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Deportes

Récord en el autódromo con piso de tierra

Por Jorge Ternengo - Para los pilotos no era lo mismo ganar un Gran Premio de Turismo Carretera, por su trascendencia a nivel nacional. Por eso, las 500 millas de Rafaela despertaban tanta motivación en los corredores y el público.
El récord de 156,249 km/h, en el trazado con piso de tierra, fue establecido por Blanco con un Reo, auto de construcción nacional. Con el agregado de la participación de pilotos brasileños, motivados a participar por el prestigio que esta prueba de 804 km, que ya había ganado reconocimiento internacional. Fue, es y será un promedio fenomenal, que la historia del automovilismo registra con letras de molde. Es importante señalar que para un piloto, y esto es exactamente igual en la actualidad, batir el récord de un circuito constituye siempre un desafío. No conozco a ningún corredor que no lo sienta de esa manera. Sin duda, romper la marca era una meta a alcanzar en ese lejano 1937.
No hubo que esperar demasiado para que ese deseo se convirtiera en realidad. Un sábado el asombro y la admiración se instalaron en todo el ambiente tuerca cuando el máximo velocista de la época, Carlos Zatuszek, con su Mercedes Benz de 7.000 c.c., con compresor y 1.900 kg de peso, hizo la mejor vuelta a un promedio de 190,285 km/h. Una velocidad realmente fantástica para un autódromo con piso de tierra.
Lo único que limitó a Zatuszek para seguir el ritmo que deseaba fue el deterioro del circuito. Hay que tener presente que el piso de tierra, a pesar de estar preparado de excelente forma, sufría modificaciones con el paso de esos bólidos de peso tan elevado. Inevitablemente se deterioraba.

El dominio del Mercedes Benz de Zatuszek fue aplastante sobre el segundo, Luis Brosutti. Resulta indudable también que lo favorecieron los abandonos de famosos, como Blanco y Parmigiani.
Se convertiría en uno de los ídolos del Turismo Carretera, Domingo Marimón, popularizado con el apodo de Toscanito (Ford V8). El récord de vuelta también quedó en manos de Carlos Zatuszek, a 187,094 km/h.
Las 500 Millas del 37, aparte de despertar el fervor de todos en el ambiente de los fierros, dejaron como saldo positivo velocidades altísimas para la época y para el tipo de piso que se utilizaban. Además corroboró una vez más el valor, el esfuerzo y la garra de los pilotos, capaces de realizar cualquier sacrificio y de entregarse enteros en pos de brindar un espectáculo digno de sus condiciones y del público que, en importante número, concurrió a la convocatoria.

deportes historias del automovilismo José Ternengo
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