Hace muchos años, un gran director teatral italiano respondió a las críticas de los diarios que le cuestionaban una puesta por sobreactuada: «Mire, mejor sobreactuar, que no actuar. Es posible que la historia padezca un problema de sobreactuación, en efecto. Pero eso es algo inevitable cuando se trabaja con tantos actores. El fracaso sería que no transmitieran nada. Pero me queda claro con las críticas, que ocurre todo lo contrario.
Si alguien, por mero quejoso, dijera lo mismo de este primer mes de gestión de Maximiliano Pullaro, recibiría la misma respuesta. Acostumbrados a un gobierno que se caracterizó por no actuar prácticamente en ninguna de las áreas centrales del Estado, que lo de Pullaro aparezca como sobreactuado es un asunto que en principio, cumple con el objetivo primordial y contrasta: frente a la nada, cualquier cosa parece demasiado.
Y cuidado: Este mes de Pullaro tuvo tanto peso público, que no sólo contrasta con la anomia sistémica de Perotti, sino que avanza sobre asuntos que parecían imposibles de abordar, desde la lógica instalada del «hacemos lo que se puede».
¿Por qué en un mes, el gobernador consiguió -casi de manera unánime- sancionar una decena de leyes que le facilitarán el accionar a policías, jueces y fiscales frente al pero flagelo que sufren Rosario y Santa Fe? ¿Por qué, por primera vez en la historia reciente, el Ministerio de Educación sentó en enero a los gremios a discutir, no sólo las políticas salariales, sino los rendimientos y el trabajo de los docentes, con números en la mano que no admiten réplicas ni justificativos? ó sólo por dar un ejemplo, ¿Por qué, frente a una desgracia climática, como la ocurrida en Reconquista, ordenó a casi todo su gabinete hacerse presente en el lugar?
A todas esas preguntas las responde una sola respuesta: Porque Pullaro y todos sus colaboradores, llegaron al gobierno con un plan, con un gabinete armado en su inmensa mayoría por personas formadas para ocupar los lugares que ocupan, y con un compromiso de trabajo innegociable.
Entonces, todo parece sobreactuado.
Que todos los partidos que integraron la alianza electoral, ocupen lugares en el gobierno, que compartan espacios entre ellos, que la vicegobernadora tenga acción más allá de su rol legislativo, parece extraño.
Que los funcionarios dediquen todo su tiempo a trabajar, es una rareza.
Que los ministros sepan de lo que están hablando y conozcan a fondo los detalles de las áreas que administran, aún antes de conocer la realidad con la que se iban a encontrar, es una rareza.
Que los funcionarios, por el ejemplo el ministro de Seguridad, ponga en orden el funcionamiento de patrulleros u ordene el confinamiento de los presos de alto perfil, a lugares donde no tengan acceso a ningún mecanismo que les permita seguir ordenando delitos, parece raro.
Que los funcionarios, todos, de todas las áreas, se muestren activos, poniendo en marcha colonias de vacaciones, reabriendo espacios públicos que se habían convertido en depósitos o salas de eventos privados -como La Redonda en Santa Fe- o que las ambulancias públicas vuelvan a funcionar en cantidades más o menos razonables con la cantidad de habitantes que tiene cada ciudad o comuna, hoy parecen acciones exageradas.
Queda claro, en apenas un mes, que muchos de los problemas estructurales que sufre la provincia, fueron agravados por la inacción, por la falta de voluntad política de quienes antecedieron.
Y estos primeros días, pueden indicar el destino de una gestión. Perotti, ya nadie lo recuerda, eligió cerrar la Casa Gris durante todo enero de 2020, bajo la excusa de que había que «buscar pruebas sobre presuntos delitos de su antecesor Miguel Lifschitz». En ese mes, Rosario fue una sangría, la policía se quedó sin órdenes, mientras el Ministro de Seguridad se dedicaba a espiar a políticos, empresarios y periodistas; y cuando hacía tiempo, salía en los medios a decir » que la policía de Santa Fe estaba llena de negros de mierda, del norte provincial».
El mes de Pullaro, es todo lo contrario. Y visto a simple vista, parece una exageración. Y ha generado expectativas altas, de que su gestión sea una continuidad de este primer mes.
La «sobreactuación» era necesaria. Había que romper un clima de resignación e indefensión, que aún reina en la mayoría de los santafesinos.
Santa Fe necesitaba un cambio de paradigma. Y un cambio de relato.
Tener, al menos, la sensación de que quienes gobiernan están trabajando, alivia al ciudadano.
El desafío mayor, será sostener el ritmo de gestión, claro, no sin advertir que tanto la economía nacional, las decisiones del gobierno de Milei y los factores locales como el crimen organizado y la «resistencia» opositora que quedó reducida a los sindicatos oficiales – socios de Omar Perotti durante toda su gestión- lo pondrán en severas dificultades. (Conicherep.com)