Es tarde de sábado. La llovizna persiste en quedarse desde la madrugada. La nota estaba acordada para las 16:00 hs. Allí estuvimos. Puntuales. A Antonio le gusta la puntualidad. Es una manera de respetar al otro dice. Tocamos el timbre de la casa del barrio rosarino donde ha vivido desde siempre. Enseguida viene a abrirnos, acompañado por uno de sus perros, el que adoptaron de una protectora. Entramos. De inmediato se siente lo hogareño, el calor de una familia que se ama.
Nos saluda Silvia, su esposa y le avisa a Antonio que se va a buscar a los chicos (a los nietos, son seis y parece que esta noche hay piyamada). Se le ilumina el rostro con sólo nombrarlos.
-Antonio es padre, esposo, hijo, hermano, militante, médico, ex Gobernador de la Provincia, actual candidato a Diputado Provincial y muchas cosas más. Pero, ¿Quién es Antonio según Antonio?
-Alguien que tuvo una hermosa familia, una educación brillante tanto Primaria como Secundaria, y una pasión desde muy chiquito por ser médico.
-¿Ese Antonio de hoy cuánto se parece al niño que alguna vez fué?
-Se parece mucho. Siempre idealizando cosas, soñando. Tuve una infancia felíz, de mucho juego. Mi casa era tan grande. Mi papá tenía carpintería y tenía un galpón gigante y un patio inmenso donde se estacionaba la madera. Entonces todos los chicos del barrio venían a jugar a mi casa, era como el club del barrio. Hay tantos recuerdos de fútbol, de jugar a las bolitas. Hacíamos juguetes en la carpintería, nos cortábamos también a veces algún dedo. Jugábamos al básquet, al carnaval con los chicos y las chicas del barrio. Jugábamos con agua y harina. Los "Superhéroes" de aquella época eran los "cowboys", jugábamos con los soldaditos.
Enseguida nos cuenta que se crió en una familia muy unida. Tres hermanas y padres muy presentes. De su papá dice haber heredado la responsabilidad. De su mamá, la pasión por el orden. Se le quiebra la voz cuando comienza a hablar de ella. Dice que siempre tenía la casa brillante, hermosa, cuidada, muy aseada, le importaba que el pantalón tuviera la raya bien marcada, las camisas bien planchadas. Nos cuenta que falleció la semana pasada. "Le faltaban 41 días para los 100 años, estuvo lúcida hasta el último minuto. Una mujer extraordinaria, y al tanto de todo lo que ocurría en el mundo". Se emociona.
Dice que la familia es todo, la define como "el ancla". Y sigue ahora hablando sobre el familión que formó. "Tenemos 6 nietos, cuatro hijos varones y dos hijas del corazón, -"de Silvia, mi mujer-, nos explica. Se le nota el amor al nombrarla y sigue: "nos juntamos los domingos. Entre semana por allí también, y en la semana voy a visitar al más chiquitito, que me tiene loco. Tiene dos años. Ahí lo tengo por allá en la foto", como todo abuelo orgulloso, nos señala un portarretratos, en uno de los estantes de su biblioteca.
-¿Cómo lo llaman sus nietos?
- Los nietos me llaman "Nono". En casa sigue perdurando la cultura italiana y muy fuerte.
-¿Qué admira de su esposa?
- La tenacidad, la inteligencia y su belleza, porque me encanta.
En el tono de esa respuesta no deja ninguna duda de todo el compañerismo que los une. Y con esa amorosidad nos habla ahora de los hijos: "ellos me enseñaron música, cine, tecnología, y ayudaron a soltarme un poco, a deconstruirme, porque a veces uno tiene una formación de una época en que había bastante rigidez". Reconoce que crió a los hijos para ser felices y libres: "El más grande es médico, y se fue a vivir a Bariloche. Es traumatólogo. El que le sigue estudió abogacía, llegó a quinto año, tenía promedio 10 y un día me dijo "papá esto no es para mí, lo mío es la música". Y estudió música, da clases, y tiene dos bandas "Los cuentos de la buena pipa" y "Colorico Coloquio". El tercero hizo Bellas Artes, estudió historia y se fue a Estados unidos. Se dedica a hacer tatuajes. Se casó con una chica allá y está feliz. Y el cuarto, el más chico, es mago, vive de la magia y está a punto de recibirse de antropólogo».
Este Antonio de los afectos, sigue repasando su vida, y otra vez pone el foco en los sentimientos. Y reflexiona: "la amistad es poder compartir con otros, y esas experiencias compartidas son las que ayudan a crecer". Recuerda su adolescencia, esos años de su secundaria: "estuve en un internado, entonces tengo amigos que perduraron toda la vida. Hoy nos seguimos viendo en forma fluida, tenemos contacto permanente. Tenemos un grupo con el que hacemos zoom todas las semanas: los jueves 7 y media de la tarde a encender la computadora y a encontrarse con los amigos. Y periódicamente nos juntamos a almorzar".
-¿Por aquella época, hubiera imaginado por ejemplo ser gobernador? ¿Cuándo comienza a meterse en este lío bárbaro que es la política?
- Ni pensaba por esos años en cuestiones políticas. El "bichito" de la política se prende cuando empecé a comprender cosas. Haciendo las materias ya de la etapa clínica, en la Facultad de Medicina. Veía que siempre volvían a la consulta las mismas personas. Y entonces nos preguntábamos "bueno, erramos el diagnóstico, no la pegamos con el tratamiento. No, lo que pasaba era que no tenían agua potable, no tenían cloacas, muchos eran obreros del Frigorífico, que trabajaban en cámaras con temperaturas muy bajas. Hacían tuberculosis. Entonces uno va a atender a alguien en un consultorio, pero las enfermedades son producto de muchas carencias sociales. Ahí empecé un poco a entender la complejidad del fenómeno de lo que es la salud, que no es un hecho individual, es un hecho colectivo.
Y eran los años 70. En el 72 me afilié al Partido Socialista que se fundaba recién ahí. Y empecé a militar en el Centro de Estudiantes, después fui delegado en sexto año, participamos de la renovación del Plan de Estudios de la Facultad de Medicina.
-¿Y cómo llega Hermes Binner a su vida?
-En el Centro de Estudiantes un día aparece un "flaco" que volvía de Buenos Aires de hacer la residencia en anestesiología, y me va a buscar para invitarme a trabajar en un Centro de Salud en lo que hoy es barrio La Tablada. Porque yo estaba ya cursando los últimos años y quería que alguien lo acompañara a trabajar, gratis obviamente. Era un centro de vecinos, no era ni Municipal, nada por el estilo. Y ahí empezamos las primeras armas de la salud pública, bajando libros de biblioteca, consultando con distintos actores que, estaban involucrados desde la Asociación Médica con el tema salud pública.
Con emoción, repasa "hemos compartido todo, hemos caminado juntos. Hemos compartido el gobierno porque él me invita a ser su Secretario de Salud cuando asume como Intendente de Rosario, después fui Secretario de Gobierno, y bueno, después Ministro de su gabinete, y así seguimos…
- ¿Qué cosas extraña a partir de su ausencia física?
- La perseverancia, Hermes era un tipo que siempre era una locomotora que empujaba. Alguien que siempre tenía alguna anécdota, nos reíamos mucho juntos. Íbamos al cine, compartíamos vacaciones, familia, navidades, eso era Hermes.
-¿Disfrutó esos tiempos en que ejerció la profesión de médico? ¿Ha extrañado esa etapa?
-La verdad que tuve muchas gratificaciones que todavía sigo teniendo, porque recorriendo la provincia me encuentro con mucha gente que me dice "usted me hizo el parto", porque yo fui médico rural durante 19 años. Disfruté muchísimos aquellos años…
Y nos cuenta que algún día va a escribir un libro. Gracias a tantas anécdotas que ha acumulado, por haber sido el médico de un pueblo, en contacto directo con la gente, "no desde el consultorio, sino en la vida cotidiana, en el club, en la calle, en el bar del pueblo, gritando detrás de un alambrado el partido de fútbol del pueblo. Todas esas cosas enseñan muchísimo", dice, y se enternece al recordar a aquel joven médico que fue y que un día llegó a Las Parejas, que le abrió los brazos y el corazón cuando llegó la dictadura y tuvo que irse de Rosario. Y hace memoria y nos explica cómo sucedió: "al atender el Centro de Salud en la Villa La Tablada me dijeron que era peligroso y me tuve que ir. Me echaron de Rosario".
-¿Cómo se lleva con las injusticias?
-Mal, me ponen muy mal, ahí sí que me sacan
Esta periodista lo escucha, y por momentos habla el padre, por momentos el médico… Pero siempre está presente la preocupación por cuidar al otro. Siempre hay sentimiento en cómo lo dice. Siempre hay eso que él define como "lo esencial de la vida": el amor. Entonces inmediatamente uno piensa que la política tiene momentos muy ingratos, muchas hostilidades, y le preguntamos:
-¿Cuánto habrá sufrido Antonio por la política?
- Muchísimo, muchísimo porque uno se entrega con todo lo que puede para modificar las cosas y es algo que me pone muy mal. Porque uno puede recibir una crítica por ser mal o buen Gobernador, cada uno con las responsabilidades que nos van tocando. Pero nunca dudar de la honestidad. Y cuando veo o escucho a algunos que apelan a la difamación personal ahí sí que me vuelvo loco. Porque si hay algo que voy a cuidar como cuidar las manos es la honestidad. Por eso, escuchar a veces algunos adjetivos que han usado contra mí me dejan sin dormir muchas noches. Hay personas que uno quisiera que si hay justicia de alguna forma la paguen, porque por más que uno lo ha aclarado siguen insistiendo, entonces hay perversidad en eso.
-¿Qué virtud le reconocen los más íntimos y que le han criticado?
-Ser alguien confiable cuando doy una palabra de algo, yo cumplo y tengo mucha responsabilidad en las cosas que asumo. Y algunos se quejan porque me dicen "te reís poco", y creo que esos me conocen poco, porque yo tengo facilidad para las dos cosas: para el llanto pero también para la risa.
-¿Qué cosas lo emocionan hasta las lágrimas?
- Las cosas a veces cotidianas. Soy de ver una película y por ahí lloro. Los chicos… no puedo ver un chico sufrir. Es más, si hay una película donde hay chicos que sé que va a pasar algo que no me gusta, no la veo, la apago.
-¿Su lugar en el mundo?
-Esta casa, porque la disfruto. Porque tengo un jardín hermoso, un tallercito de carpintería -heredé de mi padre todas sus herramientas, su banco-, porque es el lugar donde nos encontramos con la familia. Y bueno obviamente siempre hay otros espacios que siempre traen muchos recuerdos. Mi papá tenía una casa en Córdoba. Y pasar por esa casa en La Falda me emociona. O cuando vuelvo a Las Parejas, donde viví tantos años también. Ahí nacieron mis hijos, el mayor tenía 13 años cuando volvimos y el más chico 7.
Antonio se reconoce "muy nostálgico". Por eso inventamos un juego y le proponemos que nos cuente en cuál "foto" de su vida, a qué momento que tenga en blanco y negro en su imaginación le gustaría volver, aunque sea por un ratito. Piensa un momento, y, sin dudarlo fantasea "la casa de mis padres, jugando con los chicos del barrio bajo la lluvia, como hicimos alguna vez".
-¿Cómo ve a la juventud? Cómo ve el futuro?
-Lamentablemente veo, no en Argentina, en el mundo, una sociedad muy viviendo el presente y muy permeada por la sociedad de consumo. Entonces ahí los valores, hay poca identidad colectiva, mucho deseo de tener, tener y siendo que lo más importante es ser. Esto tiene mucho que ver con lo que nos está pasando: la pérdida de la calidad institucional, la pérdida de la participación, la degradación de la política.
-¿Le gustaría que sus nietos transiten el camino de la política?
- Son circunstancias que se dan en la vida. No creo que eso de porque "el hijo de", creo que lo que hay que enseñarles a los chicos es a amar la libertad y hacer lo que les gusta.
-¿Recuerda los deseos que pidió al soplar las velitas en su último cumpleaños?
- Seguro uno fue salud para mi familia, y otro poder brindarle bienestar a la gente. Eso también, porque yo jamás accedí a un cargo porque se me ocurrió. Siempre se fueron dando situaciones, pero siempre pensando en hacerle un bien al otro y mejorarle la vida a la gente, de eso estoy seguro.
-¿Le gustan las películas donde ganan los buenos?
-Sí, totalmente, pero que no sea tan obvio el final
- Y este próximo 16 de julio, ¿ganan los buenos?
-Ojalá, porque estoy muy preocupado por el transcurso de la política por estos días, de gente que no estudia, que no tiene contacto con la realidad. Yo a algunos candidatos le preguntaría si conocen por ejemplo la capital del Departamento General Obligado. La Provincia es muy compleja, muy grande, con realidades tan diferentes. Hay que saber escuchar a la gente, después opinar. Si ganan los buenos, gana la gente.
-Hace unos meses se estrenó una serie sobre la vida del rosarino Fito Páez. Imagine que ahora le proponen hacer una sobre su vida. Tendría algún nombre para sugerir?
-Nunca se me hubiese ocurrido hacer una película y menos ponerle un nombre,… pero le pondría simplemente "Antonio".
La llovizna de sábado persiste. Terminamos la charla. Nos apuramos para irnos. En cualquier momento llegan los nietos y no queremos interrumpir. Pero, Antonio con su generosidad nos quiere mostrar su taller de carpintería, la madera que está preparando para agregar estantes a su biblioteca, "ya no me entran más libros". Las camelias del patio son su orgullo, las cuida. Coincidimos que son muy lindas para la foto. En la cocina está el corazón, el pulmón. Una mesa larga de madera que en el medio espera seguramente un nuevo encuentro familiar suponemos. "Acá es donde nos juntamos todos", nos ratifica.
Y como aquel médico rural, Antonio se preocupa por el otro. Se ocupa. Antes de salir a la calle, sugiere que nos abriguemos una y otra vez: a la llovizna se le unió un vientito sur que complica aún más la situación. Nos acompaña hasta afuera. Ya en el auto, volviendo a Rafaela, nos vuelven las imágenes de la nota. Y nos damos cuenta que la persistencia por el abrigo no era casualidad, porque en cada momento Antonio lo que buscaba era cuidar al otro: como médico, como amigo, como padre o abuelo o en lo que en la vida le toque, como le gusta decir.