Por Víctor Hugo Fux
Gloria del deporte rafaelino y ocupando definitivamente un lugar entre nuestras leyendas, Jorge Juan Ternengo falleció el pasado martes 9 de julio, a la edad de 88 años, en esta ciudad.
El "Nene" supo ganarse la admiración y el respeto, no solamente de quienes tuvimos el privilegio de haber sido distinguidos con su amistad. También fue reconocido en el ámbito del deporte motor por sus excepcionales cualidades, primero en el motociclismo y después en el automovilismo.
Pero, además de su notable trayectoria, será recordado por su humildad, que lo hicieron sentir como uno más para quienes se acercaban para saludarlo, pedirle una fotografía o estrecharlo en un simple apretón de manos.
Así lo conocí en la década del '60, en una relación que se fortaleció con el paso del tiempo y que se prolongó hasta sus últimos días. Compartimos entrevistas, charlas, mesas de café y experiencias maravillosas.
Fue mi primer ídolo. Se lo dije infinidad de veces y siempre me respondía de la misma forma: "¿Vos estás seguro?" ¡Y tenía que volver a la carga para afirmárselo cuantas veces fuesen necesarias! Porque el "Nene" nunca aceptaba que estaba ocupando un lugar en el altar reservado solamente a quienes debían sentirse orgullosos de alcanzar ese título.
Fui testigo de sus actuaciones memorables en el Parque Balneario Municipal y en el Club de 9 de Julio, cuando paseó su figura ganadora infinidad de veces en aquellas recordadas competencias motociclísticas de los sesenta.
Me emocioné cuando circunstancialmente fui testigo de su primera victoria en las cuatro ruedas en el callejero de Villa Carlos Paz, en la por entonces muy promocionada "Semana de la Velocidad", conduciendo un auto de la Peña ARA en la Mecánica Argentina Fórmula 1, una categoría que pocos años más tarde le daría sus mayores satisfacciones.
En mi adolescencia, ya como estudiante secundario, comencé a frecuentar el taller de la Peña R.U.E.D.A. en la esquina de General Paz y Triunvirato. Al principio, estando cerca de Omar Almeida -otro gran amigo que nos dejó- y después siguiendo la campaña del "Nene" con el Bravi Tornado que lo vio triunfar en las "500 Millas Argentinas" de 1969 y obtener ese mismo año el campeonato de la Mecánica Argentina Fórmula 1.
Al mismo tiempo, cuando integraba la exitosa CGT con Eduardo Copello y Héctor Gradassi al mando de los Torino del equipo IKA, liderado por otro rafaelino distinguido como Oreste Berta, nada ni nadie podía interrumpirme cuando sintonizaba las transmisiones radiales de una época dorada del Turismo Carretera, categoría en la que consiguió dos victorias en 1967 con el auto "particular" atendido en Rafaela y que era utilizado cuando no se subían a los "oficiales".
Acompañé al "Nene" en una temporada internacional, que corrió con un Fiat Abarth junto a Nasif Estéfano y el italiano Claudio Francisci en Buenos Aires. También lo hice en la mayoría de los autódromos que visitaba la F1 Nacional en los '70, tanto en nuestro país como en la vecina República Oriental del Uruguay.
Cuando decidió no volver a usar el buzo, el casco y los guantes, luego de unas esporádicas participaciones en algunas carreras del Club Argentino de Pilotos, volcó todos sus conocimientos a una actividad que vino desempeñando hasta poco tiempo atrás: el periodismo deportivo.
Desde su condición de responsable de una muy interesante sección en el Diario Castellanos, en medios radiales o publicando su libro "Anecdotario Tuerca", dejaba expuestas, con fundamentos irrebatibles, todas las experiencias recogidas a lo largo de su prolongada y exitosa trayectoria en el deporte motor.
Hace un par de años, el Concejo Municipal lo reconoció como "Ciudadano Distinguido". Poco después, Atlético le impuso su nombre al curvón norte del Autódromo "Ciudad de Rafaela". Y más recientemente, desde la Cámara de Senadores de la Provincia le dieron media aprobación al proyecto con el que será identificado como Jorge Ternengo un tramo de la Ruta Nº 62S.
Fueron actos de estricta justicia para un deportista que siempre lució en sus automóviles, con un legítimo orgullo, el nombre de su ciudad adoptiva, en cualquier máquina que condujo a lo largo de una historia que felizmente hubo quienes asumieron el compromiso de rescatarla.
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