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Locales

La fiesta inundó las calles rafaelinas

El pase a la final del Mundial provocó que miles de personas se volcaran nuevamente a la calle para festejar un triunfo de la Selección. Los bombos, bocinazos y gritos de alegría le dieron a la tarde de ayer un carácter inolvidable.

La escena era impactante: el centro de Rafaela abarrotado de gente festejando el pase de la Argentina a la final. Tan solo 20 minutos después de que terminara el partido contra Croacia, el bulevar Santa Fe ya estaba colmado de personas que habían llegado de todos los barrios para unirse a las celebraciones por el triunfo.
Al principio habían dos pasillos entre la gente, que se extendían por las veredas paralelos a las vidrieras permitiendo movilizarse de un lado a otro, pero al poco tiempo ya ni de esa forma se podía transitar a pie a la altura de la calle Cabral. Era tal la cantidad de hinchas que se acercaban al lugar, que algunas familias que habían ido con chicos tuvieron que resguardarse dentro de algunos locales que gentilmente les permitían pasar.
Si la convocatoria espontánea luego del partido con Holanda nos había parecido masiva, esta directamente no tendría calificativo. En autos, camionetas, motos y bicicletas, la gente se fue acercando y estacionando donde podían hacerlo. No les importaba tener que dejar el vehículo a varias cuadras con tal de poder llegar hasta el núcleo de los festejos. Es fue el caso de Mauricio, quien llegó manejando desde el barrio Villa Rosas con su hijo Thiago de 4 años: "No nos íbamos a perder este festejo histórico. Ya sabía que no íbamos a poder acercarnos mucho porque la otra vez tampoco te dejaban llegar más cerca, pero era la única forma de venir con él", dijo mientras cargaba al nene en sus brazos.

La escena del microcentro rafaelino fue impactante ayer en los festejos. // Foto: N. Gramaglia

En la entrada de una importante casa de electrodomésticos, Lorena estaba junto a su sobrina Isabella de 10 años. Ambas de contextura delgada, confesaron que se sintieron asustadas cuando ya la muchedumbre les impedía movilizarse: "Estábamos paradas en la vereda y de repente empezamos a sentir empujones por la cantidad de personas que querían pasar. Ahí me dio miedo por Isa y nos vinimos a refugiar acá hasta que se abra un poco la cosa".
Mientras tanto, un conjunto de personas con bombos, trompetas y redoblantes hacía sonar sus instrumentos cada vez con más entusiasmo, mientras eran acompañados por una masa de gente saltando y revoleando sus camisetas enérgicamente. La canción que más repetían era la que ya se hizo un himno de esta Selección. Se trata de "Muchachos" de La Mosca, pero en su versión de cancha. Pegadiza como pocas, durante todo este campeonato logró meterse en el corazón de la hinchada y de los propios jugadores, que al finalizar el encuentro con Croacia se acercaron a la tribuna para cantarla con los argentinos allí presentes.
La fiesta a esta altura ya era total y esta vez a los rollos voladores, se le sumaron el papel picado y las bengalas de colores. Instalado en un pequeñísimo rincón de la vereda, un vendedor estaba de parabienes despachando banderas, vuvuzelas y latas de espuma. Era tal el entusiasmo que hasta tenía fila de compradores y no le daban las manos para atender a todos. "En un rato seguro que liquido todo. ¡Tendría que haber traído más!", decía sonriente, tanto por el triunfo futbolístico como por su acierto comercial.
Esta vez el clima fue más benévolo con los rafaelinos que salieron a las calles, pero fue la propia gente la que se encargó de que los festejos se convirtieran en un horno por el calor humano y la humedad. Bien vale acá el dicho de que no cabía un alfiler, porque esa era la sensación que tenían muchos de los presentes, que a pesar de la incomodidad no pensaban irse y seguían saltando, abrazándose hasta con extraños.

Los rafaelinos, al igual que en el resto del país, festejaron el pase a la final de la Copa del Mundo. // Foto: CASTELLANOS

Así fue como el centro de nuestra ciudad vivió una tarde atípica, con celebraciones que nada tienen que envidiarle a las del Monumento a la Bandera, o aquellas del Obelisco porteño. Hay que destacar la buena labor de los agentes de tránsito que estuvieron en el lugar actuando proactivamente para facilitar las celebraciones y proponiendo alternativas a los conductores.
Ahora habrá que esperar hasta el domingo para ese juego tan anhelado que es la final de Copa del Mundo. Ya no quedan dudas de que por estas latitudes la pasión por la celeste y blanca es capaz de revolucionar la ciudad y convertirla en una fiesta repentina e inolvidable.

Foto: N. Gramaglia

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