Opinión

Quién le pone el cascabel al gato…

En un país con instituciones tan endebles como el nuestro, cuanto importa no es tanto el estado de derecho como la relación de fuerzas existente en un determinado momento o período histórico. Durante los doce años en los cuales el matrimonio conformado por Néstor y Cristina Kirchner gobernaron la Argentina a su antojo, a los fallos de la Corte Suprema de la Nación, referidos a la situación judicial de quien había sido procurador general de Santa Cruz, el Dr. Eduardo Emilio Sosa, nadie le prestó la más mínima atención. Fueron cuatro las acordadas del máximo tribunal instando al poder político de la citada provincia a que repusiera en su cargo al honorable funcionario, despedido sin más razones que la voluntad del Gobernador. Todos los intentos resultaron vanos por una causa bien sencilla: el poderoso de turno lo era infinitamente más que los ministros de la Corte. Pasaron los años y la relación de fuerzas vigente entre nosotros cambió de manera radical. Lo que probó ser imposible entonces, ahora es plausible. Lo acaban de demostrar Carlos Rosenkratz, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti, no sólo arrinconando a dos mandatarios provinciales que se creían intocables sino también obligándolos a dejar en el camino sus pujos autoritarios y sus sueños de perpetuidad en los cargos que todavía ostentan. Esta vez no hubo desobediencia flagrante, ni vuelta atrás en el fallo, ni chance ninguna de que Sergio Uñac y Juan Manzur se salieran con la suya. Hace veinte años, los kirchneristas de cualquier observancia se hubiesen reído a carcajadas del fallo. Ahora tuvieron que retroceder a cuarteles de invierno con la cola entre las patas. Desde el punto de vista del rule of law, no es un dato menor.
Hasta el Santo Padre, que metido en los vericuetos de la política local no deja de ser un miembro más de la casta, se permitió soltarle la mano al oficialismo con base en unas declaraciones que, ni por asomo, se hubiera animado a hacer en otros tiempos. Para sorpresa de la mayoría de los argentinos, confesó lo siguiente: cuando se enfrentó a los Kirchner y fue acusado de perseguir a un par de sacerdotes jesuitas -apresados y luego puestos en libertad por el Gobierno militar del Proceso-, un juez le hizo saber que las autoridades le habían dado la instrucción de condenarlo por delitos de lesa humanidad. Políticamente, lo curioso no es el fondo de la cuestión -es decir, el grado de sujeción de la judicatura a los intereses del Poder Ejecutivo en aquellos tiempos- sino el súbito cambio obrado por Francisco, en términos de sus preferencias. El camaleonismo también se da cita en las más altas esferas del Vaticano.
El episodio de San Juan y de Tucumán ganó las primeras planas sólo durante un par de días. El viernes, ni bien se conoció el índice de la inflación de abril, toda la atención recayó de nuevo sobre el derrotero que lleva la economía. El 8,4% habla por sí solo y es preanuncio de un número de dos dígitos para este mes. Las dos primeras mediciones que se conocieron respecto del alza del costo de la vida en la primera semana de mayo oscilan entre 3,5% y 3,8%. No hay que ser un estadístico de nota o un economista de fuste para darse cuenta de que el viernes 16 de junio -nueve días antes de que se oficialicen las candidaturas nacionales- el INDEC deberá transparentar un índice que -salvo por un milagro o un maquillaje grosero- estará más cerca de 10,5% que de 9,5%. Como quiera que sea, ello muestra -y más aún, demuestra- que la deriva inflacionaria escala sin solución de continuidad: 6% en enero;, 6,6% en febrero; 7,7% en marzo y 8,4% en abril. El tema, por donde se mire, representa una catástrofe de proporciones para un oficialismo que sigue sin decidirse por las PASO o por el dedo, y no encuentra a un solo candidato que acredite competitividad de cara a los comicios por venir.
A esta altura no es que resulte lo mismo Cristina Fernández que Sergio Massa, Wado de Pedro o Daniel Scioli. Está más allá de cualquier duda que la actual Vicepresidente es la única en condiciones de retener una base que oscila entre el 25% y el 28%, poco más o menos, de los votantes del Frente de Todos. Pero quienquiera que sea, ninguno tiene la más mínima posibilidad de alzar la copa en la segunda vuelta. Con la viuda de Kirchner encabezando la boleta, el movimiento que ella todavía acaudilla podría retener una importante minoría de diputados y ayudaría a sostener las probabilidades de triunfo de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Estos datos no son una novedad. Es por eso que desde todos los rincones de la coalición gobernante le llegan a la Señora súplicas para que archive el argumento de la proscripción -que no hay persona que lo crea- y se anote en la puja presidencial. Si ella aceptase -algo que descartó-, de la noche a la mañana el resto de los presidenciables daría un paso al costado y formaría en fila india para acompañarla.
Lo que sucede es que, tanto a la Vicepresidente en ejercicio como a su Ministro de Economía -al Embajador en Brasil y al titular de la cartera del Interior les da lo mismo cualquier cosa- la idea de bajar al ruedo y terminar haciendo un papelón electoral no les gusta nada, cosa enteramente lógica. El razonamiento que hacen uno y otro, en petit comité, es el mismo que haría cualquier mortal, con un mínimo de sentido común, si estuviese en su lugar. Aun dando por descontado que el Fondo Monetario vaya a ser -como hasta ahora- solicito con la Argentina, de todas maneras existe una rajadura en el armazón gubernamental que nadie puede remediar: la inflación. Merced a la buena voluntad de aquel organismo de crédito internacional, quizá a la merma de reservas podría el dúo Massa-Pesce ponerle un freno transitorio. Pero respecto de los precios mayoristas y minoristas no existe cepo, medida, úcase o lo que fuese, susceptible de revertir su alza. De modo tal que el escenario de que en junio -al momento de dar un eventual sí Cristina Fernández o Sergio Massa- el índice orillase el 10%, en agosto hubiese llegado al 12% y en octubre al 15%, no tendría nada de raro. A la vez, sería la crónica de un desastre electoral, inédito en la historia del peronismo. Es difícil imaginar a una prima donna como aquella o a un actor protagónico como éste asumiendo semejante riesgo.
En el seno del oficialismo hay que saber distinguir la verborragia y la euforia que van por afuera, se hacen públicas y se exteriorizan a más no poder, de la preocupación que corroe sus entrañas, se halla soterrada, y todos tratan de ocultar para que no salga a la superficie. Las parrafadas del intendente de Ensenada, Mario Secco, de que "si hacen con Cristina lo que hicieron con Lula, vuelan en pedazos", como el pronóstico del Cuervo Larroque -"peronismo o caos"- reflejan claramente lo primero. Más que asustar dan pena, pero se vocean para amalgamar a los incondicionales y darles algún ánimo. También es puro show la celebración -como si hubieran ganado las olimpíadas- de los resultados obtenidos por Gustavo Melella en Tierra del Fuego, Sergio Ziliotto en La Pampa, y Gustavo Sáenz en Salta. Sí, triunfaron. Pero a nivel provincial. Extrapolar esas cifras para concluir que otro tanto sucederá en los comicios nacionales no resiste el menor análisis. Por líneas interiores, el panorama es bien diferente. Todos saben que las elecciones están perdidas y no atinan a vertebrar una estrategia defensiva mínimamente sólida.

Autor: 288042|

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