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"El mal, el desamor, la sordera, la ceguera fueron vencidas por la luz"

Expresó el obispo Torres durante la vigilia pascual en la Catedral. Preguntó en voz alta: "¿Estamos revestidos con la alegría o con la queja y la desilusión?". Se vivieron tres días de plenitud pascual: pasión, muerte y resurrección.
Agrandar imagen El obispo Pedro Torres encabezó una emotiva misa de la vigilia pascual en la Catedral San Rafael.
El obispo Pedro Torres encabezó una emotiva misa de la vigilia pascual en la Catedral San Rafael. Crédito: N. Gramaglia

El obispo diocesano Pedro Torres presidió la emotiva vigilia pascual en la Catedral San Rafael, concelebrada por el párroco Alejandro Mugna, con muchos cánticos festivos para entender el misterio de la salvación.

"Venimos del silencio contemplativo del viernes y del sábado, indispensable en nuestros días, silencio que posibilita reunificar la vida en medio de las tensiones que nos fragmentan y nos dispersan. Nos abre a una escucha más profunda de la buena noticia de la que surge la gran esperanza, que sostiene y da consistencia a las esperanzas cotidianas y las legítimas expectativas personales y comunitarias", destacó el Obispo durante su homilía.

Y agregó: "Irrumpe la buena noticia: el sepulcro está vacío, no está allí, la piedra ha sido corrida, no la corrieron las mujeres sino el Espíritu que resucitó a Jesús, la obra es de Dios, la muerte ha sido vencida, el mal, el desamor, la sordera, la ceguera, las tinieblas han sido vencidas por la luz. Nace una vida nueva vestida de incorruptibilidad y se manifiesta en signos pobres y humildes".

Dijo que "tal vez, creemos o creímos comprender y no hemos comprendido todavía cuánto nos ama. No hemos pasado esta noticia de la mente al centro más profundo de nuestra vida, de nuestra escala de valores, de nuestros centros de interés".

"Dios está en la brisa suave -continuó-, en el susurro silencioso, que no se impone por la violencia o en medios poderosos que dan miedo. Nosotros tenemos que decir resucitó humildemente, anuncien que ha resucitado un sepulcro vacío y hay que reconocerlo cuando ya no se lo ve, en el no entender, en descubrir que un abismo llama a otro abismo, el abismo del misterio sin fondo del ser humano que reconoce que en el fondo de nuestro ser Dios nos dice 'te amo, allí llego para hacerte mi hijo'".

En otro parte, sostuvo que "mi historia, nuestra historia de pecado, que acabamos de recorrer en las lecturas, también la historia del mundo es la historia de salvación; él nos creó, nos eligió, nos hizo caminar entre incertidumbres. Él es la fuente, él nos prepara una habitación en la casa del Padre porque quiere tengamos vida y en abundancia".

El obispo diocesano aclaró que "hoy también hacen falta como en el sepulcro ángeles con vestiduras blancas de la alegría, que anuncien que Jesús está vivo; en Galilea, el lugar de la vida cotidiana, la familia, del trabajo, allí lo podemos ver".

"En esta noche podemos preguntarnos qué hábitos nos revisten: ¿Estamos revestidos con virtudes o con vicios? ¿Estamos revestidos con la alegría o con la queja y la desilusión? Para ser testigos de Jesús tiene que haber alegría del alma, un silencio contemplativo que dé unidad a nuestra vida. ¿Cuál es nuestra experiencia fundante? ¿Cuál es nuestra experiencia de la esperanza?", destacó.

Salvación del mundo

En la celebración de la pasión del Señor el obispo Torres expresó que "la confianza en la que puede conducirnos al amor, que Jesús expresa entregando la vida al Padre hasta la muerte de cruz, en la oscuridad total, cargando sobre sí el pecado del mundo, el mío, el nuestro, el de todos los tiempos".

Y agregó: "Confiar en el amor de Cristo, sabiendo que las palabras no alcanzan; en este año de oración tenemos que decir 'Señor, enséñanos a orar y a adorar'. Adorar es quedarse sin palabras; es el asombro que se convierte en amor y en ofrenda. 'Enséñanos a escuchar es también orar'; hoy escuchamos el evangelio orando, dejando que resuene".

Sostuvo que "el Viernes Santo es una invitación a la adoración, ensanchar el corazón, rezando por la salvación del mundo. Podemos rezar con un compromiso por la paz en cada corazón, en cada familia, en Santa Fe, en el mundo. La paz nace de un corazón pacificado y esperanzado cuando fue capaz de pedir perdón; esa paz se edifica artesanalmente en la escucha, en el diálogo, en el perdón, en la superación de todo resentimiento".

Además, señaló que "Jesús carga en la cruz todo pecado y dolor. Hay dolores que sentimos, pero hay otros tóxicos que pareciera que nos hemos anestesiados y acostumbrados a la mentira, a los roces. A veces hay pequeñas cosas que nos erosionan y destruyen como las descalificaciones, los insultos, los desprecios, el denigrar a otro; hay relaciones tóxicas, posesivas, celosas, envidiosas. También erosiona la sobreabundancia de información que nos distrae de lo esencial y no podemos digerir en capacidad de jerarquizar que es lo urgente, importante y esencial en mi vida y Dios va quedando relegado".

Esa noche se realizó el vía crucis de la ciudad alrededor de la Plaza "25 de Mayo" ante una muchedumbre, remarcando que "Jesús tiene sed de nuestro amor, de donarse para nosotros y lo sigue haciendo en cada eucaristía; tiene sed de regalarnos su espíritu, está a la puerta y llama, pero la puerta del corazón se abre por dentro. Tiene una sed infinita, de una vida de oración más honda, de una vida de caridad que sea reflejo de su amor; ese es el mandamiento nuevo: 'Ámense como yo los he amado'. Tiene sed de que caminemos juntos, escuchándonos, comprendiéndonos, que desde el corazón incluyamos a todos".

Aclaró que "en estos días recé por cada uno de los que peregrinan en la diócesis de Rafaela, por los que no quieren rezar, por los que no han podido participar desde trabajos esenciales que son signos de caridad y también de negocios que no han cerrado y no han dado la posibilidad a sus empleados de vivir un Viernes Santo como se debe".

Finalmente, sostuvo que "estamos llamados a interceder para que el amor del Espíritu se derrame y vivamos un nuevo Pentecostés. Argentina necesita un nuevo Pentecostés que nos enseñe a caminar juntos sin pelearnos, esperando y comprendiendo que hay que hacer procesos, trabajando por los que necesitan, pero sin agresiones, sin descalificaciones, sin despreciar al otro".

Escuchar sin juzgar

En la misa de la cena del Señor el obispo diocesano sostuvo que "en la última cena Jesús lavó los pies y Pedro decía que no, pero Jesús le respondió 'si yo no te lavo no podrás compartir mi suerte'. Jesús nos quiere lavar para que podamos compartir, participar de su vida. Escuchar sin juzgar, escuchar amando, como es el objetivo propuesto para este año, es mucho más que oír, es percibir más allá de las palabras, es ver más allá de las apariencias; ese es el estilo de Jesús", expresó.

Y agregó: "Hoy en el día de la institución de la eucaristía, del lavatorio de los pies y de la entrega del mandamiento del amor, tenemos que abrir el corazón a sus gestos, que nos invitan a ser parte, a comulgar con él. Nos lava los pies, se nos da y pide como en la cena de la Pascua un lugar en casa para manifestar su amor".

"Jesús entra en una casa se convierte en una escuela de comunión, vida y amor, de perdón y servicio, de sanación y esperanza. Jesús anuncia que lo que le hicimos al más pequeño, al extranjero, al hermano pobre o al niño se lo hicimos a él; Jesús es el lugar, la creación, el hombre, el hermano pobre es el lugar de encuentro con Jesús", concluyó Torres.

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