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Culto Católico

"Tu dolor es mi dolor, tus lágrimas son mis lágrimas"

Nueve meses después de la agresión rusa en Kiev, Francisco envió una carta en la que expresa sufrimiento y cercanía a la población que califica de "noble y mártir".

El Santo Padre envió una carta a los ucranianos, en el noveno mes de guerra. Una vez más, el pontífice manifiesta su cercanía y la de toda la Iglesia con los niños, jóvenes, voluntarios, y ancianos del país azotado por la muerte y la destrucción.
"En su tierra, desde hace nueve meses, se ha desatado la absurda locura de la guerra. En sus cielos, el siniestro rugido de las explosiones y el ominoso sonido de las sirenas resuenan sin cesar", escribe el Papa Francisco en una sentida carta que envía al pueblo ucraniano, firmada el 24 de noviembre desde la Basílica San Juan de Letrán, cuando se cumplen nueve meses del comienzo del conflicto.
La carta del Papa, caracterizada por un profundo realismo, se abre con una lista de los horrores que, desde el 24 de febrero de 2022, primer día de la agresión rusa a Kiev, se han convertido en la vida cotidiana en el país de Europa del Este.
"En sus cielos retumban incesantemente el trágico estruendo de las explosiones y el inquietante sonido de las sirenas. Sus ciudades son azotadas por bombas como lluvias de misiles que causan muerte, destrucción y dolor, hambre, sed y frío. De sus calles muchos tuvieron que huir, dejando sus hogares y seres queridos. Junto a sus grandes ríos fluyen ríos de sangre y lágrimas cada día".
A estas lágrimas, el Papa añadió las suyas: "No hay día en que no esté a su lado y no los lleve a todos en mi corazón y en mis oraciones. Tu dolor es mi dolor".
"En la cruz de Jesús hoy te veo a ti, a ti que sufres el terror desatado por esta agresión. Sí, la cruz que torturó al Señor revive en los suplicios encontrados en los cadáveres, en las fosas comunes descubiertas en varias ciudades, en esas y en muchas otras imágenes crueles que han entrado en nuestras almas, que nos hacen gritar: ¿por qué? ¿Cómo pueden los hombres tratar a otros hombres de esta manera?"

El dolor por los niños

El Papa retoma historias trágicas, como la de los pequeños muertos, heridos o huérfanos, arrancados de sus madres. "Lloro con ustedes por cada pequeño que, a causa de esta guerra, perdió la vida, como Kira en Odessa, como Lisa en Vinnytsia, y como cientos de otros niños: en cada uno de ellos la humanidad entera está derrotada. Ahora están en el regazo de Dios, ven su angustia y rezan para que se acabe. Pero, ¿cómo no sentir angustia por ellos y por aquellos, pequeños y grandes, que han sido deportados? El dolor de las madres ucranianas es incalculable".
Asimismo, el Sucesor de Pedro piensa en los jóvenes que "para defender valientemente su patria tuvieron que poner las manos en las armas en lugar de los sueños que habían cultivado para el futuro; pienso en ustedes, esposas, que perdieron a sus maridos y mordiéndose los labios siguen en silencio, con dignidad y determinación, haciendo todos los sacrificios por sus hijos".
La mirada del Papa también se dirige a los adultos, "que intentan por todos los medios proteger a sus seres queridos"; a los ancianos, "que, en lugar de un sereno atardecer, han sido arrojados a la oscura noche de la guerra"; a las mujeres "que han sufrido la violencia y llevan grandes cargas en el corazón". "A todos ustedes, heridos en el alma y en el cuerpo", añade, reiterando que piensa en ellos y está cerca "con cariño y admiración por cómo afrontan estas pruebas tan duras".

El cariño de la Iglesia

Para Francisco, "en estos meses, en los que la dureza del tiempo hace aún más trágico lo que están viviendo, quisiera que el cariño de la Iglesia, la fuerza de la oración, el amor que tantos hermanos y hermanas de todas las latitudes sienten por ustedes, fueran caricias en su rostro".
"Dentro de unas semanas será Navidad y el aguijón del sufrimiento se sentirá aún más", dice, y le gustaría volver con ellos a Belén, "a la prueba que la Sagrada Familia tuvo que afrontar en aquella noche, que solo parecía fría y oscura. En cambio, la luz vino: no de los hombres, sino de Dios; no de la tierra, sino del cielo".
El pontífice concluye su misiva augurando: "Que su Madre y la nuestra, la Virgen, velen por ustedes. A su Corazón Inmaculado, en unión con los obispos del mundo, consagro a la Iglesia y a la humanidad, especialmente a vuestro país y a Rusia. A su Corazón de Madre le presento sus sufrimientos y sus lágrimas. A la que, como escribió un gran hijo de tu tierra, 'trajo a Dios a nuestro mundo', no nos cansemos de pedirle el anhelado don de la paz, con la certeza de que 'nada es imposible para Dios'. Que cumpla las justas expectativas de sus corazones, que cure sus heridas y les dé su consuelo. Estoy con ustedes, rezo por ustedes y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y que la Virgen los guarde".

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