¿Qué otra cosa más que felicitarlos se puede hacer con un Gobierno que consigue un 8,4% de inflación mensual? Nada. Solo rendirnos ante la evidencia.
Estamos a un paso de obtener el campeonato mundial de inflación y no podemos ser mezquinos. Esto ha sido un verdadero trabajo en equipo, como la Scaloneta pero al revés. A riesgo de parecer ingratos y olvidarnos de alguno, es importante recordarlos a todos. Alberto como "Presidente"; Guzmán, Batakis y Massa en Economía; Cafiero, Manzur y Rossi como jefes de gabinete; Wado De Pedro como ministro del Interior y jefe de la oposición; Arroyo, Zabaleta y Tolosa Paz en Desarrollo Social, Pesce al frente de la maquinita del Banco Central, Volnovich en el PAMI, Raverta en la ANSES, infinidad de jerarcas de La Cámpora despilfarrando talento por todos lados y, muy especialmente, los distintos secretarios de Comercio, encargados de controlar los precios. Paula Español, que llevó la inflación al 3% mensual, luego Roberto Feletti que la clavó en el 6%, y ahora Tombolini y Señora, que nos acaban de deleitar con este hermoso 8,4% con promesa de mucho más.
Todo esto bajo la supervisión de Kicillof y Máximo, humildes a la hora de los flashes para no eclipsar al resto del equipo, pero incansables como alfiles de la directora general y comandante en jefa del proceso inflacionario: Cristina Fernández de Kirchner, alias Miss Inflación.
Al fin y al cabo fue Ella la que en 2007 recuperó la inflación para la Argentina después de 15 años de haberla perdido.
¿Deberíamos agradecerle también a Gabriela Cerruti? Mucho. Si bien ella no tiene nada que ver con el manejo de la economía, tiene el mérito de poner la cara todas las mañanas para decir que las cosas andan muy bien, que estamos creciendo, que se está generando empleo y que la inflación es un problema en el que se está trabajando y que pronto se va a resolver. El hecho de que sea ella la persona que mandan a decirlo es la prueba irrefutable de que a esta gente les chupa un huevo todo.
Conclusión: es evidente que al Gobierno no le importa nada. Hacen como si el problema los atormentara cuando, en realidad, es obvio que sus preocupaciones son otras, como podemos comprobarlo a diario.
¿Qué es lo que realmente les interesa? ¿Cuáles son las verdaderas preocupaciones del Gobierno y sus aledaños? Acá llegamos al punto. Justamente es lo que la Corte Suprema acaba de frenar en San Juan y Tucumán: quedarse en el poder para siempre. A como de lugar.
Manzur pretendía ir por su quinto mandato al hilo (dos veces vice, dos veces gobernador y ahora vice de vuelta), mientras que Uñac quería el cuarto al hilo (una vez vice, dos veces gobernador y ahora buscaba otro más). Obviamente, tanto lo de Manzur como lo de Uñac es penal desde todos los ángulos en que repitan la jugada. Hasta Gioja, que fue gobernador de San Juan dos veces y después reformó la Constitución de su provincia para acceder a un tercer mandato consecutivo, o sea un rapidito en estos asuntos, declaró: "Uñac sabía que no podía ser candidato, se lo dijimos en todos los idiomas".
El truco consiste en hacer interpretaciones raras de las constituciones con el aval de las cortes provinciales que suelen estar conformadas por primos, amigos o socios de los gobernadores. ¿Cómo no darle el gusto a un hermano de la vida?
¿Es nuevo esto? No. Recordemos a los Saadi en Catamarca o, mejor aún, a los Rodríguez Saá en San Luis, donde gobiernan desde 1983 con la sola interrupción de un muchacho de apellido Poggi que en 2011 andaba por ahí, el portero se descuidó y se les sentó en el despacho del Gobernador hasta el 2015. Fuera de esto, Adolfo Rodríguez Saá tuvo cinco mandatos seguidos y su hermano Alberto va por el cuarto.
Ni hablar de Menem en La Rioja o Juárez en Santiago del Estero. En este caso, cuando Néstor Kirchner se cansó de los mandatos de Juárez (el primero había arrancado en 1949 y el último en 1999), decidió intervenir la provincia, sacar al viejo tirano y poner uno más joven: Gerardo Zamora, quien asumió su primer mandato en 2005 y al toque reformó la Constitución provincial para habilitarse un segundo mandato en 2009. Como la idea de abandonar el poder en 2013 lo angustiaba mucho, su psicólogo lo alentó a presentarse para un tercer mandato que estaba expresamente prohibido por la constitución santiagueña. La excusa fue que el primer mandato era anterior a la reforma, por lo tanto no debía computarse. La Corte Suprema de la Nación le paró el carro y el tipo, para evitar la angustia del llano, postuló a su mujer que gobernó hasta que él pudo volver en 2017. Ya llevan 18 felices años gobernando juntos.
Mucho tiempo antes, el plan de Zamora ya había sido intentado por Carlos Menem. Luego de reformar la Constitución Nacional en 1994 para habilitarse un segundo mandato (el primero fue 1989/1995 y el segundo 1995/1999), cuando en 1999 se dio cuenta de que se acababa la joda y tenía que volverse a Anillaco, salió con el cuento de que el primer mandato no contaba porque era previo a la reforma.
El turco no pudo imponer su idea ni tampoco tenía una esposa disponible para poner en su lugar, como haría luego Zamora, ya que Menem estaba separado de Zulema. Si la idea era postular a su nueva mujer tendría que haber instaurado mandatos de un mes para poder cumplir con todas las que tenía. No funcionó.
A ninguno de estos ñatos se le ocurrió la solución más simple que existe para resolver esta obsesión por el poder: reformar las constituciones para habilitar reelecciones indefinidas y quedarse para siempre como hicieron Insfrán en Formosa, Kirchner en Santa Cruz o Stalin en Rusia.
Esta es la verdadera y única preocupación de toda esta gente. De ahí que Massa hable de las PASO en lugar de explicar qué corno va a hacer con el 8,4% o que el peronismo en bloque reclame la candidatura de Cristina en lugar de laburar día y noche en esta catástrofe económica que ellos mismos han provocado. O que el intendente de Ensenada, Mario Secco, haya dicho que si la condenan a Cristina van a volar todos en pedacitos, o que el gobernador riojano Quintela haya advertido que los medios que reciben pauta oficial deben "respetarlo", mientras a su lado Alberto lo aplaudía feliz como si le estuvieran señando un Corolla 2016. Fue Grabois quien declaró que si gana la oposición pasará a la resistencia hasta que se vayan en helicóptero y fue Larroque el que tuiteó "peronismo o disolución nacional". La lista de guerreros del poder es infinita. A ninguno le importa la inflación ni la economía ni la inseguridad ni el pueblo ni nada. Sólo el queso.
La idea del queso eterno se escuda en los postulados de Ernesto Laclau, quien fuera principal ideólogo de los Kirchner. El tipo escribió que las democracias latinoamericanas requieren de reelecciones indefinidas para garantizar los procesos revolucionarios. Aún aceptando que Massa y Tombolini sean parte de algún proceso revolucionario, la idea es letal para la democracia pero también un boomerang para quienes la postulan. Con la misma herramienta, por ejemplo, Milei se podría quedar para siempre.
¿Qué es lo que está detrás de la excusa ideológica y cuál es el verdadero fondo del asunto? Simple. Es la inmortal frase de Yabrán: "Poder es impunidad". Por eso armaron el Frente de Todos y se unieron personajes tan dispares como Cristina, Massa, Moyano y tantos intendentes del conurbano. Todos tienen un problema en común: el patrullero.
En 2015 varios se quedaron a la intemperie judicial, una experiencia que no están dispuestos a vivir otra vez. En 2019 se juntaron para volver al poder. Por lo que se vio esta semana, daría la impresión de que la idea es conservarlo como sea. Si es por las buenas, mejor. Si no también. Fuente: Clarín