Especiales

Una fecha donde se consolidaron las bases de la Nación Argentina

El pasado 25 de mayo se cumplió un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo de 1810. Como cada año, esta fecha nos interpela e interroga acerca de los sentidos de lo colectivo, de lo común, de los lazos que nos vinculan y del compromiso compartido para afrontar los dilemas del presente y el futuro. Si una Nación es una comunidad imaginada, la revolución es el inicio concreto y simbólico de un proyecto que, a más de doscientos años, nos sigue convocando para trabajar por una provincia y un país más justos y solidarios. Las efemérides en general, y el 25 de mayo en particular, están tensionadas entre dos extremos. Por un lado, en tanto rituales que forman parte de las tradiciones que desde el siglo XIX construyen los Estados nacionales para reforzar el sentimiento de pertenencia a la comunidad política. Por el otro, por estudios históricos que a partir de análisis exhaustivos revisan y, en muchos casos, cuestionan ciertas representaciones acerca de los hechos que conmemoramos.
Muchas de las investigaciones históricas de los últimos tiempos pusieron en cuestión la versión canónica de la Revolución de Mayo, postulada inicialmente por Bartolomé Mitre en Historia de Belgrano y la independencia argentina y continuada por la corriente historiográfica liberal. Esta versión sostiene que la revolución fue producto de un plan madurado lentamente en el último período colonial para "romper las cadenas" del colonialismo, producto de una identidad argentina preexistente. Por el contrario, actualmente las historiadoras y los historiadores afirman que a principios del siglo XIX los criollos de Buenos Aires se sentían americanos y se diferenciaban de los peninsulares, pero no pensaban en gestar una nación. Belgrano, uno de nuestros próceres más ilustres, escribía unos años antes de la revolución que estas tierras seguramente serían libres, pero para ello habría que esperar 100 años.
Historia y desenlace
Durante la etapa virreinal, España mantuvo un férreo monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción manufacturera en plena Revolución Industrial. La condena a la intermediación perpetua por parte de España encarecía los intercambios comerciales y sofocaba el crecimiento de las colonias. La escasez de autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al régimen monopólico, sumado a las convulsiones que se vivían Europa tras la invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población criolla a impulsar un movimiento revolucionario. Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón.
El 13 de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. La autoridad que había designado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había, por tanto, caducado y la propia autoridad del virrey se encontraba cuestionada. Pronto Cisneros debió ceder a las presiones de las milicias criollas y de un grupo de jóvenes revolucionarios y convocó a un Cabildo Abierto para el 22 de mayo de 1810. El Cabildo, dominado por españoles, burló la voluntad popular y estableció una junta de Gobierno presidida por el propio Cisneros. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Cornelio Saavedra y Juan José Castelli obtuvieron la renuncia del ex virrey. El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la "Victoria", actual Plaza de "Mayo", el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer Gobierno patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia español.
Hemos elegido algunos extractos del pensamiento de Mariano Moreno, uno de los más esclarecidos patriotas de la Revolución de Mayo, donde reivindica valores todavía vigentes como la importancia de la instrucción y la educación como método contra las tiranías, la necesidad de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero y la necesidad de una organización federal en el Gobierno. "El oficial de nuestro ejército después de asombrar al enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de su instrucción. El que se encuentre desnudo de estas cualidades redoble sus esfuerzos para adquirirlas, y no se avergüence de una dócil resignación a la enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros buenos deseos: el que no sienta los estímulos de una noble ambición de saber y distinguirse en su carrera, abandónela con tiempo, y no se exponga al seguro bochorno de ser arrojado con ignominia: busque para su habitación un pueblo de bárbaros o de esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus hijos hombres extranjeros a las virtudes." "El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal". "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía". "Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios".

25 de mayo especiales

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