15.00 Fue 0 a 0 en el Estadio 974. Robert Lewadowski tuvo un penal en el segundo tiempo pero Guillermo Ochoa lo atajó. Un resultado que le sirve a la Argentina, que se enfrentará a los Aztecas el próximo sábado. Los europeos irán con la sorpresiva Arabia.
Como en aquel mágico partido de la fase de grupos ante Brasil en el Mundial de 2014, en el que Memo Ochoa se convirtió en el héroe de México y lo encumbró en el fútbol internacional. Ahora, ocho años después y en su quinta Copa del Mundo, su última, el de Guadalajara (37 años) vuelve a ser el salvador del Tricolor, leyenda para los suyos y pesadilla para Robert Lewandowski, que sigue sin poder estrenarse como goleador en este evento. El Grupo C se ha convertido ya en el grupo del Mundial, con el histórico varapalo de Argentina ante Arabia Saudita (1-2) y este México-Polonia en el que pudo ganar el que menos lo mereció. Todo abierto, con Arabia líder, el más inimaginable escenario en un grupo a priori lógico. Por cierto, este empate alivia a Argentina y a Messi, tras su varapalo en el debut.
Antes del fallo de Lewandowski o el acierto de Ochoa ocurrieron pocas cosas, y todas ellas del lado americano. De los nervios iniciales, en los que ambos equipos jugaron en largo y metieron fuerte la pierna en los duelos, el partido cayó del lado que más lo buscó. México empezó a fluir, disipando las dudas con la velocidad y la naturalidad de su juego, como si fuera un equipo más que una selección. El balón llegaba a los extremos, en amplitud máxima, y pisar el área era pan comido. Vega y Lozano empezaron a percutir, a forzar córners y a tener ocasiones, como el remate de cabeza del delantero de Chivas, quien lloró al escuchar el himno, símbolo del sentimiento tricolor. El asedio mexicano no tuvo premio en la primera parte pero fue insistente, mientras que Polonia no era capaz de combinar en campo rival. Alejado Lewandowski, bien defendido por Moreno y Montes hasta la fortuita acción del mimuto 53.
Un pase filtrado en la frontal del área que salió rebotado y dejó al delantero del Barça con la posición ganada ante Moreno. Ambos forcejearon y cayeron al suelo. Lewandowski desplazó a su oponente con el brazo mientras que el mexicano utilizó su mano izquierda para arraglarle la camiseta del pecho. “Jueguen, jueguen”, dijo el árbitro australiano. Advertido por el VAR, cuando ya nadie reparaba en aquella acción, Chris Beath fue a revisarla al monitor y señaló penalti. La afición mexicana se echó las manos a la cabeza, Moreno vio la amarilla y la tensión se pudo cortar como la mantequilla. Lewandowski plantó el balón, suspiró y lo lanzó a la izquierda de Ochoa, que despejó el peligro y se arrimó aún más a leyenda.
Pasado el instante decisivo del partido, como diría Cartier-Bresson de la fotografía, México se lanzó a por la victoria. Entró Raúl Jiménez, hombre de área poco rodado este curso, y Antuna, un agitador, el Cid del equipo del Tata Martino. Álvarez probó a Szczesny, que despejó a córner, y Glik, que cumplía su partido cien, se convirtió en el guerrero del área. Mientras tanto, Polonia se aferraba a un córner salvador como el que le dio la victoria a Suecia ante México en el último amistoso celebrado en Girona.
Pero no hubo diana. Ni de unos ni de otros. México se diluyó en el tramo final y sus pérdidas propiciaron algunos contraataques que Polonia no supo gestionar. Un tiro tímido de Antuna desde la frontal fue el colofón a 90 minutos de tensión y miedos, de buenos momentos de una México que ahora afronta un escenario totalmente daliniano, con Argentina como colista y Arabia Saudita como líder de este inusual Grupo C.
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