La psiquiatra Graciela Moreschi sostiene que este equilibrio en las relaciones es esencial para el desarrollo de nuestra identidad. «Nos conformamos a partir del otro, y es en este juego de acercamiento y alejamiento que vamos delimitando nuestro yo», explicó. Para ella, el verdadero reto es aprender a manejar las distancias sin que el yo se expanda sin control ni se retraiga en exceso por la presencia del otro.
La psicoterapeuta Roxana Rostan agrega que, si bien los seres humanos tienen una necesidad biológica de conexión, en esa búsqueda muchas veces incurrimos en conductas que nos alejan de los demás. «Nos defendemos, nos protegemos, y al final, lo que sucede es que terminamos desconectándonos, justo lo contrario de lo que necesitamos», explica Rostan. Según ella, encontrar el equilibrio es un proceso de aprendizaje en cada relación.
La distancia en la pareja: ni asfixia ni desconexión
En las relaciones de pareja, la cuestión de la distancia emocional es aún más crucial. ¿Cómo evitar caer en la asfixia del exceso de cercanía o en el vacío del desapego? Rostan sugiere que la clave está en construir un espacio seguro donde la intimidad, la cercanía y la autonomía coexistan. «La intimidad implica compartir nuestras vulnerabilidades, mientras que la autonomía permite que ambos miembros sigan creciendo de manera individual», comenta.
El desafío radica en mantener el equilibrio. «El amor proporciona la seguridad emocional necesaria, pero el deseo nos mantiene alerta y curiosos», añade Rostan. Esta tensión saludable entre cercanía y distancia permite a la pareja evitar el «encastre perfecto» que, como advierte Moreschi, puede ser peligroso. «Cuando no hay lugar para intereses externos o terceros, como amigos o hobbies, la pareja corre el riesgo de volverse asfixiante y, eventualmente, insostenible», sostiene la Psiquiatra.
Cultivar el calor interior para relaciones sanas
Elizabeth Gilbert, autora de Comer, Rezar, Amar, también recurrió al dilema del erizo para explicar la importancia de generar «calor interior». Según ella, la capacidad de generar bienestar desde adentro evita que dependamos completamente del otro para sentirnos satisfechos. Esto no significa que debamos alejarnos por completo de las relaciones, sino que es necesario cultivar un equilibrio entre la conexión con los demás y el cuidado de uno mismo.
Schopenhauer ya había señalado algo similar cuando mencionó que quienes poseen «mucho calor interior» tienden a preferir la soledad para evitar los conflictos y las molestias que pueden surgir de las interacciones sociales. Aunque no todos pueden seguir este camino, la idea subraya la importancia de mantener cierta distancia para preservar la salud emocional.
La danza del equilibrio en los vínculos
La distancia justa en las relaciones no es una fórmula matemática. Cada vínculo -ya sea con la pareja, amigos o familiares- requiere un equilibrio único, que ambos deben cocrear. Rostan lo compara con el tango, donde el avance y el retroceso, la cercanía y la separación, son parte de una coreografía que mantiene la tensión y la armonía. «Es un baile constante que permite que las individualidades se mantengan intactas y, al mismo tiempo, se enriquezcan mutuamente», afirma.
Mantener esta conexión emocional segura implica estar atentos a nuestras propias necesidades y las del otro, sin desconectarnos ni caer en la crítica o el reclamo. Moreschi concluye que la distancia justa es aquella en la que uno sabe que puede contar con el otro, sin sentirse controlado ni limitado: «Es un acuerdo permanente donde se cede y se negocia para cuidar el vínculo sin perder la propia esencia».
El desafío de no herir ni alejarse
Al igual que los erizos de Schopenhauer, las relaciones humanas nos ponen constantemente ante el desafío de encontrar la distancia adecuada. La clave está en cultivar una conexión segura y respetuosa, donde las individualidades florezcan sin perder la cercanía emocional. Sólo así lograremos relaciones que no nos lastimen, pero que tampoco nos enfríen.