19.09 En las distintas salas del Museo Histórico Municipal de Rafaela se explica, paso a paso, cómo se ocupó el oeste de Santa Fe, cómo era la vida de los inmigrantes italianos y por qué en este lugar floreció la tercera ciudad más importante de la provincia.
Por Gastón Neffen (Aire de Santa Fe). Es un recorrido que se hace en una hora -máximo dos si hay muchas preguntas- y que permite comprender cómo se colonizó el oeste de Santa Fe en las últimas décadas del siglo XIX, en tiempos de ranchos de ladrillos de barro, gauchos cuatreros y lanzallamas para que las mangas de langostas no se devoren el trigo. Se hace en el Museo Municipal de Rafaela y también es importante para entender por qué en este lugar sin río y con cosechas de rendimiento incierto floreció la tercera ciudad más importante de Santa Fe.
Al equipo de AIRE, lo recibe Julia Gramajo, coordinadora del museo, las guías Luciana Buffa, Silvana Cerda y Graciela Serafino; y Alejandra Mahieu, coordinadora del área de turismo del Municipio.
El museo está ubicado en lo que era el almacén de ramos generales de Faustino Ripamonti, un inmueble que es patrimonio histórico provincial y que abrió sus puertas en 1887, seis años después de los primeros boletos de compraventa de la empresa colonizadora de Guillermo Lehmann, un hombre que imaginó pueblos y ciudades en lo que era un desierto verde. “En este almacén, que ocupaba una manzana y tres cuartos de otra, se podía comprar desde un alfiler a un auto”, recuerda Gramajo.
Cuando abrió este almacén de ramos generales, en Rafaela vivían unas 1.700 personas, de acuerdo al primer censo provincial. En 25 años, la población prácticamente se quintuplicó: en 1912, el censo contó 8.242 rafaelinos. El boom demográfico impresiona y tiene una explicación: en sólo cuatro años, la ciudad se convirtió en un nodo logístico ferroviario.
En 1884 comienzan los trabajos para que lleguen los rieles del ferrocarril Las Colonias - Santa Fe. En 1886, las vías de la trocha que conectaba Buenos Aires con Córdoba. En 1887 llega el Nuevo Central Argentino, que iba hasta Tucumán. Y en 1889 se habilitó el tranvía a vapor que traía a Rafaela las cosechas de los primeros colonos.
En estos primeros años, los gringos “piamonteses” también lograron transformar una limitación productiva en un eje de desarrollo. Las tierras de Rafaela son fértiles pero el riesgo climático es alto, porque hace mucho más calor que en la zona núcleo de la Pampa Húmeda. Esta variable hacía que el rendimiento de las cosechas sea más inestable y los colonos decidieron diversificar con la ganadería y las pasturas para producir carne y leche.
De esta decisión surgen las cremerías y con los años emerge un entramado de industrias lácteas de relevancia mundial en la cuenca lechera más importante de Sudamérica, que atraviesa el centro de Santa Fe y Córdoba.
Los primeros inmigrantes italianos en la ciudad
El museo es un lugar ideal para recordar cómo vivían estos primeros inmigrantes del norte de Italia. Están algunos de sus objetos: zuecos de cuero y madera, mamaderas de vidrio y los fusiles Remington y Winchester. Los usaban para cazar y para defenderse de los gauchos cuatreros, los bandidos rurales que también se enfrentaron con los gauchos judíos en Moises Ville.
Eran tiempos difíciles. Los colonos tenían que ser autosuficientes: construían su propia casa, con ladrillos de barro y madera. Sembraban y cosechaban el campo con bueyes y trilladoras a vapor. Hilaban su ropa. “Por eso tenían familias de diez hijos o más”, precisa Serafino.
En las cartas que enviaban a sus parientes en el norte de Italia está el relato de las dificultades que enfrentaban y también la razón por la que vinieron. “Queridos padre y madre, escuchen a su hijo y vengan que aquí vivirán mucho más tranquilos. Usted padre tendrá sólo que arar y sembrar el grano; usted querida madre tendrá sólo que hacer de comer para la familia”, dice Giorgio Racca en una carta que envía a su familia en 1893 y que se conserva en el museo. “En ese mismo texto les dice: 'Acá comemos todos los días”, destaca Buffa.
En la misma sala que están las cartas de Racca también se conserva la foto de la mujer que le prestó su nombre a la ciudad. Se llamaba Rafaela Rodríguez de Egustiza y era la señora de uno de los socios de Guillermo Lehmann.
En el museo también se conservan ejemplares de los cuatro diarios que tuvo Rafaela en las primeras décadas del siglo XX. Dos se publicaban en italiano (Il Bersagliere e Il Grillo) y los otros dos en castellano (El Liberal y El obrero). Como Rosario, Santa Fe y Zenón Pereyra, la masonería también tuvo una importante presencia en Rafaela con eje en dos logias: La hija de Garibaldi y La antorcha.
La última sala permanente del museo ofrece la posibilidad de conocer la fauna y la naturaleza de esta región del oeste de Santa Fe, incluso con la posibilidad de ver restos de animales ya extintos (el caparazón de un gliptodonte), y un fragmento del meteorito que cayó en campo del cielo en Chaco.
El Complejo Cultural del Viejo Mercado
Al salir del museo, hay muchas cosas más para hacer en Rafaela. Una alternativa interesante es recorrer el Complejo Cultural del Viejo Mercado, en Sarmiento y Pasaje Carcabuey. Es una historia que comienza en 1927, con la creación de un mercado municipal con puestos de venta de carnes, verduras, frutas y lácteos. "En principio se creó para que los alimentos se comercialicen en mejores condiciones sanitarias y con cadena de frío", recuerda Verónica Andrenelli, una de las guías del complejo.
En la década del 70, con la consolidación de los supermercados, el mercado se cierra y el enorme "galpón" primero pasa a ser un depósito y luego se convierte en la terminal de ómnibus de Rafaela, hasta el 2008. Cuando se construye la nueva terminal se analiza la posibilidad de hacer un centro comercial en este lugar, pero luego de un intenso debate público se decide hacer un centro cultural.
El resultado está a la vista: es un edificio en el que se integra el moderno hormigón y el vidrio, con las chapas y columnas de hierro del viejo mercado. Al recorrer las salas, hay muestras de fotografías y muchas cámaras y proyectores de distintas épocas. Es habitual, también, que expongan artistas plásticos de Santa Fe y otras provincias argentinas, en el marco del Museo del Arte, que también funciona aquí.
En las instalaciones del complejo, además, funcionan la Escuela de Artes Escénicas, la Biblioteca Municipal y el Archivo Histórico. Y se organizan talleres de literatura, cerámica, grabado y pintura, entre otras actividades.