Una triste noticia enluta por estas horas al colectivo teatral rosarino en particular y argentino en general: a los 70 años (cumplía 71 en los próximos días) falleció Julio Cejas, periodista y crítico teatral, gestor cultural, actor director y docente de vasta trayectoria y recorrido en encuentros y festivales de artes escénicas de todo el país desde los años 80 hasta el presente.
Redactor de la sección Espectáculo y Cultura del suplemento local del diario Página/12, Rosario/12, hasta hace unos años previo a la pandemia, integró desde su creación y hasta su disolución el Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea). Fue cronista de cine en Radio 2, crítico de teatro en la recordada revista Risario, del mismo modo que tuvo su participación en la publicación Teatro, truenos y misterios del grupo de teatro rosarino El Rayo Misterioso; y colaboraciones en El Eclipse, Hacer arte, Vasto mundo, Teatro al sur, Artes escénicas y Picadero, editada por el Instituto Nacional del Teatro (INT), como así también El espacio vacío, revista de artes escénicas editada en Rosario hasta 2004.
En televisión participó de los ciclos El diario TV (Canal 5) y Domingos del interior (Gala 6), entre más, aunque su mayor interés siempre estuvo puesto en un rol muy específico y poco frecuente en relación con la producción escénica, dado su particular interés por los recorridos de los grupos de teatro independiente, en su mayoría vinculados al teatro antropológico, como también una ardua tarea en los desmontajes de obras, de los que participó, entre más, en destacados festivales de teatro como Mercosur (Córdoba), Rafaela o el Argentino de Artes Escénicas (Santa Fe) y en particular del Experimenta, encuentro internacional de grupos que organizó El Rayo Misterioso hasta hace algunos años.
Inquieto y avezado conocedor de las escénicas en sus diversidades con un rol de «crítico fluido», el trabajo de Julio no se ciñe sólo a lo teatral y a su difusión tradicional. Por el contrario, apoyó a los grupos en sus recorridos recomendando y sugiriendo materiales al tiempo que encontró uno de sus espacios preferidos para su desempeño en la docencia, tanto formal como informal, y desde sus talleres en ámbitos de la educación media, dado su rol de pedagogo para el que se había formado tanto a nivel terciario como universitario.
En su reciente e imperdible libro La crítica teatral en los medios gráficos argentinos de 1960 a 2022. El discreto crepúsculo de un género periodístico, editado por el INT, el destacado periodista y crítico teatral porteño Alberto Catena escribió acerca de Julio: «Cejas comentó enseguida que, a partir de 1984 y 1985, y mientras se empezó a entusiasmar por la actividad teatral haciendo talleres de actuación, se vinculó a la carrera de Periodismo en Comunicación Social y ambas inclinaciones lo impulsan a ir pensando en la posibilidad de hacer crítica de teatro. La asistencia a varios festivales teatrales del país, donde también hizo talleres más específicos, consolidó esta decisión y lo arrojó de lleno a la crítica, que practicará en algunas de las revistas mencionadas y luego a partir de los 90 en Rosario/12. Allí tuvo durante muchos años la contratapa del diario los domingos para que la dedicara a la crítica. Durante la semana no, porque el diario tenía una política restrictiva sobre las colaboraciones en esos días. «Es una página que fui perfilando de acuerdo a lo que tenía que difundir –nos comentó en la entrevista que le hicimos cerca de 2010– y en la que me he movido con mucha libertad, porque el diario me dio la opción de elegir y cubrir lo que me parecía más relevante»».
Respecto de su formación como crítico de teatro, planteó: «Un gran material de aprendizaje es el haber tomado clases de teatro con distintos profesores, el haber estado con diversos artistas. Además he tomado siempre la precaución de tomar clases en los festivales cuando las han ofrecido. En Rosario, el grupo El Rayo Misterioso, por ejemplo, tiene el buen criterio de invitar a cada director, antes de que se estrene su puesta, a charlar en un seminario con críticas o artistas sobre los lineamientos sobre los que se basa su estética. Esos seminarios son muy útiles».
Y sumó finalmente, con su impronta contundente, acerca de qué características notaba en las críticas actuales: «Veo desde hace un tiempo como una intención de imponer en las redacciones de los diarios comentarios que sean más descriptivos que analíticos. Descriptivo al punto de señalar la temperatura de la sala o cómo se vistió una señora del público. Y eso en periodistas incluso con muchos años de trabajo. Esa costumbre convierte a la crítica en pura banalidad. Lo peor es que muchos teatreros han coincidido con esa línea porque es lo que les interesa hacer. En rigor piensan que la pura descripción, sin crítica, ayuda más a que la gente vaya a ver sus trabajos. Esa perspectiva es muy empobrecedora para el teatro y el público que lo ve. Apunta a que en los medios y en la crítica, prevalezca el «todo vale», «está todo bien» y si alguien se permite cuestionar esa conducta se lo tilda de inmediato de viejo obsoleto y aburrido. Me parece que es muy claro lo que se proponen. Uno es crítico porque eso está incorporado a su manera de ser, a su concepción de la vida. No se puede ni se debe ingerir cualquier plato que te dan y encima tratar de digerirlo y sentirte bien. Uno se ha formado con una actitud crítica y perder eso es como perder una parte del alma».