Culto Católico

"No pueden bendecirse uniones entre personas homosexuales"





La Congregación responde negativamente en respuesta a un "dubium" que había sido presentado.




"La Iglesia no tiene potestad para impartir bendiciones a las uniones de personas del mismo sexo, por lo tanto, no pueden "considerarse lícitas". Así lo declaró la Congregación para la Doctrina de la Fe, en respuesta a un "dubium" que había sido presentado. Y por ende, no es lícito que los sacerdotes bendigan a las parejas del mismo sexo que pidan algún tipo de reconocimiento religioso de su unión", se lee en la publicación de la respuesta y de la nota explicativa que la acompaña, firmada el 22 de febrero, Fiesta de la Cátedra de San Pedro, por el prefecto, el cardenal Luis Ladaria, con el consentimiento del Santo Padre y difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
La declaración se origina a partir de algunas afirmaciones y prácticas. El documento se inscribe en "una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe", según establece también la exhortación Amoris laetitia, que habla de la "ayuda necesaria" que se ofrece a las personas homosexuales "para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida". Por lo tanto, hay que evaluar los proyectos y propuestas pastorales en este sentido, y entre ellos los relativos a las bendiciones de las uniones.
En el texto de la Congregación resulta fundamental la distinción que se realiza entre personas y unión. La respuesta negativa a la bendición de la unión no implica de hecho un juicio sobre las personas individuales implicadas, que deben ser acogidas "con respeto, compasión y delicadeza" evitando "toda marca de discriminación injusta", como ya se afirma en los documentos magisteriales.
He aquí las razones de la respuesta negativa. La primera se refiere a la verdad y al valor de las bendiciones, que son "sacramentales", es decir, acciones litúrgicas de la Iglesia, y que requieren que lo que se bendiga esté "objetivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación".
Las relaciones, incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio -o sea, fuera de "la unión indisoluble de un hombre y una mujer", abierta a la transmisión de la vida- no responden a esos "designios de Dios", aunque haya "elementos positivos" en tales relaciones.
Esta es una consideración que no solo afecta a las parejas homosexuales, sino a todas las uniones que implican el ejercicio de la sexualidad fuera del matrimonio. Otro motivo para la negativa es el riesgo de asimilar erróneamente la bendición de las uniones del mismo sexo al sacramento del matrimonio.
Por último, la Congregación para la Doctrina de la Fe precisa que la respuesta al "dubium" no excluye "que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales, que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios", mientras que declara ilícita "toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones".




Nota explicativa




En algunos ambientes eclesiales se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo. No pocas veces, estos proyectos están motivados por una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe, "con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida".
En estos caminos, la escucha de la palabra de Dios, la oración, la participación en las acciones litúrgicas eclesiales y el ejercicio de la caridad pueden desempeñar un papel importante con el fin de apoyar la tarea de leer la propia historia y de adherirse con libertad y responsabilidad a la propia llamada bautismal, porque "Dios ama a cada persona, como también lo hace la Iglesia", rechazando toda discriminación injusta.
Entre las acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los sacramentales, "signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida". El Catecismo de la Iglesia Católica específica, además, que "los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella" (n. 1670).
Al género de los sacramentales pertenecen las bendiciones, con las cuales la Iglesia "invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a hacerse dignos, con la santidad de vida, de su misericordia". Ellas, además, "instituidas imitando en cierto modo a los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre todo de carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia".
En consecuencia, para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita –más allá de la recta intención de aquellos que participan– que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor. Por tanto, son compatibles con la esencia de la bendición impartida por la Iglesia solo aquellas realidades que están de por sí ordenadas a servir a estos designios.
Por este motivo, no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo. La presencia en tales relaciones de elementos positivos, que en sí mismos son de apreciar y de valorar, todavía no es capaz de justificarlas y hacerlas objeto lícito de una bendición eclesial, porque tales elementos se encuentran al servicio de una unión no ordenada al designio de Dios.
Además, ya que las bendiciones sobre personas están en relación con los sacramentos, la bendición de las uniones homosexuales no puede ser considerada lícita, en cuanto sería en cierto modo una imitación o una analogía con la bendición nupcial, invocada sobre el hombre y la mujer que se unen en el sacramento del Matrimonio, ya que "no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia".


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