Sus antecedentes académicos lo definen como un especialista en tecno-política y filosofía de la tecnología, con estudios superiores en las mejores casas de altos estudios del mundo. Sin embargo, el mayor pergamino de Lukacs es enfrentar sin descanso las modas intelectualoides que pretenden imponer al mundo el ambientalismo, la inteligencia artificial y todos los mantras de la Agenda 2030 como si fuesen la octava maravilla.
De paso por Buenos Aires, Argentina, Miklos Lukacs, un peruano radicado en el Reino Unido, presentó su obra "Neo entes, tecnología y cambio antropológico en el Siglo XXI", que ya está en las librerías de América y que próximamente será editada en España. El libro desarrolla una teoría innovadora sobre los avances tecnológicos, el hombre y el futuro, y alerta sobre el riesgo del llamado transhumanismo.
El punto de partida del transhumanismo, según explica en su libro, es el cuestionamiento a la imperfección del hombre, para la que plantea una secuencia evolutiva hacia la perfección, de la mano de la tecnología.
Por eso sostiene que la guerra del Siglo XXI es antropológica, con una obsesión por deshumanizar al individuo quitándole su esencia, que es, precisamente, su imperfección y sus debilidades.
Y pone un ejemplo concreto: el dualismo sexual, tan obvio, se está tratando de convertir en una especie sin identidad con ayuda de los cambios tecnológicos. Esto no es diversidad.
Lukacs refiere que lo cultural antecede a lo político. Pero como el centro de la cultura es el ser humano, la variable científico-tecnológica ocupa un lugar clave, significando un cambio antropológico, de características anatómicas, fisiológicas, biológicas y psicológicas con características propias.
El autor revela que la naturaleza del ser humano está siendo amenazada por una corriente tecnológica que alienta la reconfiguración del hombre como especie y traza una inquietante similitud entre aquella invención soviética de "el hombre nuevo" y esta especie de pretendido "hombre dios".
Tecnologías convergentes como la inteligencia artificial y la edición genética mediante técnicas de última generación tienen el potencial para reconfigurar toda forma de vida a nivel genético, anatómico, fisiológico y psicológico. El problema es que éstas, que también incluyen la manipulación de células madre de adultos, la técnica de Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP) y el desarrollo de úteros artificiales, por mencionar algunas, están siendo orientadas hacia aplicaciones con fines reproductivos en las que todas las etapas de ese proceso del ser humano podrían ser "tercerizadas".
De este posible escenario ya advirtió el profesor de Biociencias de la Universidad de Harvard, Henry Greely, en su libro "The End of Sex" (2016). "El fin del sexo", su título en español, advierte que en 20-40 años dicho escenario ya sería una realidad. No es difícil concluir que, en un futuro cercano, el ser humano pasaría a ser un simple producto o cosa. Su total instrumentalización derivaría inmediatamente en el fin de su valor inherente, dignidad, autonomía y libertad. De allí también se permitiría la implementación de un sistema de control demográfico en la que unos pocos, quienes diseñan, desarrollan, regulan, supervisan y comercializan dichas tecnologías, tendrían el poder cuasi divino de crear, seleccionar y destruir toda forma de vida.
La Cuarta Revolución Industrial (4IR), término acuñado por el Foro Económico Mundial (WEF, sus siglas en inglés) en 2016, se define como la fusión de tecnologías. Esa es otra forma de interpretar este proceso, que está borrando los límites entre las esferas biológica, físico-tecnológica y digital. Es una agenda de cambio que está siendo implementada, con diferentes niveles y velocidades, en muchos países.
Dice Lukacs que, al contrastar estos ensayos con la definición del transhumanismo, la "mejora" del ser humano a nivel intelectual, cognitivo, físico y moral mediante la aplicación directa de tecnologías, no es difícil concluir que la mencionada Cuarta Revolución Industrial no es otra cosa que transhumanismo convertido en política pública global. Según sus proponentes, su implementación se justifica en las grandes amenazas existenciales que enfrenta el ser humano, incluyendo la sobrepoblación, la remanida y nunca científicamente demostrada crisis climática, la colección de "fobias" (homo y trans) resultantes de procesos de adoctrinamiento y reingeniería social y los múltiples "ismos" (feminismo, racismo, especismo, multiculturalismo, indigenismo) que derivan en violentas tensiones socio-culturales.
Sin embargo, si distinguimos el verdadero trasfondo de dichas agendas, lo que tenemos es una intensa y violenta guerra antropológica entre posiciones progresistas-transhumanistas que persiguen la redefinición y reconfiguración del ser humano en nombre de un progreso material y, enfrente, posiciones bio-conservadoras que rechazan esa instrumentación. Por lo tanto, el control demográfico se sustenta sobre la base de criterios maltusianos: menos población pero mejor población.
Las conclusiones de Lukacs son que, ciertamente, hoy las batallas son políticas, económicas, sociales y culturales pero insiste en que la gran guerra del Siglo XXI es antropológica. Son nociones que lucen muy ajenas a nuestra vida diaria pero que se están perfeccionando mientras crecen nuestros niños. Para dejarnos pensando.