La suba constante de los precios de frutas y verduras pone en riesgo la necesaria variedad en la alimentación de las personas. Los fenómenos climáticos desfavorables se suman a este problema.
La reciente publicación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INDEC, muestra que se registró en diciembre un aumento de 5,1% con relación a noviembre. Se trata de un dato a nivel país que surge de realizar un promedio de diferentes categorías de productos y servicios del mercado.
Sin embargo hay algunos ítems que aumentaron más que otros, como es el caso de las frutas y verduras. Esto representa una amenaza directa a la salud de los argentinos, ya que reducir su consumo o directamente prescindir de ellas puede afectarlos a corto y largo plazo.
Las guías del Ministerio de Salud recomiendan un consumo diario de 5 porciones de frutas y verduras variadas en tipo y color. Sin embargo desde hace tiempo que la ingesta de frutas y verduras en la Argentina se encuentra muy por debajo de esta meta. Según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) de 2018, solo el 6% de la población adulta cumplía para entones con la recomendación de consumo.
La pérdida sostenida del poder adquisitivo de los salarios viene siendo un gran obstáculo para que las personas mejoren su dieta. Es que todo el esfuerzo que se pueda intentar desde el ámbito educativo en promover el consumo de frutas y verduras, cae en saco roto cuando las personas no pueden acceder a comprar estos alimentos.
A este flagelo económico además se le suman los factores climáticos, que han sido mayoritariamente desfavorables para la producción en gran parte del país. Principalmente la sequía y algunas heladas tardías de la segunda mitad del año, llevaron a que se vea reducida la oferta en el mercado.
Entre los aumentos que se destacan, se encuentra la lechuga con un 130% respecto a noviembre. El limón también muestra un incremento del 86,5% y le siguen otros como la manzana con 12,7% y el tomate redondo con un 7,5%. Todos estos muy por arriba del promedio de 5,1% total mensual.
En otros rubros alimenticios tal vez se pueden paliar los efectos de la inflación acumulando productos en la alacena, pero las frutas y verduras deben ser consumidas en un tiempo relativamente corto desde su compra, de modo de aprovechar al máximo sus beneficios y evitar que se echen a perder. De esta forma los consumidores se ven obligados a elegir entre mantener la alimentación variada o empezar a bajar la calidad en sus comidas. El reemplazo de frutas, verduras y carnes por carbohidratos logra un ahorro económico, pero lo hace en claro perjuicio de la salud. El organismo deja de recibir en las comidas nutrientes como vitaminas, proteínas y minerales fundamentales para la vida diaria y la prevención de enfermedades.
Alexis, verdulero de Rafaela, asegura que aún dentro de la mala situación su clientela sigue eligiendo comer bien: "Es algo necesario que no se puede dejar de comprar porque la gente se tiene que alimentar bien. Aumentó mucho todo lo de temporada, como la uva y el durazno donde se nota más. Más o menos te puede salir 400 pesos un racimo uvas. Una sandía, que se vende por kilo, capaz que te vale 1500 pesos. También la lechuga y el tomate están dentro de lo que más aumento".
Además, el comerciante dijo que a pesar del aumento de precios en este rubro, aún sus clientes intentan priorizar lo bueno antes que lo barato: "La gente lo que más busca es calidad. Es cierto que mira también los precios, pero lo que más busca es la calidad. Aunque están los precios altos, siguen consumiendo igual".
Fotos: N. Gramaglia
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