Don Oscar Bonilla llegó con su familia a Plaza Clucellas proveniente de Larroque (Entre Ríos) a mediados de la década del 90, sin imaginar quizás que con el tiempo cumpliría el sueño de tener un frigorífico y criadero de pollos propio, y con él, que el pueblo recupere la mística que había tenido otrora con "el frigórifico y la cristalería".
Desempeñándose primero como concesionario del comedor existente en la Estación de Servicios de ruta 19 km 93 a través de la recomendación de
un amigo: "No conocen el rubro, pero son una familia muy unida y laboriosa", y no se equivocó.
Después vendría la puesta en funcionamiento de su establecimiento y en poco tiempo se notó el cambio en el pueblo.
No solo en la empresa familiar, sino también en cuantas familias que encontraron sustento y espacio donde desarrollarse, permitiendo el
crecimiento y posicionamiento de la localidad.
La cultura del trabajo, la palabra empeñada, el respeto hacia los demás, la unión de la familia, el don de gente: cuantas enseñanzas nos
deja Oscar.
En lo personal, aún recuerdo esas tardes de fronton junto a sus hijos en el CAMEO, la asistencia perfecta en las polladas de CLUB ATLETICO
FLORIDA, pasar en bicicleta con su inconfundible gorrita o el paseo dominguero con Cristina y los gurises. Tampoco olvido la frase que invocó a manera de consuelo al perder yo mi padre: No pasará un día que no te acuerdes de él.
Y así será seguramente con los tuyos de ahora en adelante hacia vos, recordando cadá día de sus vidas: al esposo, padre, amigo, al abuelo Oscar.
Como clucellenses te decimos sinceramente: Gracias por el legado que nos dejaste.