las PASO y las Generales de ayer apenas ocurrieron setenta días. Setenta días que parecían sólo haber servido para agudizar un proceso de quiebre decisivo en la historia política argentina. Es que propios y extraños, desde cualquier entorno y pese al falso optimismo discursivo que no puede evitar cualquier candidato en las horas previas a los comicios, presagiaban un escenario nuevamente con el "Libertario" liderando las cifras finales en la noche dominical.

Todo hacía prever que los esqueletos partidarios tradicionales no lograrían frenar la irrupción de una figura sin historia, sin carrera y hasta sin estructura, decidida a patear el tablero y barrer con la "vieja política". Esa que en setenta días daba la impresión de no haber podido evitar incurrir en sus habituales prácticas vetustas, previsibles y hasta repudiables, allanando todavía más el camino a quien, aun con errores de novato, pregona una agenda renovada.

Sin embargo, no sólo siempre hay lugar para las sorpresas, sino que de tantas sorpresas el fenómeno parece encontrar algo de lógica.

La remontada de Massa

Apenas unas horas después de haber quedado tercero en las urnas, el actual Ministro de Economía devaluó un 22% la moneda, una corrida que no sólo disparó el valor del dólar blue a cifras récord (cerró el último viernes a $ 1100 aproximadamente) sino que por falta de medidas de contención devino en una disparada aún mayor de la inflación: sin contar los incrementos de las tres primeras semanas de octubre, entre agosto y septiembre los precios aumentaron un 25% en promedio, siendo la canasta alimenticia la que más, rozando el 30%, según datos oficiales del INDEC, que también reveló que la pobreza quebró la barrera del 40% y sigue subiendo.

Mientras los sueldos continúan perdiendo diariamente su capacidad adquisitiva, la tensión cambiaria y la exagerada emisión monetaria dispuesta por Massa hace suponer el agravamiento de este flagelo económico que, probablemente junto a la creciente ola de inseguridad, sean los dos que más afectan la realidad de los ciudadanos argentinos. Tras cartón, los escándalos de corrupción en los que volvió a verse envuelto el peronismo y el alarmante silencio en que están sumidos el presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Kirchner parecían seguir sumándole moretones al candidato de Unión por la Patria.

Sin embargo, contra todo pronóstico, el referente oficialista no sólo remontó la floja Elección de agosto y cumplió el primer objetivo de entrar al ballotage, sino que lo hizo de manera contundente y quedó mejor posicionado de lo que cualquier "masssista" hubiera siquiera idealizado de cara al 19 de noviembre. A falta del escrutinio definitivo la diferencia de unos seis puntos porcentuales por sobre Milei le dan una ventaja auspiciosa y un lugar de privilegio para las negociaciones internas y externas que arrancan a partir de hoy.

Su estrategia estos poco más de dos meses tuvo diferentes frentes. Uno económico, otro político y hasta el discursivo.

El primero y más importante fue poner dinero en los bolsillos de las clases más perjudicadas con los indicadores antes mencionados: aún sin fondos ni dólares en reserva, Massa implementó un Plan "Platita" que incluyó créditos a tasa subsidiada, devolución del IVA y bonos a jubilados, entre otros estímulos que representan una erogación hasta fin de año de unos $ 2,5 billones.

El segundo fue distanciarse lo máximo posible del kirchnerismo más férreo -núcleo que lo resistió desde el minuto cero- y despegar su figura del actual gobierno, tan anárquico y acéfalo como debilitado, intentando disimular su participación en otro fracaso justicialista. En sintonía buscó vincularse mucho más con Axel Kicillof, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires y cuya figura sigue siendo muy fuerte (inclusive después del Insaurralde-Gate) no sólo en uno de los territorios donde más Elecciones se definen (ayer fue reelecto con más del 40% de los votos, venciendo a Néstor Grindetti y Carolina Píparo) sino también dentro del propio espacio político. Apoyarse en ese gran aparato partidario le valió gran parte del triunfo de ayer, volviendo a dejar en evidencia el valor incalculable de la estructura peronista.

Y finalmente la tercera pata de su estrategia fue la discursiva. A su tono sereno y conservador en los dos debates presidenciales, le sumó la enumeración de propuestas concretas (incluso se sobrepuso con decoro al cuestionamiento constante de por qué no las aplica ahora, todavía en gestión y casi como el presidente tácito del país), infringió la suficiente cuota de miedo al hablar sobre cuán peligroso podría resultar una victoria de Milei y la aplicación de algunas de sus iniciativas disruptivas, y hasta no tuvo miramientos en pasear por canales de streaming y dejarse entrevistar por youtubers o influencers, buscando captar parte del voto joven que se había radicalizado hacia el frente libertario. Todos plenos para alguien que volvió a dejar en evidencia su camaleónica capacidad para entender el paño político y moverse sobre él como pez en el agua.

El estancamiento de Milei

Pensemos por un segundo en la siguiente situación surrealista: si hace algunos años un viajante del futuro hubiera dicho que a fines de 2023 un economista posicionado ideológicamente en la extrema derecha, con declaraciones que nunca dejan de rozar lo polémico y cuestionable, pronunciadas con un tono de voz que oscila entre la mesura soberbia y los gritos desaforados, sin experiencia en la Gestión Pública. Sin representar a ninguno de los partidos más tradicionales -sino creando uno propio carente de peso en el territorio- y cuya campaña se basó en recortes estratégicamente elegidos de algunas de sus tantas discusiones televisivas para reproducirlos luego en redes sociales, ganó las Elecciones Primarias, salió segundo en las Generales y disputará un ballotage para ser el próximo Presidente de la República, ¿quién hubiera apostado a que se trataba de algo real y no de una broma?

Y en tal caso, si hubiésemos elegido creerle, ¿qué sería lo primero que pensaríamos inmediatamente después? ¿Pensaríamos cuán acertado debe haber sido el discurso elegido y qué atinada la elección de los receptores de dicho discurso, o nos preguntaríamos cuán malas deben haber sido las gestiones de los dirigentes anteriores o las campañas de sus competidores? En ambos escenarios habríamos estado en lo cierto.

Que no hayamos visto casi ningún cartel en Rafaela con el rostro de Milei, como así tampoco en otras grandes urbes, o que no le haya sido necesario caminar el territorio -inclusive si hubiera querido hacerlo no habría encontrado referentes provinciales o locales de peso para que lo acompañen-, y aun así haya obtenido el 30% de los votos en agosto y octubre no es más que la expresión objetiva del síntoma.

Su rebelión contra el sistema establecido de la política más ordinaria no fue sólo desde lo beligerante de sus expresiones o de lo despectivo del ahora popular concepto de "casta", sino que tradujo en hechos visibles la factibilidad de correr electoralmente alejado de la toxicidad a la que los dirigentes más ortodoxos nos tienen acostumbrados y la cual es cada vez más castigada por una parte de la población harta de ver cómo los mecanismos habituales y las caras conocidas redundan en un espiral decadente y un derrotero social y económico constante.

Sin embargo, lo que discursivamente representa uno de los bastiones para el Frente Libertario también terminó siendo una espina en la estrategia post PASO: el aparato peronista y la manija de la Gestión de Massa como Ministro arroyaron a la falta de estructura de Milei y compañía, sin permitirle crecer en las urnas, estancándolo en los mismos treinta puntos porcentuales obtenido semanas atrás y dejando en evidencia su falta de experiencia en contiendas electorales previas.

Es que al candidato opositor pareció haberle quedado larga la carrera hacia las Generales: agotó sus recursos discursivos, cayó en la reiteración de conceptos, pecó de redundancia de expresiones y hasta pudo haber perdido credibilidad bajarle el tono a algunas de sus "viejas promesas" que tanta popularidad le habían otorgado.

Tampoco pudo captar otros votantes con su performance en los debates ni mucho menos al haberse aliado con el referente sindical Luis Barrionuevo -integrante icónico de ese "establishment" político que proponía destronar-, en un movimiento muy riesgoso con el que incluso pudo haberse visto perjudicado.

El vaso medio lleno dirá que sin historia, armazón partidaria ni experiencia en casi ninguno de los integrantes de su equipo ganó las PASO, revalidó su performance en las Generales y consiguió llegar a un ballotage ante un gigante como el peronismo, dejando fuera nada menos que a un Juntos por el Cambio que venía de sumar más del 40% en las últimas tres Elecciones y quedó como el gran perdedor. Ineludible mérito.

El vaso medio vacío revelará que incluso con una situación económica desvaneciéndose a pique y una realidad social cada día más sensible no pudo hacer valer su propuesta de cambio, siendo embestido por el rival menos pensado.

¿Y ahora?

Desde hoy inicia otra historia, que recién encontrará su desenlace dentro de casi treinta días. Lo que, como se expuso antes, puede resultar un chasquido de dedos para algunos o una infinitud para otros.

Para Sergio Massa, mejor perfilado desde lo numérico, será el turno de salir a la caza de los sufragios divididos entre Juan Schiaretti (NdR: buena elección del cordobés, subiendo cuatro puntos respecto de las PASO y llegando al 7%), Myriam Bregman (2,6%) y hasta de algunos más cautelosos de Juntos por el Cambio (los votantes de Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo).

Sin embargo, mientras sigue jugando su papel de candidato deberá volver a poner el foco en la Gestión. Sin ir más lejos, a mediados de la mañana de hoy reabrirán los mercados y sólo Dios sabe cuáles serán las primeras noticias que empiecen a llegar (valor del dólar blue, acciones en Wall Street, etcétera). Además, dentro de algunas jornadas el INDEC actualizará la inflación de octubre y revelará lo que es un secreto a voces (volvió a ser de dos dígitos) y la estrategia de emisión monetaria desmedida no puede sostenerse "ad eternum".

Por el lado de Javier Milei, deberá asimilar cuanto antes el intempestivo crecimiento de su rival y asumir que se enfrentará a una estructura mucho mayor de la que pensaba, y donde los embates discursivos para dejarlo en ridículo ya no causan el mismo impacto.

Necesitará una estrategia más convincente para quebrar esa barrera de los 30 puntos y buscar nuevas alianzas que le permitan, entre otras cosas, captar los votos que dejen Patricia Bullrich -sin dudas la más alineada con su ideología- y restarle algunos sufragios al peronismo.

Nadie puede prever lo que sucederá, mucho menos en estos tiempos donde las encuestas volvieron a mostrar su fracaso y donde nadie puede medir a ciencia cierta el termómetro social ni cómo repercutirá en las urnas. Lo cierto es que para definir al próximo Presidente se avecina una lucha encarnizada entre dos fuerzas que no deberán olvidar algo clave: en el medio está el pueblo, viviendo un presente que a cada minuto se aleja del ideal y pide a gritos una mejor realidad.

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