08.12 Hace un año y medio que prácticamente no hay déficit por turismo, ante las dificultades para viajar al exterior. Una reapertura del turismo generaría fuerte tensión sobre las reservas y el tipo de cambio
El cierre casi total de las fronteras argentinas, con las consiguientes limitaciones para viajar al exterior, se transformó en un importante (y también polémico) instrumento utilizado por el Gobierno para combatir el Covid-19. Pero este aislamiento internacional por motivos sanitarios está teniendo un gran impacto en la política financiera y cambiaria del Gobierno.
La escasísima venta de pasajes, gastos de hotel y compras fuera del país le generó un ahorro al Banco Central de miles de millones de dólares desde que arrancó la pandemia, hace un año y medio. Por eso, una eventual reapertura del turismo internacional, tanto receptivo como emisivo, deberá tener en cuenta no sólo el aspecto sanitario sino también el impacto sobre el mercado de cambios, es decir del dólar.
En redes sociales se multiplican las imágenes de satélites que muestran cómo se está recuperando el flujo aéreo internacional en buena parte del mundo, mientras que la Argentina sigue prácticamente sin vuelos. La explicación que ahora da el Gobierno es la necesidad de “ganar tiempo” para diferir el ingreso al país de la contagiosa variante Delta de COVID-19.
El último balance cambiario difundido por el Banco Central hace alusión específica a este tema: “El déficit neto de la cuenta viajes, pasajes y otros pago con tarjeta continúa en niveles mínimos. Este comportamiento se muestra en línea con lo publicado en la última encuesta de turismo internacional”.
En la misma línea, aclara que “en los giros que se hacen al exterior para cancelar los saldos con las empresas emisoras de tarjetas internacionales, se incluyen tanto los consumos que se realizan por viajes al exterior como las compras no presenciales a proveedores del exterior”, especialmente a través de sitios de comercio electrónico especializados en compras a grandes marcas internacionales.
Aún a pesar del cierre casi total de fronteras y la escasa cantidad de argentinos que puede viajar al exterior, el déficit por la cuenta de gastos en el exterior (incluyendo pasajes y gastos con tarjeta) fue de USD 212 millones en junio.
A mediados de la década pasada el rojo de la cuenta turística llegó a superar los USD 8.000 millones anuales. Ni el cepo ni los impuestos que se cargaban para desalentar la compra en el exterior, a través del “dólar tarjeta”, alcanzaban para frenar ese gasto. De hecho, el rojo del turismo pasó a representar el principal egreso de dólares para el Gobierno durante la segunda gestión de Cristina Kirchner. Era tal ese déficit que se “comía” la totalidad del superávit comercial que conseguía la Argentina. Un lujo que ya no tiene espacio ante la débil situación de reservas del Central.
El gobierno de Alberto Fernández, en cambio, no tuvo que lidiar con este “problema”. Pero después de un año y medio de encierro casi total desde el punto de vista fronterizo, se impone pensar en cómo será el plan de salida. Más que un peligro de contagios, el mayor riesgo pasa por la fuerte pérdida de reservas que podría sufrir el Central en caso de que se reanude el turismo internacional. No sólo se trata de gastos en Miami, sino también de lo que los argentinos pueden gastar viajando a Uruguay, Chile o Brasil.
El cepo cambiario y los tipos de cambio múltiple son lo más nocivo para la balanza de turismo. El motivo es que los argentinos que viajan al exterior tienen incentivo para gastar con tarjeta y luego cambiar dólares en el mercado libre. Hoy el “dólar tarjeta o solidario” está por debajo de $170, mientras que el dólar libre cotiza a $180.
Por otra parte, el tipo de cambio competitivo no lo ayuda al BCRA a recuperar reservas. Si regresa el flujo de extranjeros, esos turistas no cambiarían en el mercado oficial a $ 100, sino que recurrirían a circuitos informales para cambiar sus divisas a $ 180. En su momento, el titular del BCRA, Miguel Pesce, explicaba el salto del dólar libre en el hecho de que no había oferta de turismo.
El Gobierno deberá enfrentar tarde o temprano este dilema. Con escasas reservas, resulta extremadamente difícil pensar en una reapertura del turismo internacional de la noche a la mañana, aún cuando las condiciones sanitarias lo permitan.
Una pérdida acelerada de reservas para hacer frente a los gastos en pasajes, hoteles o compras pondría aumentaría las chances de devaluación brusca, algo que el Gobierno quiere evitar a toda costa.
El momento más sensible se acerca. ¿Se animará el Gobierno a mantener el cierre casi total de fronteras en el verano, que es cuando se registran más viajes al exterior? Se supone que en cuatro meses ya la mayoría de la población estará vacunada con dos dosis, por lo que lo más sensato sería avanzar hacia una normalización del turismo internacional: permitir que ingresen turistas extranjeros, pero que también los argentinos pueden viajar. Sin embargo, no puede descartarse en absoluto que la ecuación financiera y cambiaria tenga un rol importante en esa decisión.