Lo ganó con la categoría propia de un campeón mundial, brindando una exhibición que hizo olvidar las preocupaciones siempre presentes acerca de la altura de La Paz. La altura, en realidad, es lo que parece no tener límite en un seleccionado argentino que sigue emocionando y que le dio un paseo a Bolivia en el Hernando Siles de La Paz. Lo aplastó con un contundente 3 a 0, la diferencia más amplia que consiguió allí en un partido por las eliminatorias, jugando con la suficiencia, el aplomo y la autoridad del que se sabe y se siente superior. Fue a partir de un fútbol de alto vuelo con el que cerró con puntaje ideal la primera doble fecha camino al Mundial 2026. Y demostró que, sin Lionel Messi, que ni siquiera fue al banco, para preservarlo, cuenta con atributos para un rendimiento de semejante nivel.
Paciente, la selección argentina administró la pelota con inteligencia para ejercer un dominio que no implicara un esfuerzo que desgaste las energías de los futbolistas, considerando el efecto de la altura de La Paz. De Paul, Mac Allister y Enzo Fernández, repartidos en ese orden, dominaron la zona media ante la impotencia de los bolivianos, que se repitieron en infracciones para frenar el mejor juego del campeón del mundo.
Argentina expuso con crudeza las limitaciones del conjunto conducido por Gustavo Costas. El líbero Adrian Justino fue un fiel exponente. Ya a los 8', Julián Alvarez lo presionó y se la quitó. Nicolás González abrió a la derecha y De Paul remató desde media distancia. El balón cruzó frente al arco.
Esa clase de intentos desde afuera del área fueron una buena fórmula del equipo de Lionel Scaloni. Como ese misil que sacó Enzo Fernández, gestor de varias de las mejores acciones ofensivas, que dio en el travesaño luego de que la alcanzó a manotear el arquero Viscarra.
La superioridad albiceleste fue absoluta. Alvarez continúo siendo una pesadilla para Justino. Una vez más forzó al error del defensor y el posterior tiro del centrodelantero, al primer palo, encontró las manos del uno boliviano. El gol argentino estaba al caer. Bolivia apenas se sostenía. Su única aproximación fue un disparo de Ursino, controlado sin problemas por Dibu Martínez.
Hasta que a la media hora, Argentina elaboró una jugada de video juego, de ataque vertical, aceleración, toques y remate al gol debajo del arco. De Paul limpió el camino por derecha, Alvarez metió el pase de primera hacia el costado, Di María sacó el centro rasante y Enzo Fernández, a la espalda de Justino, abrió el marcador. Una elaboración fantástica.
El desconcierto boliviano se fue incrementando. Siguió recurriendo a las faltas y lo pagó caro. Roberto Fernández, que ya estaba amonestado, le entró duro al Cuti Rodríguez y fue expulsado. No hubo más nada que hacer. Impotente, el local quedó a merced del juego de Argentina, que hizo lo que quiso. Y que antes del descanso amplió el marcador. Tiro libre de Di María y Tagliafico impactó con el hombro para que el balón se meta de emboquillada sobre el palo izquierdo.
Argentina reguló el juego a partir de la segunda etapa. No tenía sentido realizar un desgaste mayor, con dos goles arriba y el rival con uno menos. Esto no implicó que haya resignado su ambición ofensiva. Continúo con una circulación prolija y, desde los avances verticales de De Paul, fue profundo con las corridas de Di María y la movilidad de Alvarez.
No fue casualidad que los tres hayan sido protagonistas de las siguientes llegadas de mayor riesgo. De Paul, con un derechazo desde afuera del área que sacó Viscarra. Alvarez, estrellando un disparo en el palo, tras una pared con Angelito. Y el rosarino, zigzagueando y sacando un zurdazo que detuvo el uno local.
Bolivia, rudimentaria, no daba dos pases seguidos. Argentina se sentía muy cómoda. Minimizó al extremo el tema de la altura, que siempre preocupa y lleva a tomar recaudos. No le dio margen de maniobra el representativo del Altiplano. Y prosiguió con la mirada fija en el arco contrario. Le faltaba un último pase para que la diferencia fuese todavía mayor.
El hambre de gol seguía intacto. Y sació su apetito antes del pitazo final. El ingresado Exequiel Palacios se la robó a Saucedo cerca de la medialuna local y Nicolás González perforó el arco boliviano sobre el primer palo para sellar el definitivo 3 a 0
Tanta contundencia, tanta superioridad, fue una perfecta demostración de la clase del campeón mundial, cuya altura parece no tener límites. (La Capital)
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