La vida de Miguel Ángel Gómez estuvo marcada siempre por adversidades. En su Salta natal, desde muy chico luchó contra el hambre junto a su familia de distintas maneras. Aprendió de todo e hizo de todo hasta que una tragedia modificó su vida y su realidad. La pérdida de su esposa en un accidente lo sumió en una depresión que lo llevaba a seguir buscándola en aquel lugar donde ocurrió todo.
Fue entonces cuando decidió hacer un cambio en su vida y estudió enfermería, pero las circunstancias de la vida, complicaciones de salud y la imposibilidad de seguir trabajando lo llevaron al retiro. Allí, sin embargo, comenzó un nuevo proyecto y no paró hasta hacerlo realidad. Es que el hombre de 63 años arrancó con una “gomería móvil” que no solo es furor sino que también marca tendencia entre colegas. “Para mi no es trabajo, ni un hobbie. Para mi es salud”, dijo Miguel en diálogo con TN.
Una vida de trabajo
“A los 11 años empecé a trabajar como ayudante de albañil con la pareja de mi mamá. Éramos muy pobres y cobrábamos monedas en ese tiempo. Siempre tuve una vida de necesidad y sacrificio”, recordó el hombre.
Ya de adulto, Miguel formó su familia, pero la situación económica seguía siendo dura, a pesar de que él se la rebuscaba para llevar el pan a la mesa. Sin embargo, su vida dio un giro total cuando un accidente le arrebató a su compañera de vida. “Una noche volvíamos en moto de la casa de mi mamá con mi esposa y mi hija menor cuando un vehículo que venía en el mismo sentido que nosotros nos impactó de lleno. Nos levantó de atrás y María Fany fue la que se llevó la peor parte: murió en el acto y nosotros volamos 18 metros”, lamentó.
Tras ello, con el dolor a cuestas por la pérdida de su mujer y recuperándose de las múltiples fracturas, arrancó a estudiar enfermería. “Iba con las muletas, estaba todo el día, pero en mi cabeza tenía presente la pérdida de mi esposa. Psicológicamente estaba muy mal, por las noches salía a recorrer la ruta para buscarla, llorando, quería ver si aparecía porque habíamos hecho un juramento que el que se iba primero le iba a dar señales al otro, pero nunca pasó”, recordó.
“Un día mi mente no anduvo más. Era mucho el dolor que tenía y abandoné. Después de un tiempo, ya más tranquilo, continué y me recibí. Empecé a transitar el camino de la salud y descubrí que me encantaba. Aprendí un montón y traté de devolver todo lo que me dieron de alguna forma cuando me atendieron después del accidente”, destacó
Sin embargo, la vida le tenía otros planes. “Con el tiempo sufrí tres infartos y tengo tres sten así que me tuve que retirar porque ya no podía trabajar más”, explicó. Si bien siempre creyó que después de tantos años de trabajo y sacrificio el día que se jubile iba a descansar o viajar para disfrutar, nada ocurrió cómo él esperaba. “No era como yo creía porque cuando uno se jubila se siente inútil porque la mente es más fuerte y te hace repensar muchas cosas”, señaló.
Así, un día reunió a todos sus hijos y les dijo que quería seguir trabajando, pero el visto bueno tardó en llegar. “Me decían que descanse, que no era necesario, entonces eso me desanimó”, destacó.
Pero así como la vida de Miguel tuvo muchas vueltas, este momento no iba a ser la excepción. “El año pasado viajaba mucho con mi actual esposa y en medio del valle vimos a una dama empujando una moto. Me acerqué a preguntarle si podía darle una mano, pero estábamos en medio de la nada y ella necesitaba una gomería. Eso me quedó en la mente y me surgió la idea de la gomería a domicilio”, contó.
“Yo pensaba en hacer volantes para hacer propaganda, pero eso ya pasó de moda así que un día de marzo mi hija menor me preguntó si de verdad quería seguir trabajando, que ella había googleado que en Salta Capital no había gomerías móviles y que sería un boom, que había que promocionarlo en redes. Ese era el incentivo que precisaba”, remarcó.
En tal sentido, sostuvo: “Yo no tenía un problema económico sino de salud mental y física y ella fue la impulsora de todo esto”.
Así, de a poco fue armando su valijita con herramientas y todo lo indispensable para trabajar con su moto. El primer tiempo costó mucho porque nadie lo conocía, pero todo cambió cuando se cruzó a un periodista local que compartió su foto en un portal y los llamados empezaron a llegar. “Se comunicaba gente para saber cuánto cobraba o hasta donde iba. Yo sabía que este servicio iba a dar sus frutos”, manifestó.
Hoy, Miguel está tapado de trabajo y lo celebra. “Sé que no me queda mucho con todos los problemas que tengo y quiero disfrutar de la vida. Esto para mi no es trabajo, ni un hobbie, para mi es salud porque la gente me ayuda mucho más de lo que yo a ellos y encima me pagan por ser feliz, ¡soy muy afortunado!”, sostuvo y añadió: “Le pido a Dios que me de siete años más para disfrutar de mi vida después de tanto sufrimiento”. (TN)