Uno apeló a una alineación más ofensiva. El otro buscó un equipo más equilibrado. Cambiaron de esquema, de nombres, de casa, de mujer, de auto... Pero lo que no pudieron cambiar fue la esencia. River, con Demichelis, se hace fuerte cuando ataca por adentro. Y por esa vía -pique de Solari entre los centrales-, se puso en ventaja. Boca, con Martínez, prioriza sus ataques por las bandas. Y de esa manera -desborde y centro atrás de Blanco-, logró la igualdad. Los goles justamente fueron la mejor prueba de la búsqueda de cada una, de qué están hechos, su ADN. La falta de claridad, en el local, y la falta de ambición, en el visitante, explican por qué a ninguno le alcanzó para, con esas armas, quedarse con el superclásico.
River apabulló a Boca antes del pitazo inicial con la formación ofensiva que eligió Demichelis. En los primeros 15 minutos lo asfixió con esa intensidad que lo caracteriza y que la complementó con una última línea bien adelantada. Un equipo corto, diseñado para jugar y presionar constantemente en campo rival. El 4-3-1-2, como cualquier esquema, es sólo un envase. El contenido es lo importante. Y Demichelis apostó a jugadores ofensivos para rellenar ese sistema. Nacho Fernández y Barco a los costados del debutante Villagra, el Diablito Echeverri de enganche y Solari-Colidio arriba. Un detalle: Solari no por afuera sino por adentro, donde más rinde y más próximo está del gol (spoiler alert).
Boca, en ese lapso, estaba acorralado. No podía jugar. Ni siquiera pensar. Y apelaba a la infracción para detener cada avance vertiginoso de River. Fueron siete foules y un amonestado (Figal) en esos 15' iniciales. Si quería construir desde la salida, la presión alta del local se lo impedía. Si buscaba salir en largo para Cavani y Merentiel, abundaba la imprecisión.
Pero a medida que pasaban los minutos, esa virtud de River (jugadores de corte ofensivo y de buen pie del medio hacia adelante) empezó a jugarle en contra y fue lo que sacó a Boca del fondo para emparejar el juego. Porque la intensidad de River disminuyó, aflojó en la presión alta y así, los de Diego Martínez empezaron a encontrar espacios para tener una mayor secuencia de pases y poder progresar en el campo. El dispositivo táctico influyó a favor: ese 4-4-2 de Diego Martínez se transformaba en un interesante 4-2-2-2, con Saralegui y Zenón, los volantes externos, cerrándose y jugando a los costados de Villagra. Y claro, a espaldas de Nacho y Barco.
Además, Medina se soltaba de ese doble cinco que formaba con Equi y Boca lograba superioridad numérica en la mitad de la cancha. Circulaba la pelota y le bajaba el ritmo a un River que se sentía incómodo corriendo detrás del balón. Pero al visitante le faltó traducir esa supremacía posicional en jugadas de peligro. Con Cavani intrascendente y con Merentiel controlado por Paulo Díaz, no tuvo profundidad para atacar al espacio.
Con el 1-0 de Solari en el inicio del segundo tiempo, el partido se hizo más abierto, de ida y vuelta. Boca se vio obligado a pararse unos metros más adelante y Martínez movió el banco en busca de la igualdad: afuera Cavani y Saralegui, adentro Langoni y Blondel. No sólo eso. Liberó por completo a Medina para que pasara al ataque. Justamente, el volante definió adentro del área luego de que Boca utilizara una de las armas con las que mejor ataca en este ciclo: el desborde por afuera. Blanco le ganó muy bien la cuerda a Sant'Anna y tiró el centro para el 1 a 1.
Demichelis movió las fichas también. Buscó subir el ritmo para ir a buscar el triunfo pero no le dio resultado. El dominio, en los 20 minutos finales, ya fue más repartido. Los espacios empezaron a escasear y Martínez metió a Valentini para terminar defendiendo con cinco atrás. Y con siete defensores en cancha si a esos cinco se le suman Blondel y Fabra en la zona de volantes. Si fue difícil antes, imposible en ese tramo final. El empate, en definitiva, premió y castigó en partes iguales las virtudes y carencias de los dos. Fuente: Olé.
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