Por Eduardo Van Der Kooy
La sociedad argentina, con su terminante definición en el balotaje a favor de Javier Milei, pareció transmitir dos clarísimos mensajes. El primero apunta a la pretensión de colocar definitivamente epílogo al ciclo kirchnerista que arrancó en 2003 y brindó cuatro versiones. El segundo, como derivación, a la posibilidad de construir alguna expectativa de futuro que permita a la Argentina salir de su larga postración. Se trata de una apuesta complicada porque la consagración como Presidente del candidato de La Libertad Avanza conlleva una reconfiguración del sistema político de tal dimensión que esteriliza por ahora las especulaciones.
Antes de embarcarse en esa tarea la mayor parte de la sociedad le colocó una lápida al gobierno de Cristina y Alberto Fernández. Está incluído también, por supuesto, Sergio Massa. Tan marcada resultó aquella voluntad que no reparó en riesgos. Ha depositado su confianza para los próximos cuatro años de poder sobre un dirigente que irrumpió recién en las legislativas del 2021, con una débil estructura partidaria y un anclaje territorial circunscripto a tres pequeñas intendencias en el interior.
La descripción resultaría elocuente acerca del cansancio acumulado por la sociedad. Los recambios presidenciales en la Argentina, en estos 40 años de Democracia, fueron ejecutados siempre con muchísima cautela. En especial, cuando el peronismo fue desplazado. Fernando de la Rúa sucedió a Carlos Menem, en la base, porque prometió continuar con una convertibilidad (un peso, un dólar) que estructuralmente estaba agotada. Tuvo que renunciar dos años antes de finalizar su periodo en medio de desórdenes, violencia y muertes. En 2015 Mauricio Macri se impuso contra Daniel Scioli (margen de un punto y medio) gracias a la novedad política que representó Juntos por el Cambio. Además, al desgaste ostensible de Cristina y a la promesa de que existirían reformas. Pero graduales. El final del macrismo significó el regreso de la hoy vicepresidente enmascarada con la postulación de Alberto.
Milei, durante sus discursos de consagración, en su búnker y en la calle, sólo prometió medidas drásticas y políticas de shock. Nada de gradualismo. Para lo que definió como "la reconstrucción de la Argentina". No se sabe cómo lo haría ni con quienes. Pero el mandatario electo avisó. Ese diagnóstico lo matizó con una convocatoria "a todos los que se quieran acercar a este espacio". Propósito que, sobre todo en su mensaje leído, repitió de diversas formas. Prédica con la que venía insistiendo su posible ministro del Interior, Guillermo Francos.
Milei superó por amplio margen a Sergio Massa en el balotaje, ¿Cómo será la nueva argentina en términos políticos? El análisis de Eduardo Van der Kooy y Eduardo Paladini.
Las primeras huellas se vieron en el agradecimiento enfático que Milei formuló a Macri y a Patricia Bullrich. El PRO estaría llamado a ocupar lugares preponderantes en su próxima administración. Habrá que reconocerle al ingeniero, más allá de los modales, el éxito electoral de su pacto repentino con el candidato libertario. Es cierto que, a raíz de esa jugada, Juntos por el Cambio terminó de desintegrarse. Observando los números de ayer se comprueba que la amplia mayor parte de los sufragios de la coalición opositora migraron hacia Milei.
Otro aspecto crucial de la participación del PRO fue la tarea de fiscalización. Sobre todo en Buenos Aires, donde en muchos sectores del conurbano el control resultó complementado por ambas fuerzas. Sólo Diego Santilli, que cayó en la interna con Néstor Grindetti, se ocupó de conchabar 12 mil personas. En todo el país La Libertad Avanza reunió fiscales muy por encima de los 150 mil que eran imprescindibles.
La debacle de Massa en el principal distrito electoral fue estridente. Ganó por una diferencia mínima (un punto y medio). Quedó en evidencia el desinterés de muchos intendentes peronistas, en el conurbano, para defender su boleta. Esos hombres habían asegurado la permanencia en los cargos el 22 de octubre, cuando el líder renovador se impuso en las generales con el 37% de los votos. Fue posible advertir que la movilización de la maquinaria resultó escasa. "Los micros que mandamos salen a medio completar", relató un dirigente pejotista de la tercera sección electoral.
Massa triunfó en sólo tres provincias. Amén de Buenos Aires, en Formosa, de Gildo Insfrán, y Santiago del Estero, de Gerardo Zamora. De las Elecciones Generales al balotaje apenas logró añadir 7 puntos porcentuales. Es la segunda experiencia que refleja las dificultades que enfrenta el peronismo cuando debe hacer frente a uns segunda vuelta. Aunque, vale recordarlo, Scioli planteó una batalla cabeza a cabeza con Macri. En cambio Massa resultó vapuleado.
Tal realidad debe haber golpeado duramente su ánimo habitualmente ensoberbecido. El líder renovador resolvió aceptar públicamente su derrota mucho antes que la Justicia Electoral decidiera difundir los datos oficiales. Cortó la agonía de lo que viene con una resolución típica de su sello: pidió licencia como Ministro de Economía. Dejará la transición en manos de su segundo, Gabriel Rubinstein y del titular del Banco Central, Miguel Angel Pesce. Quizás haya tomado conciencia de que "las papas", al final, se han incinerado.
Massa, seguramente, no podría explicar delante de Milei la dilapidación de fondos públicos que hizo durante la campaña. Dejó entrever que su paso por la política estaría concluido (difícil creerle) y que desde hoy mismo la transición sería responsabilidad de Alberto y del Presidente electo. De hecho, ya agendaron el primer encuentro.
La verdadera fuga de Massa fue madurando las últimas semanas cuando tomó conciencia que ningún recurso le alcanzaba para darle caza electoral a Milei. Ni los "planes platitas", ni la utilización las dependencias del Estado para su campaña, ni la campaña del miedo, ni el favor de Cristina de correrse de la escena pública. Tampoco el destrato al que sometió al Presidente. La última bala que disparó fue aquel debate televisivo que la opinión público pareció interpretar como un acto de prepotencia. Nunca como la supremacía sobre un atribulado Milei. Casi no terminó de capturar votos en la franja de los indecisos.
Tampoco dio resultado la decisión, debatida en el Gobierno, de mantener el feriado largo pese a la existencia del balotaje. Massa especuló con una baja en la votación que podía favorecerlo. La concurrencia fue apenas menor que en los comicios de octubre. La circulación de turistas resultó la mitad (700 mil personas) en relación con lo que ocurre habitualmente en esas fechas. Un auténtico fracaso de su estrategia.
Menos fortuna tuvo aún con el porcentual de votos en blanco. Estuvieron en el promedio histórico. Absolutamente nada pareció salirle bien porque la vocación popular estuvo dedicada, en primer término, a sacarse en encima al Gobierno. A no permitir con el ex Ministro-candidato una nueva simulación. Como había acontecido en 2019.
Milei está ante un desafío homérico. Debe intentar abordar la crisis económico-social sin haber diseñado todavía una plataforma para la gobernabilidad. Allí afloran como faros Macri y Bullrich. No está claro cómo se alinearán los legisladores del PRO. Ni el par de gobernadores que logró el partido por primera vez -al margen de Jorge Macri en la Ciudad-como cosecha propia. Rogelio Frigerio en Entre Ríos y Ignacio Torres en Chubut. La Coalición Cívica de Elisa Carrió comunicó que dio por finalizada su pertenencia a la coalición. En el radicalismo se abrió desde anoche un debate acerca de la postura de neutralidad que no habría tenido sustento en el acto electoral. El gobernador mendocino Alfredo Cornejo se adelantó en felicitar a Milei. Idéntico gesto tuvo Gustavo Valdes, mandatario de Corrientes.
Milei empezará a exponer su capital político en la transición que empieza hoy mismo. Sabe que tiene un tercio de votos muy confiables, otro importante porcentaje que le arrimó el macrismo, muchísimos de ciudadanos no alineados que sólo se propusieron acabar con Massa y compañía. En ese universo heterogéneo y en la pericia que exhiba para hacerse cargo de la crisis se encierra su destino.
Fuente: Clarín