Opinión

Las dos medidas del vaso

Se desató en la Argentina la batalla donde no mueren las personas sino los acuerdos. Los juegos de la comprensión y la consecuencia del pasado reciente, del ayer que todavía quema, producen situaciones extremas que hoy o mañana será lamentadas. Esto, si no entendemos que cada uno está envuelto en las actitudes de los demás. Vivir en comunidad no es vivir en unanimidad, pero sí en el respeto por el que camina en otro carril, mientras la dirección sea la misma.
Durante muchos años un vasto sector de la población urbana y suburbana aceptó vivir con el mínimo esfuerzo laboral, con el subsidio del Estado. De este modo, se lograba que una parte de la población aporte dinero para que la otra parte se mantenga, pero, como no alcanzaba, el Estado imprimía billetes sin fondo para alentar el consumo interior y el endeudamiento exterior. Ese círculo vicioso no puede durar para siempre; se han visto sus consecuencias en varios países vecinos y lejanos, que debieron afrontar momentos duros hasta que el círculo pasó de vicioso a neutro, o virtuoso. Es justo reconocer que la falta de una formación adecuada ha producido víctimas que no saben cómo escapar de la miseria.
En nuestro país, muy pocos objetaron el empleo indiscriminado y excesivo que ocupó en forma creciente las oficinas atestadas de mano de obra ociosa; ni lo hicieron los sindicatos, que miraron para otro lado ante un final de fiesta anunciado; ni los ocasionales dirigentes, que habitaron la burbuja de la impunidad, sin sospechar que estaban regalando alegría pasajera y dolor futuro. El futuro llegó. Hay miles desocupados de la sobreocupación; hay miles desesperados sobrevivientes del facilismo. ¿Quién tiene que pagar ese precio? ¿Milei? ¿Los Fernández? Ellos están a salvo de la Justicia formal, aunque no de la justicia social.
Considero justo que el famoso equilibrio fiscal sea un objetivo, pero que sea sólo una herramienta. Así como un padre hará lo posible para ayudar a su hijo necesitado, el Estado debe pensar en dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento y vestir al desnudo, siempre que vaya al destinatario correcto y eso no sea una constante que invite a la pereza y el facilismo; además, tendrá que enseñarle a lograr su propio sustento. Lo que vemos hoy es el enseñoreo de los traficantes de droga, de los ladrones que no roban para comer sino para su satisfacción pasajera, que matan porque su vida no vale nada, que buscan en la banda lo que no tienen en una familia ausente.
El diagnóstico de la carencia es fácil; lo primero que vemos es el vaso medio vacío. ¿Hasta cuándo viviremos este estado de cosas? El sacudón terminal del actual Gobierno para con el sistema anterior equivale al remezón en un tablero de ajedrez, en el cual caen las dos hileras de peones blancos y negros y alguno que otro alfil, pero la partida debe seguir hasta conseguir "tablas" porque el jaque mate supone que una mitad pierda todo y la otra mitad pierda unos cuantos trebejos. Han pasado unos meses del puntapié al tablero, hay muchos peones caídos, los jerarcas de la desocupación salen a combatir por las malas lo que no supieron anticipar por las buenas; en lugar de llenar el vaso, se bebieron la mitad.
La Argentina está sostenida por fuerzas del trabajo que diariamente producen, cultivan, aguzan el ingenio, concurren a su empleo contra lloviznas y heladas, a sabiendas que una bandada de buitres especula, estafa, genera sufrimiento, montada en una corrupción que convive en nuestras narices. Argentina sigue trabajando, montada en un territorio feraz, con acuíferos, vegetación, yacimientos mineros, infraestructura turística, pero no, no arranca, porque hay argentinos encaramados al facilismo y al paternalismo. Tenemos el vaso medio lleno delante de las narices, pero seguimos preocupados por el vaso vacío. No me preocupa que el Presidente viaje por el mundo exhibiendo cosas posibles, pero no sé si probables; no me preocupa tanto, aunque me molesta mucho, que el Presidente insulte y ofenda a dignatarios extranjeros de todo rango, como si todos fuéramos así de maleducados; lo que sí preocupa es la inexperiencia, sorda y al mismo tiempo parlanchina, contrapuesta a la elocuencia verborrágica y fracasada. A despecho de augures, algo se está logrando; un 5% de inflación es menos de lo que había, pero más de lo que debiera haber. Supongo que las autoridades políticas y económicas saben hacia dónde vamos y dónde está lo bueno de este rumbo, yo no lo sé, pero mi función no es dar soluciones sino manejar mis ansiedades.
La soga aprieta, tal como imaginamos y un poco más; continuamos ejerciendo el derecho a la esperanza, a despecho de los que dicen no porque no y que se arrogan el derecho a la violencia. Quiero que vuelvan los miles de argentinos que han partido hacia otras tierras, no menos exigentes tal vez, pero más ordenadas y menos corruptas, donde trabajarán para el vaso que en su patria no consiguieron, no pudieron o no supieron llenar.

Autor: 286731|
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