La Directora de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina, Paula Vázquez, dio a conocer el anteproyecto que representará a nuestro país en la 59ª Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, que se llevará a cabo del 23 de abril al 27 de noviembre de 2022.
La obra, una videoinstalación de animación 3D, está a cargo de la artista Mónica Heller y fue seleccionada por un jurado integrado por: Matilde Marín, Paula Vázquez, Valeria González, Mariana Tellería, Andrés Duprat, Juan Usandivaras, Teresa Anchorena, Virginia Agote y Analía Solomonoff.
En su fallo, el jurado destacó que el proyecto de Heller aborda problemáticas contemporáneas desde el humor crítico, la fantasía y lo surreal. Asimismo, la gran solvencia técnica puesta al servicio de su universo poético logra dotar a los lenguajes digitales de carnalidad vital.
"Hay en la obra de Heller un reconocimiento del trasfondo colectivo, mestizo, de múltiples y vitales posibilidades de transformación, alejado de cualquier cristalización de pureza, (…) que no se limita a una alabanza o posición declamativa del pasado, sino que se proyecta en el horizonte y con las pinzas del futuro"; explicó Paula Vázquez, nombrada también Comisaria del envío, en el documento oficial que formará parte del catálogo del evento.
La Directora de Asuntos Culturales agregó que la presencia argentina en la exposición se traduce en una una valiosa política de Estado que se consolida a través de cada envío argentino y que asegura la difusión de nuestra producción cultural al más alto nivel internacional.
La Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia es uno de los eventos de arte más prestigiosos a nivel internacional y se realiza desde 1895.
El Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto a través de la Dirección de Asuntos Culturales gestiona el Pabellón de Argentina en el predio de los Arsenales de la ciudad sede del evento.
La obra
Título: El origen de la substancia importará la importancia del origen. Artista: Mónica Heller Curador: Alejo Ponce de León.
Se trata de una videoinstalación de animación 3D multicanal, compuesta por 15 módulos audiovisuales formados por pantallas de proyección y displays LED de diferentes tamaños y formatos.
La exposición también cuenta con un sistema de sonido envolvente, iluminación ambiental y música, todo producido especialmente.
La artista, Mónica Heller, aspira a construir un entorno distinto capaz de hechizar y sumergir al espectador, inspirado tanto por el diseño arquitectónico multisensorial de los bingos suburbanos como por los universos surrealistas de entreguerras, pintura y poesía.
Distribuidas por todo el pabellón, las pantallas y proyecciones acogen a diferentes personajes que habitan un crepúsculo y mundo oscilante: seres que se construyen, deconstruyen y reconstruyen en breves pero infinitos bucles, refiriéndose a la naturaleza cíclica de la literatura y otros recursos narrativos.
Cada pantalla contiene un retrato animado de estos personajes y en cada uno, a través del humor absurdo, el lirismo duro y el estado de ánimo metafísico de los paisajes 3D, se desarrolla una serie de eventos, en los que estos metabolismos transponibles e inquietos se reorganizan constantemente en una amplia gama de extraordinarias posibilidades.
La artista
Mónica Heller (Buenos Aires, 1975) ha centrado su práctica de veinte años en video, principalmente en el desarrollo de Animaciones 2D y 3D en las que despliega densas narrativas, mediadas por personajes y objetos antropomórficos colocados en relación con el mundo simbólico que los rodea.
Participó en la primera edición del Programa de Artistas Universitarios Torcuato Di Tella (2009), ideado por Inés Katzenstein. Recibió una beca de la fundación MMSN para realizar una residencia en Hangar Centro de Promoción Contemporánea, Barcelona (2010).
Entre los diversos premios recibidos destacan los siguientes: Salón 50 años Premio Fondo Nacional de las Artes 2009, Premio Itaú Cultural 2010, Salón MUNT de arte contemporáneo Tucumán 2017, Primer Premio en el Premio Fundación Andreani 2017, Premio Estímulo en el 72 Salón Nacional de Rosario y el Tercer Premio en el Premio Fundación Fortabat 2021.
En 2019 presentó De la conciencia satélite al saber satelital, un trabajo encargado por el prestigioso Premio Braque; El Gato Sangrante y el Corazón Barbudo, en galería PIEDRAS y Fundación Proa (Buenos Aires, Argentina) y OK.012/019 en LISTE – Feria de Arte Basilea (Basilea, Suiza) y art berlin (Berlín, Alemania).
Sus obras fueron expuestas individual y colectivamente en Buenos Aires, Rosario, Salta, Tucumán, Barcelona, Santiago de Chile, Londres, Lyon, Bucarest, San Pablo y Berlín, entre otras ciudades. Desde 2012, junto a Marcelo Galindo, actúa como directora de la serie animada Ciudad Elemental. Es miembro del colectivo de dibujo experimental Geometría Pueblo Nuevo, junto con varios compañeros artistas,
Texto de Paula Vázquez para el Catálogo de 59° Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia
Desde el año 2012, cuando la República Argentina logró un pabellón propio en el área de los Arsenales, nuestro país ha renovado de forma constante y
permanenete el compromiso de formar parte de cada edición de la Bienal de Venecia. Se trata de una valiosa política de Estado que se consolida a través de cada envío y que asegura la difusión de nuestra producción cultural al más alto nivel internacional.
"El origen de la substancia importará la importancia del origen" es el título del proyecto de la artista Mónica Heller que, tras la deliberación del jurado, resultó seleccionado en concurso abierto y público para representar a nuestro país en la 59ª Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia.
Se trata de una videoinstalación de animación 3D multicanal, compuesta por 15 módulos audiovisuales formados por pantallas de proyección y displays LED. La exposición se completa con un sistema de sonido y una propuesta de iluminación diseñados de modo específico para la muestra.
Las pantallas que ocupan el espacio del pabellón muestran a los personajes creados por Heller en una constante metamorfosis: breves pero infinitos procesos de transformación física, visible, y lo que podemos imaginar como el impacto de esas transformaciones en las conciencias más o menos autónomas de esas figuras animadas.
Como sugiere el título del envío, los personajes de Heller son el resultado de una técnica aplicada a una materia importada: la artista emplea elementos obtenidos de internet y los somete a un proceso de apropiación. Tal es el origen de esa substancia, luego devenida personaje, que es importada para que importe, o haga importar –vgr. otorgue importancia- al origen. Un procedimiento al que se le da entidad de manifiesto a partir del título de la obra.
Además, en las pantallas del pabellón las transformaciones de los personajes se suceden en loops irregulares que, a intervalos, arrojan una repetición torcida: se trata de una importación o traducción que cada tanto falla, porque la propia naturaleza de la transformación implica necesariamente un estadío de alteración que permite y da paso al cambio. Toda importación importa una traición, parece decir Heller, y, en ella, la posibilidad de alumbrar algo siempre nuevo, por extraordinario o monstruoso que sea.
Es inevitable enraizar la obra de Heller con cierta tradición literaria argentina, que mantiene una relación ambivalente con el origen, de distancia y extrañeza con la lengua materna, que es la materia original. Hay quienes afirman que la literatura argentina nace con una cita apócrifa: la que da inicio al Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento. Hay quienes sitúan ese nacimiento en una violación: la que se retrata en El Matadero, de Esteban Echeverría, pero que se reinterpreta en metáfora mayor como una relación de alteridad y fructificación en la penetración de la lengua plebeya sobre la lengua de salón. De allí, obras como la de Roberto Arlt, Silvina Ocampo, el propio Borges, hasta propuestas contemporáneas como las de María Moreno o Pablo Katchadjian, que construyen con la artesanía del pastiche, la parodia, las desviaciones propias de lo fantástico, el mestizaje y el juego con materiales híbridos, un mecanismo de engorde y parición a través del cual la substancia de origen –la palabra en la literatura, la imagen en Heller- una vez importada, arroja criaturas nuevas, en constante transformación, es decir: vivas. Sin duda también podríamos encontrar la clarificación de este mecanismo en el "Por favor, ¡plágienme!" de Alberto Laiseca. En este sentido, la polifonía de personajes que presenta la obra de Heller reconoce también la arborescencia genalógica que está en el origen y devenir de su creación.
Si bien creo que el señalamiento expreso de un mensaje no añade valor a la interpretación de una obra y que, además, esa finalidad excede la misión de estas líneas introductorias, no puedo dejar de destacar la importancia del reconocimiento del trasfondo colectivo, mestizo, de múltiples y vitales
posibilidades de transformación, alejado de cualquier cristalización de pureza, que reconozco en el trabajo de Heller. Sin embargo, lo que destaca en la obra que representa a nuestro país en esta ocasión es que el reconocimiento de ese origen no se limita a una alabanza o posición declamativa del pasado, sino que se proyecta en el horizonte y con las pinzas del futuro.
Más allá de la íntima relación de este universo con la propuesta curatorial de esta edición de la Bienal, convocada sobre la obra de Leonora Carrington The milk of dreams, estoy convencida de que la obra de Heller, como envío argentino, es un señalamiento de capital importancia frente a ciertas pretensiones de borramiento o censura de las diferencias, que podría caracterizarse como un alarmante resurgimiento de los fascismos o bien surgimiento de los posfascismos, en muchos puntos de nuestras realidades políticas y sociales, a lo largo y ancho del mundo.
Frente a la parálisis de la imaginación que surge como diagnóstico sobre los viejos movimientos sociales que, durante los siglos XIX y XX, solían canalizar las necesidades de transformación, una propuesta como la de Heller puede ser un estímulo y un llamado de atención hacia la importancia de imaginar y poner en marcha esas potencias del devenir orientadas, una vez más, hacia el futuro.
Por eso me enorgullece, como Comisaria del envío argentino a la 59º Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, que podamos presentar una obra con la potencia y vitalidad como la de Mónica Heller que, junto al trabajo de su curador Alejo Ponce de León y los textos que conforman este libro que acompaña la exposición, estoy convencida de que está llamada a establecerse como un gran hito en la historia de los envíos nacionales de la República Argentina.
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