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Cultura

Irene, te extraño tanto

"Crónicas a Contraluz" es una propuesta de Juan Carlos Ceja que nos ofrece ficciones literarias con líneas de sentida autorreferencia. "Pinta tu aldea y pintarás el mundo", es la frase que parece guiar al autor.
Agrandar imagen María Elena Walsh-Stern Grete.
María Elena Walsh-Stern Grete.

Irene. Te extraño. Siempre dijimos que mientras estemos unidas serán los mejores tiempos. Ese pedacito de frase nos ayudaba. ¿Te acordás que leímos ese texto un montón de veces y cuánto discutimos?

Ahí va. No sé para qué te lo copio, es seguro que lo sabés de memoria.

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto...".

Irene, te extraño tanto. No te enojes, pero pregunto, ¿seguimos unidas?

El martes estuve en el mercado colonial. Cuando vengas vamos a ir. Me gusta pararme en el portón de entrada y desde allí identificar cada uno de los olores que todos juntos, dice la gente, hacen uno, el del mercado. Concentrada identifico cada aroma, puedo decir hasta de que puestos salen y eso que algunos están en el otro extremo, cerca de la salida. Decidí que uno es el tuyo. ¿Sabés cuál? Crece en los umbrales de las sierras. No te voy a decir. Tenés que darte cuenta sola.

Bueno, ahí en el mercado colonial me crucé con una chica tan parecida a vos que se me escaparon lágrimas. La seguí por los pasillos porque estaba segura, me decía que no era posible que no me hubieses visto. Después cuando la chica se detuvo, giró y preguntó por qué la seguía, recién entonces me di cuenta de que no eras vos. Ella tenía ojos negros, pero sobre todo el cabello, no era como el tuyo.

Estaría bueno que pudiésemos encontrarnos. A mí me resulta difícil, tendrías que venir vos. ¿Y, te cortaste el cabello? ¡No lo hagas! Julia y yo siempre te lo envidiamos.

El día que fuimos a la laguna no lo voy a olvidar nunca. La hora, ir en bicicleta, el aire dulzón que nos acompañó, el dormitar en la gramilla, las tortitas negras de La Argentina, la ropa que hizo de almohada, las garzas que levantaron vuelo y se fugaron en una sola línea como una raya fina sobre el cristal. ¡Y los lirios de agua amarillos!, en ese momento en flor.

Nosotras decíamos vamos a la laguna a ver partir a las cigüeñas, pero Luis Cepeda, ¿sabías que Luis murió?, él nos dijo que eran garzas; la diferencia está en cómo vuelan, ahora no se cuál vuela con el cuello estirado, porque las otras lo hacen con la cabeza entre los hombros. ¿Vos recordás?

Luis me pidió noviazgo y no sé cómo vos te diste cuenta, porque estabas lejos buscando nidos, pero agitando los brazos me hacías señas para que le dijera que no. Al otro día, en la marcha de las velas, se puso de novio con Julia.

Luis murió asesinado. Lo encontraron en la ermita del camino viejo. Se fue en un torbellino de sospechas. Te cuento estas cosas y seguro que sabés más que yo.

Nunca me animé a decirlo, pero ese día en la laguna, cuando dormía debajo de los alisos, sentí que me besabas y tu cabello caía sobre mí rostro. Y así, la respiración y tu cabello se elevaban y volvían, en forma de tardía llovizna setembrina, a descender sobre mí. Siempre tuve dudas. ¿Fue cierto que me besabas querida Irene? ¿Volviste a la laguna? A mí me gustaría.

Irene, te quiero tanto. Hoy por acá empezamos temprano, desde que salió el sol. ¿Viste que en verano parece que se alza más rápido?

A las nueve corrimos las cortinas de las galerías porque dice la señora que las habitaciones, a esa hora, ya se han refrescado y entrado aire sano.

El lunes con el golpe de calor y las cortinas abiertas, en un segundo se desarmaron las rosas. ¡Una pena me dio! Había pétalos por todos lados. Si me hubieras visto, no podía dejar de llorar. La señora de a poco me calmó. La señora es la directora, pero cuando llegás lo primero que te pide es que la llames así. Las de más tiempo en la casona la tutean.

Algo bello que descubrí es observar la vía láctea, las primeras noches me latía el corazón de tal forma que parecía que iba a romperse.

Cuando se han ido los ruidos y las puertas y ventanas fueron cerradas, salgo por el corredor de cerámicos azules, camino hasta más allá de los arbustos y desnuda, tendida boca arriba, vagabundeo por la vía láctea, de Perseo a Sagitario, de Orión al sol y de ese modo, después de un rato infinito, impregnada de leves chispazos mágicos, retorno a la casona.

Así como te elegí un aroma en el mercado, en la vía láctea hay una estrella naranja para vos.

¿Te ves con Julia? La última vez la encontramos en la estación, tenía puesto el traje rosa, lástima que ni una gota de maquillaje. Dijo que no, pero claro que debe haber estado triste. ¡Pobre!

Estoy segura de que la madre le armó el exilio. La conozco. Creyó que al padre se le iba a pasar la bronca. La bronca tal vez, pero el dolor quién sabe. Espero que cuide la ropa que le presté. ¡Ah!, tus zapatos. Te los debo. Irene, te extraño tanto.

¡Vení! Estoy distinta, más serena. Tomo los remedios y hago los ejercicios a horario. La señora dice que las muñecas se están curando, pero a las vendas todavía no las pueden sacar.

Mi tía, la que está en Algeciras, también estuvo aquí. Imaginate, ahora está en Algeciras. Bueno Irene. Besos. Besos. Ojalá entiendas la letra. ¡Por favor no te cortes el cabello!

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