Por Juan Carlos Ceja (especial para Castellanos) - Los escritos breves titulados Recorridos son un propósito absolutamente personal, refieren a las obras que decidí ver, a veces de manera caprichosa, son pretendidas crónicas a mejorar que algunos no leerán y quienes lo hagan pronto olvidarán.
Las siguientes son las obras que vi el miércoles y jueves, tienen diferentes formatos e intención y origen, muy buenos trabajos escénicos, algunos excelentes.
Cito en orden cronológico: La nave, Lo que esconden los libros, Las cargas, Yatencontraré e Imprenteros.
En todos los casos el público cubrió los espacios habilitados y valoró con fuertes aplausos la presentación, se demoró en la sala o el hall generando corrillos entusiastas. Escuché repetir la expresión, ¡Qué lindo encontrarnos!
La Nave, el drama Sci Fi de Rodríguez y Brasca de Rafaela me resultó gratamente exótica, un experimento tecnológico que pone en tensión el mismo concepto de teatro en el marco del festival.
Lo que esconden los libros y Yatencontraré están dirigidas especialmente para los más chicos, pero incluyen a la familia. La puesta de la primera se propone incentivar la lectura y la imaginación; es ingeniosa en los soportes creados para la acción y prima el color y la música.
La puesta en escena de Yatencontraré es espectacular y divertida, incluye música en vivo (dúo), dos cuentacuentos (autores), iluminación muy apropiada y dibujo en arena -para este escriba lo más novedoso- que se proyecta en una pantalla grande al fondo durante la escenificación.
Todo está dispuesto para despertar la imaginación y los sentidos de los espectadores. La historia abreva en la cultura guaraní a partir de seres que habitan y rodean a la pequeña aldea Miní. Hay secretos que no conviene develar. El río cobija en su andar animales autóctonos, leyendas, juegos infantiles, mateadas y hasta la maravillosa y cómplice luna. La obra es de una belleza poética que atrapa a niños y adultos.
Las cargas es una obra de precisos 45 minutos, pero al final uno termina azorado, con preguntas, interpelado, magullado como los gladiadores que parecen posar al final de la contienda escénica, otros, por lo contrario, al toque, con una rapidez envidiable, devuelven esclarecidos, en frenesí, aplausos consagratorios. A mí me llevó el tiempo de pasar por el puentecito sobre el canal a cielo abierto del Instituto -que ya va siendo hora de que lo entuben- girar la rotonda y más o menos al llegar cerca del bar "El Pelado", concluir que los trabajos de laboratorio son así. Tarde en la noche, casi de madrugada, terminé de leer lo que más pude acerca de la obra en sí y sobre el cuerpo arrojado a fondo al trabajo de la experimentación. Después de un té verde, antes de acostarme, me pude decir que la obra es magnífica. "Mientras que otras artes soportan mejor el viajar de un soporte a otro, el teatro todavía tiene esa característica de ser un arte pesado. Su existencia está en los cuerpos que lo portan y en el contacto que se establece entre ellos y el público".
"Imprenteros es el trabajo de Lorena Vega en equipo donde también están sus hermanos. Es teatro documental que nos informa la historia de una familia de tres hermanos que por cuestiones familiares han perdido la imprenta donde crecieron inmersos, con diferentes grados y adhesión, en todo el hacer del oficio (papeles, tinta, guillotina y otras cosas)".
La historia de mejores tiempos hasta la crisis total se arma con fotos, videos y bailes.
Imprenteros es un biodrama autoreferencial que incluye a muchos y está construido con el aporte de varias disciplinas.
La fuerte presencia escénica y el discurso de Vega da cuenta de la gráfica desde una óptica feminista. Las peripecias de la familia de clase media nos permiten volver sobre etapas de la historia argentina.
No todo es sobresaliente, pero nada hace mella en el resultado final.
El humor y el sarcasmo atemperan un relato que es triste, por momentos tragicómico.
La coreografía final que asume el ritmo y las cadencias que el oficio, con las máquinas de la imprenta, imprime sobre los cuerpos es sincronizada, vibrante y emociona. La yapa, después de los aplausos, consistió en buscar mayor contacto con el público.
Creemos pertinente que Imprenteros fuese declarada de "Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación".
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