Al iniciar una nueva serie de catequesis sobre las virtudes y los vicios que se les oponen, el Papa Francisco, en su audiencia general semanal, explicó cómo las Escrituras y los maestros de la vida espiritual nos instan a rechazar el mal de raíz, y resaltó la importancia de salvaguardar el corazón.
Comenzando con las Escrituras, el Papa analizó cómo el libro del Génesis presenta la dinámica del mal y la tentación, tal como se cuenta en la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén. La serpiente, criatura escondida y de lento movimiento, representa el peligro de la tentación y el pecado.
La serpiente comienza a conversar con Adán y Eva, y lo hace sembrando chismes y dudas en sus mentes sobre las intenciones de Dios y el cuidado de ellos, con preguntas capciosas sobre el árbol del jardín y si realmente podrían comer de su fruto o no, aunque estuviera prohibido por Dios, relató el Papa.
La prohibición de comer de ese árbol de la ciencia del bien y del mal marca una "medida de la sabiduría", explicó el Papa, y no una restricción en el uso de la razón, sino una forma de ayudar a comprender que existen límites humanos y que no somos omnipotentes.
La tentación de querer ser dueños del bien y del mal sigue siendo un problema, subrayó, y "el escollo más peligroso para el corazón humano". Estos indicios de pecado pueden amenazar "nuestra cercanía al Señor y nuestra obediencia a su plan de amor para nuestras vidas".
La caída
La historia de Adán y Eva muestra que no lograron resistir la tentación de la serpiente, que sembró dudas en sus mentes sobre Dios, y ellos cedieron a ellas, llevando al colapso de su vida armoniosa en el Edén, dijo el Papa.
Así pues, el mal no entra en la vida humana de manera clamorosa, observó el Papa, sino lenta y sutilmente a través del pensamiento, alimentando las dudas y cediendo a ellas para finalmente dejarse atrapar por sus tentaciones.
El Papa enfatizó que el diablo, al tentarnos a hacer el mal, intenta alejarnos de Dios con astucia, y que nunca, jamás, debemos dialogar con él.
Señaló que Jesús nunca dialogó con el diablo; lo echó fuera. En el desierto, donde Jesús fue tentado por el diablo, no dialogó sino que simplemente respondió con las palabras de la Escritura, la Palabra de Dios.
Ante la tentación, le debemos cerrar la puerta, subrayó, diciendo que no puede haber diálogo: debemos velar así por nuestros corazones.
Velando por el corazón
Para concluir, el Papa reiteró la recomendación de velar por nuestro corazón, siguiendo también el ejemplo de los santos.
Que todos pidamos la gracia de Dios para que nos ayude a aprender esta práctica, dijo, para alcanzar la sabiduría de custodiar el tesoro de nuestro corazón con la ayuda del Señor, que siempre está a nuestro lado.
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