Provinciales

Omar Perotti y el síndrome de la silla vacía

“Pasó a la clandestinidad”, describe, medio en serio, medio chiste, una de las personas de máxima confianza de Omar Perotti, el exgobernador de Santa Fe. El rafaelino, tras haber asumido como diputado provincial, pegó el faltazo a las dos primeras sesiones y eligió refugiarse en el silencio. El bloque que lo rodea trata de hacer pie y encontrar su lugar en el mundo. El síndrome de la silla vacía y los lugares que no se ocupan.
Maximiliano Pullaro, como publicó Letra P, entró como una tromba a la gestión. Entre anuncios, medidas, balaceras y envío de proyectos de ley a la Legislatura, el radical ganó rápidamente el centro de escena de la política santafesina. Todo gira alrededor de él en la Bota. El peronismo, en cambio, mira entre groggy e inmutable los primeros movimientos del hombre del millón de votos.
En ese peronismo sobresale Perotti pero, por el momento, el exmandatario no asomó la trompa. Fiel a lo que declaró en septiembre, cuando dijo: "estaré ayudando, pero en silencio por un largo tiempo, escribiré”. El Perotti de hoy no pone la cara en la Legislatura, no se somete al debate de proyectos de ley trascendentes, no integra comisiones y no preside el bloque de Hacemos, el sector que lidera, o al menos lideraba cuando conducía la Casa Gris.

El perottismo, que tiene una bancada de cinco integrantes en Diputados, se reúne alrededor de su presidenta, Celia Arena, y montó oficinas frente a la Legislatura, en una casona que hasta el 10 de diciembre ocupaba el legislador saliente Leandro Busatto. Ahí, la exministra y el exministro Marcos Corach entran en contacto con los cinco restantes diputados y diputadas del PJ para tratar de funcionar como interbloque.
La situación no es sencilla. Perotti, por diversos motivos, generó broncas por doquier en el peronismo santafesino. “Yo no voy a salir a defender su gobierno”, se atajó de entrada una de las personas del PJ de la Cámara baja ante la consulta sobre el funcionamiento incipiente del interbloque. Arena y Corach, no obstante, no tienen plena autonomía. Al menos de manera telefónica, tienen diálogo abierto con el exgobernador, quien –por ejemplo– pidió expresamente que su sector apoye la adhesión a la desfederalización parcial de la competencia penal en materia de estupefacientes (ley de narcomenudeo).
Con todo, el faltazo de Perotti a las primeras dos sesiones despertó una consulta reglamentaria de su bloque sobre la cantidad de ausencias que un diputado puede permitirse. Al menos para cumplir, el exgobernador está obligado a dar el presente en el recinto. El artículo 20 del reglamento interno de la Cámara postula que diputados y diputadas que se consideren accidentalmente impedidos para concurrir a una citación darán aviso por escrito al presidente del cuerpo. En cambio, sin permiso de la Cámara, no pueden faltar a más de una sesión durante el mes, con aviso o sin él. Perotti ya faltó a dos.
Lo que viene
Entre Navidad y año nuevo, Pullaro y su espada política, el ministro de Gobierno, Fabián Bastía, aspiran a que se sancione otra tanda de leyes de fondo: la creación de una AFI provincial, la reforma del Ministerio Público de la Acusación (MPA) y la reforma al Código Procesal Penal de la provincia. Es de esperar que Perotti ocupe su silla en ese trámite, aunque no lo es tanto que ejerza un rol protagónico opositor. Es más probable que el rechazo, parcial o total, de una de las iniciativas de Pullaro parta desde dentro de Unidos, del socialismo en particular, y no del PJ.
A Perotti no le resultará fácil su estadía en la Legislatura. Apuesta, al menos en el inicio, a pasar lo más desapercibido posible, pero en lo operativo el resto de las tribus peronistas con representación legislativa lo espera con cuchillo y tenedor. Ahora son pares, nadie es el patrón de estancia de nadie ni tiene la sortija de ninguna calesita. Fuente: Letra P

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