18.17 “No tiene poder, sin ofender”, dijo en una entrevista el Sumo Pontífice, quien habló desde el Vaticano sobre los conflictos armados, el poder y América Latina.
El papa Francisco se refirió en una entrevista con la agencia Télam a su preocupación por las guerras que se suceden en el mundo y, más puntualmente, a la invasión de Rusia en Ucrania y se mostró pesimista por la función de los organismos multilaterales para que los ataques cesen. Sobre el tema, aseguró sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU): “No tiene poder para imponerse, sin ofender”.
“Después de la Segunda Guerra Mundial hubo mucha esperanza en las Naciones Unidas. No quiero ofender, sé que hay gente muy buena que trabaja, pero en este punto no tiene poder para imponerse”, dijo el Papa al ser consultado sobre qué opinaba de las tareas de los organizaciones multilaterales en los conflictos.
“Ayuda sí para evitar guerras y pienso en Chipre, donde hay tropas argentinas. Pero para parar una guerra, para resolver una situación de conflicto como la que estamos viviendo hoy en Europa, o como las que se vivieron en otros lugares del mundo, no tiene poder. Sin ofender. Es que la constitución que tiene no le da poder”, explicó.
Tras ello, le consultaron si cree que los poderes en el mundo han cambiado y si se modificó el peso de algunas instituciones. “Es una pregunta que no quiero universalizar mucho. Quiero decir así: hay instituciones beneméritas que están en crisis o, peor, que están en conflicto. Las que están en crisis me dan esperanzas de un posible progreso. Pero las que están en conflicto se involucran en resolver asuntos internos”, opinó.
“En este momento hacen falta valentía y creatividad. Sin esas dos cosas, no vamos a tener instituciones internacionales que puedan ayudarnos a superar estos conflictos tan graves, estas situaciones de muerte”, dijo.
Por otra parte, recordó que ya en 2014 habló de “guerra mundial a pedacitos” ya que se dan muchos conflictos armados en el mundo, además dijo que el uso de armas nucleares “es inmoral”.
“Esto de Ucrania lo vivimos de cerca y por eso nos alarmamos, pero pensemos en Ruanda hace 25 años, Siria desde hace 10, Líbano con sus luchas internas o Myanmar hoy mismo. Una guerra, lamentablemente, es una crueldad al día. En la guerra no se baila el minué, se mata. Y hay toda una estructura de venta de armas que lo favorece. Una persona que sabía de estadísticas me dijo, no me acuerdo bien los números, que, si durante un año no se fabricaran armas, no habría hambre en el mundo”, señaló.
“Creo que llegó el momento de repensar el concepto de ‘guerra justa’. Puede haber una guerra justa, hay derecho a defenderse, pero como se usa hoy día ese concepto hay que repensarlo. Yo he declarado que el uso y la posesión de armas nucleares es inmoral. Resolver las cosas con una guerra es decirle no a la capacidad de diálogo, de ser constructivos, que tienen los hombres” expresó y aseguró que pasa lo mismo en la vida diaria.
“Fijate cuando estás hablando con algunas personas y antes de que termines, te interrumpen y te contestan. No sabemos escucharnos. No le permitimos al otro que diga lo suyo. Hay que escuchar. Escuchar lo que dice, recibir. Declaramos la guerra antes, es decir, cortamos el diálogo. Porque la guerra es esencialmente una falta de diálogo”, dijo.
América Latina, los populismos y los popularismos
El año que viene se cumplen 10 años de la designación de Bergoglio en el Vaticano y en su balance dijo que las medidas que tomó fueron las que se habían tratado en reuniones previas a la elección del nuevo Papa, aunque admitió que sí hay una impronta suya en esos cambios.
“Las cosas que hice no las inventé ni las soñé después de una noche de indigestión. Recogí todo lo que los cardenales habíamos dicho en las reuniones pre-cónclave, que debía hacer el próximo Papa. No creo que haya habido nada original mío, sino poner en marcha lo que se pidió entre todos. Por ejemplo, en la parte de Reforma de la Curia terminó con la nueva Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que después de 8 años y medio de trabajo y consulta se logró poner lo que habían pedido los cardenales”, explicó.
Ante la pregunta de si hay una impronta suya y de la Iglesia latinoamericana, dijo: “Eso sí”. También explicó: “La Iglesia latinoamericana es una Iglesia popular, en el sentido real de la palabra. Es una Iglesia del pueblo de Dios, que se desnaturalizó cuando el pueblo no podía expresarse y terminó siendo una Iglesia de capataces de estancia, con los agentes pastorales que mandaban. El pueblo se fue expresando cada vez más en lo religioso y terminó siendo protagonista de su historia”.
Tras recomendar la lectura del filósofo argentino, Rodolfo Kusch, quien escribe sobre la filosofía del pueblo, dijo: “Esto es lo que vivió la iglesia latinoamericana, aunque tuvo conatos de ideologización, como el instrumento de análisis marxista de la realidad para la Teología de la Liberación. Fue una instrumentalización ideológica, un camino de liberación - digamos así - de la iglesia popular latinoamericana. Pero una cosa son los pueblos y otra son los populismos”.
Con respecto a la diferencia entre esos conceptos, aclaró: “Popularismo es cuando el pueblo lleva adelante sus cosas, expresa lo suyo en diálogo y es soberano. El populismo es una ideología que aglutina al pueblo, que se mete a reagruparlo en una dirección. Y acá [en Europa]cuando les hablás de fascismo y nazismo entienden en ese aspecto lo que es un populismo. La Iglesia latinoamericana tiene aspectos de sujeción ideológica en algunos casos. Los ha habido y los seguirá habiendo porque eso es una limitación humana. Pero es una Iglesia que pudo y puede expresar cada vez mejor su piedad popular, por ejemplo, su religiosidad y su organización popular”.
Ante la pregunta de cómo ve a América Latina, teniendo en cuenta que muestra alternativas al neoliberalismo con la construcción de proyectos populares e inclusivos, dijo: “Latinoamérica todavía está en ese camino lento, de lucha, del sueño de San Martín y Bolívar por la unidad de la región. Siempre fue víctima, y será víctima hasta que no se termine de liberar, de imperialismos explotadores. Eso lo tienen todos los países. No quiero mencionarlos porque son tan obvios que todo el mundo los ve”.
Luego, cerró: “El sueño de San Martín y Bolívar es una profecía, ese encuentro de todo el pueblo latinoamericano, más allá de la ideología, con la soberanía. Esto es lo que hay que trabajar para lograr la unidad latinoamericana. Donde cada pueblo se sienta a sí mismo con su identidad y, a la vez, necesitado de la identidad del otro. No es fácil”.
La crítica del Papa a los medios
Francisco apuntó a que muchas veces su voz parece discordante entre otras y lamentó la forma en que en algunas oportunidades se informa sobre sus declaraciones. “Si hablo yo, todos dicen ‘habló el papa y dijo esto’. Pero también es cierto que te agarran una frase fuera de contexto y te hacen asegurar lo que no quisiste decir”.
Así, ejemplificó con sus últimas dichos sobre la invasión a Ucrania. ”Hay que tener mucho cuidado. Por ejemplo, con la guerra hubo toda una disputa por una declaración que hice en una revista jesuita: dije “aquí no hay buenos ni malos” y expliqué por qué. Pero se tomó esa frase sola y dijeron ‘¡El Papa no condena a Putin! La realidad es que el estado de guerra es algo mucho más universal, más serio, y aquí no hay buenos ni malos. Todos estamos involucrados y eso es lo que tenemos que aprender’”. Y agregó: “Hay que tener cuidado para que la comunicación no cambie la esencia de la realidad”. (La Nación)
Comentarios