Dominga de Penner con su hija Rosina planearon un día visitar a su otro hijo, Faustino, que residía en San Pablo, Brasil. Él trabajaba allí con una empresa de construcciones y fábrica de mosaicos. Era el año 1912 y madre e hija no tenían la intención de abandonar su tierra en el norte de Italia. Emprendieron la travesía en barco. En alta mar, Dominga enfermó gravemente de pulmonía; acaso por falta de asistencia adecuada y por las condiciones de hacinamiento que solían tener las naves de pasajeros, falleció. Aunque ya había pasado la temporada intensa de emigración entre 1880 y 1910, todavía era numeroso el tránsito de italianos, españoles, suizos, franceses y alemanes que buscaban nuevos horizontes, ante la situación conflictiva del centro europeo, que hacía prever un futuro bélico en gran escala, cosa que ocurrió poco tiempo después entre 1914 y 1918. Fallecida y sin instalaciones en el barco para conservar el cuerpo, fue arrojada al mar, ante la desolación de su hija Rosina, por la pérdida de su madre y por lo que debía enfrentar en el futuro próximo.
La estadía prevista en Brasil debía ser por tres meses. En Italia esperaban el regreso Massimo, esposo de Dominga y el joven novio de Rosina, músico en la banda de Trento. La muchacha se aferró a su hermano Faustino y decidió no volver a su Trentino natal. Permaneció en Brasil dos años, pero, ante el constante acoso del socio de su hermano, emprendió viaje hacia su nuevo destino: Rafaela, donde conocía a la familia Bonelli. Aquí se puso a trabajar en un bar, ubicado en avenida Mitre y Roque Sáenz Peña, donde conoció a Oreste Carelli, un inmigrante oriundo de Recanati; se enamoraron y se casaron en 1916. Formaron una familia con ocho hijos.
Rosina ya no tuvo contacto con su padre ni con su hermano Faustino, del cual supo que se había establecido en Tucumán para continuar con su trabajo en la construcción de puentes y caminos. Recién en 1939, por casualidad, supo de su fallecimiento en Buenos Aires.
La familia numerosa colmó los afectos de Rosina y Oreste, aunque nada pudo borrar las imágenes de las penas y desencuentros padecidos. Falleció el 14 de julio de 1982. Algunos de sus nietos pudieron intercambiar noticias con los nietos de su hermano Faustino, residentes en Tucumán, pero ella ya había partido en su viaje final. En familiares y amigos ha quedado la historia de una rafaelina por adopción, que partió un día desde su tierra con el propósito de gozar de un paseo y volver a los tres meses, pero su destino la llevó a un rumbo muy lejano, echó raíces y nunca volvió.