Para proclamar el Evangelio «no basta con dar testimonio del bien, sino que es necesario saber soportar el mal», que aún hoy en algunos países tiene rostro de persecución, dijo el Papa Francisco al dirigirse a los fieles reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano, para la audiencia general de este miércoles 23 de agosto. Palabras significativas en estos días, fuertemente marcados en Asia por los ataques de la semana pasada a iglesias y hogares cristianos en Jaranwala, Pakistán .
Retomando su reflexión sobre la pasión por el anuncio del Evangelio, hoy el Papa Francisco se detuvo precisamente en América, donde -dijo- la evangelización tiene una fuente siempre viva: Guadalupe».
En México -recordó-, «el Evangelio ya había llegado antes de aquellas apariciones, pero lamentablemente también iba acompañado de intereses mundanos. En lugar del camino de la inculturación, se había recorrido con demasiada frecuencia el otro, el apresurado de trasplantar e imponer modelos preestablecidos. La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con la ropa de los indígenas, habla su lengua, acoge y ama la cultura local», porque «el Evangelio se transmite en la lengua materna. Y me gustaría dar las gracias a tantas madres y abuelas que lo transmiten a sus hijos y nietos».
Pero el celo evangelizador en Guadalupe tiene también el rostro de san Juan Diego, el humilde indio que recibió la revelación de María. «A Dios le encanta hacer maravillas a través de los pequeños», observó el pontífice, recordando sin embargo cómo el obispo local se negó a creerle cuando, en obediencia a la Virgen, le pidió que construyera un santuario en el lugar donde ella se había aparecido.
«He aquí el esfuerzo, la prueba del anuncio -comentó el Papa-. A pesar del celo, llega lo inesperado, a veces desde la misma Iglesia. De hecho, para anunciarlo no basta con dar testimonio del bien, es necesario saber soportar el mal. Ambos van juntos, así es la vida. Todavía hoy, en muchos lugares, para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas se necesita perseverancia y paciencia, es necesario no temer los conflictos, no desanimarse. Pienso en un país donde los cristianos son perseguidos porque son cristianos, y no pueden practicar bien y en paz su religión», añadió.
Ante la negativa, Juan Diego pidió a Nuestra Señora que lo dispensara y designara a alguien más estimado y capaz que él para llevar ese mensaje, pero fue invitado a perseverar.
«Siempre existe el riesgo –observó Francisco– de cierta claudicación en el anuncio: una cosa no sale bien y uno retrocede, se desanima y tal vez se refugia en las propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones íntimas. Por otra parte, mientras la Virgen nos consuela, nos hace avanzar y así nos hace crecer, como una buena madre que, siguiendo las huellas de su Hijo, nos lanza a los desafíos del mundo».
Y de aquí viene también la gran señal de Guadalupe: Nuestra Señora invita a Juan Diego a recoger en su tilma (el manto) flores extraordinariamente florecientes en pleno invierno, con la intención de llevárselas al obispo como prueba de su presencia. Pero cuando el indio abre ese manto frente al prelado, encontrará impreso en su tilma el rostro de la misma Madre, el de la imagen venerada desde entonces en Guadalupe.
«Aquí está la sorpresa de Dios –prosiguió el Papa-. Cuando hay disponibilidad, cuando hay obediencia, Él puede hacer algo inesperado, en momentos y en formas que no podemos predecir». En ese momento, «Juan Diego lo deja todo y, con el permiso del obispo, dedica su vida al santuario. Acoge a los peregrinos y los evangeliza. Así sucede en los santuarios marianos, destinos de peregrinaciones y lugares de anuncio,
«Aprendamos esto -concluyó el pontífice-: cuando hay dificultades en la vida, acudimos a la Madre; y cuando la vida es feliz, vamos a la Madre para compartir eso también. Necesitamos ir a estos oasis de consuelo y misericordia, donde la fe se expresa en la lengua materna; donde las dificultades de la vida se depositan en los brazos de la Virgen y se vuelve a la vida con paz en el corazón, tal vez con la paz de los niños».
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