Un borbollón de imágenes acudían mientras caminaba esta mañana -fría mañana- desde el estacionamiento hasta la carpa, levantada para un acto que representaría un hito memorable en la historia rafaelina. Octavio Zobboli había impulsado la primera red de agua corriente; Rafaela seguía estirando sus límites hacia los cuatro puntos cardinales. El agua no alcanzaba y no era buena.
Llegó un tiempo en que asociaciones civiles, ONGs, Centro Comercial y gobierno de la ciudad, iniciaron aquella campaña RAFAELA TIENE SED. Nadie se preocupó si el movimiento popular respondía a uno u otro partido; había un objetivo común y había que conseguirlo. Pasó otro lapso de tiempo antes de que Jorge Obeid presentara el proyecto para un acueducto desde el río Coronda hacia Rafaela. Aplaudido e ilusionado, el proyecto murió cuando el gobernador, de ese período, Hermes Binner dispuso, según lo expresó en un corrillo en el Centro Comercial, que ese proyecto no avanzaría mientras fuera gobernador. Se cumplió.
Continuó la espera con la gobernación de Antonio Bonfatti, en cuyo período no sólo no avanzó sino que no se inició, a pesar de la puesta en escena de la cual el periodismo y funcionarios rafaelinos fuimos testigos. Miguel Lifschitz dio marcha finalmente a trabajos fundacionales que, lentamente, abrían paso a la esperanza. Pasaban los veranos con canillas que sólo goteaban y promesas que también se deslizaban a un ritmo demasiado lento, hasta que el actual gobernador, Omar Perotti, impuso el ritmo necesario. Atravesando campos y caminos rurales y urbanos, el agua iba teniendo su cauce planeado.
Debajo de la carpa, que no atenuaba el frío, nos acomodamos para asistir a una previsible serie de discursos y algún gesto que indicara "ahora sí". Presidentes comunales, vecinalistas, periodismo y demás invitados tomaron ubicación. Pude observar la ausencia de personas comprometidas con colores políticos distintos al del actual gobernador.
Cuatro discursos subrayaron la circunstancia como un acto histórico para Rafaela. Tenían razón: los aplausos sostenidos que, de cuando en cuando, interrumpían o subrayaban las palabras eran el trazo que afirmaba un largo deseo cumplido, una aguda necesidad satisfecha.
Después, en la estación de bombeo, un obrero de ASSA invitó al Gobernador con un vaso de agua de la nueva cosecha, también a Carlos Maina, Luis Castellano, al vecinalista Moscardo y otros que compartieron la sensación de que el largo recorrido desde Desvío Arijón hasta Rafaela terminaba su andar adentro de las gargantas.
Por mi memoria surgieron de pronto las imágenes de aquel octubre de 1981 cuando, con el mismo entusiasmo, Juan Carlos Borio, Luis Mársico, Monseñor Casaretto y directivos de Obras Sanitarias, acompañaron al entonces gobernador, Contralmirante Luchetta, a abrir el grifo para la salida de un chorro de agua triunfal. Pasaron nada menos que 42 años, demasiado tiempo para una necesidad tan imperiosa.
El acto había terminado. Con o sin gestos políticos, el agua es de todos.